Sí que es una confusión... Y, a medida que va llegando el momento de la fiesta, para mucha gente la expectativa viene llena de aflicción. ¿Qué hacer cuando la Navidad es un fardo más pesado que el saco de regalos de Papá Noel?
Una amiga me cuenta que las fiestas de Navidad siempre la ponen exhausta y tensa. Y lo que iba a ser la reunión alegre de gente que se quiere bien, acaba convirtiéndose en escenario de una pieza llena de disgustos, desquites y altercados.
Esto por no hablar del tío que bebe más de la cuenta y obsequia a todos con dosis variadas de inconveniencia, de las cuñadas que se odian y deciden realmente soltar la lengua en plena fiesta. Ingredientes de una mesa de hartura, de la cual todo el mundo acaba teniendo prisa por levantarse.
Mi sugerencia es que, en Navidades, como en la vida, la gran trampa empieza con la frase siempre se ha hecho así en nuestra familia. Y este siempre se ha hecho así nos aprisiona en una Navidad inútil y triste, que ciertamente sabe a resaca y a panza demasiado llena.
La palabra Navidad viene de nacimiento. Ya hemos dicho algunas veces aquí que este nacimiento anual forma parte de nosotros. Nadie ha inventado la Navidad, nosotros la necesitamos para renacer, cada año. La necesitamos para acoger lo nuevo en nuestro corazón. Y ni siquiera importa que este nuevo venga con modos de desconocido. Es en lo desconocido donde está nuestra alma. Y allá en el fondo es donde tenemos que buscarla.
No podemos desperdiciar la Navidad solo porque siempre se ha hecho así. Es mucha hora de que cada cual se apresure y la reinvente a su manera.
Y en conversaciones aquí y allí, anduve compilando algunas sugerencias para la gran revolución navideña.
Sé osada. Si eres tú quien da la fiesta, desconecta ya el piloto automático del siempre se ha hecho así y elige lo que más combine con aquello en que tú y tu familia creéis. En Navidad caben todas las osadías si la idea que hay por detrás de la fiesta es celebrar el regalo de la vida. Prueba, por ejemplo, a incorporar cada año una nueva tradición a tu Navidad. Mi sobrina está saliendo con un chico griego y ya estamos imaginando qué es lo que vamos a hacer para traer algo de Grecia a nuestra mesa de Navidad. Las osadías navideñas varían, desde un paseo nocturno por la ciudad con los niños; unirse a un grupo y llevar regalos a orfanatos u hospitales, hacer un postre diferente o, simplemente, no hacer nada y encoger la Navidad hasta que solo quepa en tu corazón.
Negocia. Si eres miembro de una familia enorme e intensa, al mejor estilo de Casamiento Griego (¿te acuerdas de esta película?) y estás harta de las fiestas que siempre terminan en jaqueca, entonces la estrategia es negociar. Por ejemplo: ¿Cuánto tiempo dura vuestra fiesta? Quizá fuese posible acortarla un poco. El terapeuta norteamericano Leonard Felder, autor del libro: Making Peace with your Family (Haciendo las paces con tu familia) sugiere que las fiestas demasiado largas acaban cansando a los niños y a los más ancianos y abriendo espacio para que el agotamiento y el exceso de vino acaben con la alegría. Pero no te ilusiones creyendo que vas a tomar esta - o cualquier otra - decisión tú sola. Haz como si estuvieses en una empresa japonesa y ejercita tus dotes de articulación. Habla con uno, con otro, asegura a los mayores que la tradición va a ser mantenida en otros aspectos; propón una experiencia válida solo para este año y, si gusta a todos, quién sabe, el año que viene.
Las mesas grandes animan a los habladores y hacen que los tímidos estén callados. Propón mesitas esparcidas por la sala, donde las personas puedan sentarse según sus afinidades. De pronto, aquella prima tuya pelirroja que ni siquiera sabías que existía, acaba revelándose como una estupenda compañía, que contribuirá a que guardes un agradable recuerdo de estas Navidades.
Mira en torno a ti, lo nuevo puede estar oculto bajo la alfombra.
Quejarse, a veces, se convierte en una especie de vicio. Seguramente tú también conoces a mucha gente E-N-C-A-N-T-A-D-A de quejarse, pero que no quiere poner nada de su parte para resolver el problema. Huye de ese modelo. Las familias grandes pueden ser fatigosas, pero en el espacio de tiempo que dura un almuerzo o una cena, es siempre posible dar una oportunidad para que funcione la magia del afecto. Niños corriendo con su alegría indomable alrededor de todo el mundo, ayudan mucho y te hacen conectar con el sentido mayor de la Navidad. Y preguntas tales como: ¿Cuál es tu mejor recuerdo de Navidad? O: ¿Cuál es tu mayor deseo para el año que viene?, también tienen el poder de cambiar el tono monótono de la conversación y, quién sabe, revelar emociones más verdaderas y profundas.
No seas el blanco preferido de la impertinencia. Tengo un amigo que en todas las fiestas se metía en una interminable discusión con un tío-abuelo que criticaba sus opciones profesionales. Nunca he comprendido por qué él simplemente no cambiaba de sitio. A decir verdad, esto acabó ocurriendo cuando él trajo a su novia. En cierta forma, cuando alguna cosa, aunque sea pequeña e insignificante, cambia en un contexto mayor, obliga a todo lo demás a cambiar. Muchas veces, para mejor.
Relájate antes, relájate después. Intenta encontrar un tiempecito para alguna actividad verdaderamente relajante antes de que la fiesta comience. Vale un paseo con el perro, una caminata de mañanita, una carrera, un baño prolongado, un masaje. Cualquier cosa que te ayude a entrar en sintonía contigo mismo. Quince minutos de calma, en esta enloquecida vida nuestra, marcan, sí, una gran diferencia. Cuando menos, este encuentro secreto contigo mismo te hará vestir con más armonía y serenidad tu ropa nueva de Navidad.
Edifica la Navidad dentro de ti mismo. Tras muchos años haciendo fiesta los días 24 y 25, he descubierto que mi Navidad siempre ocurre la víspera. En aquel momento en que entro en la cocina vacía, para probar la sal del bacalao y regar una vez más las tajadas con un hilo de miel. En esos gestos encuentro mi Navidad. En torno a mí, mis abuelas parecen susurrar. Guirnaldas femeninas cuidando los sabores, los adornos... mis manos, junto a las de ellas. Leo la frase que escribí en el cuadro de la cocina, extraída del libro Líbano, impresiones y culinaria, que recibí de regalo en otra Navidad: Para mi madre, para mis hijas y para todas las mujeres que, al dar de comer, entonan la más antigua canción: ¡la canción de la vida!
En esta celebración mía, la Navidad se viste de memoria, cálida y viva, y perfumada de canela. ¿Mañana? Mañana es día de lo nuevo.
Adília Belotti é jornalista e mãe de quatro filhos e também é colunista do Somos Todos UM. Sou apaixonada por livros, pelas idéias, pelas pessoas, não necessariamente nesta ordem...
Em 2006 lançou seu primeiro livro Toques da Alma. Email: [email protected] Visite o Site do Autor