A menudo nos parece que para evolucionar y desarrollarnos espiritualmente tenemos necesidad de maestros espirituales, de leer muchos libros… de hacer muchos cursos en esa área… Todo esto es importante y realmente nos hace dar un salto y nos lleva al auto-conocimiento y a la evolución… sin embargo… en esa búsqueda espiritual frecuentemente nos olvidamos de mirar lo que tenemos a nuestro lado, muy cerquita… nuestra familia… y olvidamos que ahí está una fuente rica de aprendizaje y de alegrías…
Una de estas noches estaba acostada, ya dispuesta para dormir y pensaba en cómo podía hacer, ya que había concertado un curso antes de Navidad, pero mi hija y mi nieto están aquí en mi casa, los dos con gripe, y me puse a pensar en cómo hacer… si diese el curso, yo no estaría en él por entero, sino que estaría preocupada, porque no tenía a nadie para cuidar de mi nietecito, y mi hija tenía mucha gripe…
Escuché una voz interior diciéndome que era hora de cuidar de mi familia. Y sentí muy hondamente en el corazón… que ese era momento de cuidar de las personas cercanas… aquellas que hemos elegido para nacer con ellas en la misma familia. Pensé en cómo a veces nos dedicamos a la búsqueda espiritual y dejamos un poco de lado nuestra familia… Si nacimos entre aquellas personas ciertamente tenemos una misión con ellas; las personas de nuestra familia son una fuente de oportunidades para el crecimiento, lo mismo que nosotros lo somos para ellos. Me puse a pensar en esto y a imaginar las cosas que podía hacer para que mi relación con ellas fuese más feliz, y qué podría hacer yo en tal sentido…
Decidí cancelar el curso… pero aún no me sentía bien al hacerlo… Confieso que me dormí un poco indecisa... a fin de cuentas ese lado me llama fuertemente…
A la mañana siguiente, muy temprano, toca el teléfono y era una mujer muy especial, que ha sido y siempre será una Maestra en mi vida… y a quien aprecio mucho… una mujer sabia que fue mi profesora de Yoga, y con la cual tengo un vínculo de alma muy profundo. Ella quería participar en mi curso y yo le cuento mi decisión de suspenderlo a causa de la familia, así como mi pesar por no dar aquel curso… Ella entonces me dice algo que me afianzó en mi decisión… Dice que los Maestros están pidiéndonos que cuidemos de nuestras relaciones familiares, de nuestras relaciones kármicas, y que es momento de servir y ser servida por la familia… Agradecí mucho esas palabras tan sabias, llegadas en el momento oportuno; y con el corazón ligero y la convicción de haber tomado la decisión acertada, me dediqué a cuidar de mi familia durante esos días en que mi hija y mi nieto están aquí en el Brasil.
He comprendido que a menudo nos dedicamos a lo que llamamos familia de Alma, que son personas preciosas y queridas que encontramos en nuestra andadura, con las cuales tenemos tanta sintonía que a veces nos olvidamos un poco de las de nuestra propia familia, bien porque éstas no tienen la misma sintonía espiritual, o porque a veces nos plantean muchos desafíos… en fin… por varios motivos… He comprendido que a menudo vamos con mucha fuerza hacia esa búsqueda espiritual incluso como vía de escape de enfrentar nuestra realidad… no obstante… si observamos con cuidado, veremos que nuestra familia puede ser una fuente de alegría…
Decidí dedicarme por entero a cuidar y ser cuidada por mi familia… durante ese tiempo.
Claro que el contacto con mi nietecito de casi dos años es una bendición… y estoy aprendiendo con él muchas cosas… solo con observar.
También estoy viendo cómo podemos mirar con otros ojos las situaciones del día a día, para nuestra relación con las personas que nos son queridas y descubrir una fuente ilimitada de aprendizaje y de compartir alegrías y cosas buenas.
He comprendido cómo en el día a día podemos aprender bastante más que en muchos cursos y libros, si nos mantenemos abiertos a ello… Contemplando al otro como un espejo… haciendo Ho’oponopono ante los desafíos, abriendo el corazón a servir y ser servidos… Al fin y al cabo nacimos en el lugar adecuado, con las personas apropiadas para aprender a amar las diferencias y a aceptar enteramente que vamos todos juntos en un gran viaje, y que nuestros compañeros de jornada, tanto si son de nuestra familia como si los encontramos al caminar, son siempre perfectos… de una forma o de otra, por el desafío o por la levedad… lo mismo que nosotros somos perfectos para ellos…