- ¿Abandono familia, marido, empleo, hijos, amigos? Me siento infeliz y no sé por dónde empezar. ¿Por dónde empezar a cambiar?
- ¡Estoy harto de todo y nada en absoluto tiene ya sentido para mí, mejor dicho, todo ha perdido sentido!
¿Ya te ha pasado sentirte así? ¿Oír una voz dentro de ti diciéndote constantemente que es hora de patear el balde?
Si te sientes así, puede que estés al borde de un proceso de crisis que bien podría llevarte a la total inversión existencial, o sea, a la posibilidad real de cambiar interna y externamente, y de, como se dice por ahí, ¡volcar la mesa!
Historias sobre estas cosas es lo que no falta. Muchos, desgraciadamente, se dan cuenta demasiado tarde de que podrían haber cambiado hace tiempo. En momentos cruciales hacen la reflexión de que podrían haber procedido, transformando situaciones que a lo largo de la vida han dejado de tener sentido, o les hacían daño. Se acostumbran a ser crueles consigo mismos, sin conciencia de cuánto les afecta o incluso del grado de sufrimiento. Contextos como estos están permeados por actos heroicos sin la menor valía, envueltos en el olvido total de sí mismo y la ausencia de amarse en la medida correcta.
La inversión existencial puede producirse en un momento máximo de crisis, en que se es acometido por la desesperación de morir sin nunca haber nacido… Entonces es cuando se tiene la oportunidad de cambiar radicalmente o de continuar en la “mismidad”. Ambas elecciones son actos de coraje. Salir de lo conocido y atreverse a cambiar buscando la felicidad es sencillo, pero extremadamente difícil de concretizar. La felicidad buscada está en la confianza de un llegar-a-ser aún no conocido, no vivido. Reside en la esperanza activa de que lo mejor vaya a suceder.
La búsqueda de la felicidad y la felicidad en sí están en la ruptura de la ilusión de que podemos controlar la realidad perpetuándonos del modo en cómo nos reconocemos.
En el cambio, en la inversión existencial, incluso podrán venir nuevas lluvias y supuestas tempestades, y serán desconocidas, al igual que encuentros inusitados, vivencias y también alianzas. La osadía de desbravar lo nuevo es lo que imperará.
Recuerdo un caso en que un hombre de mediana edad tuvo un diagnóstico de una enfermedad de pronóstico bastante difícil. Al saberlo, osó vender la mayor parte de sus pertenencias, contar a su jefe de trabajo todo aquello que le incomodaba desde siempre y se decidió a hablar abiertamente a sus familiares sobre sus resentimientos. Asimismo decidió expresar todo el amor y el cariño que sentía por los demás… Y así lo hizo, de un modo nunca antes experimentado.
Se dispuso a recorrer el mundo durante un año, comprendiendo que quizá fuese su último período de vida relativamente saludable, antes de que la dolencia lo tomase. Acordó con su esposa que si algún problema surgía ella iría a rescatarlo allá donde estuviese. Pasados ocho meses de viaje, sin síntomas, una duda surgió en su mente: ¿estoy realmente enfermo?, pensó.
Regresando a su ciudad natal, tras casi un año sabático, rehízo los análisis y, para sorpresa de todos, la enfermedad no mostró evidencia alguna, incluso la zona antes dañada estaba recuperada. Los pensamientos que quedaron fueron: si los análisis estarían equivocados, si se produjo curación espontánea, etc. El por qué sabemos que no importa. Lo bueno fue dar la apertura para que el rescate de la vida se produjese.
Esta historia se debió a un susto, pero considero que no hace falta coraje para cambiar, únicamente cuando el impulso viene de modo tan amenazador.
La amenaza está en el día a día, en el modo en cómo vivimos, en la anestesia respecto de lo que no nos hace bien. Está en lo insano que nos auto-imponemos en determinados momentos de la vida. Está en el olvido de lo que es lesivo para el alma.
Por increíble que parezca, incluso en medio de todas esas adecuaciones mal solucionadas en que vivimos, y que a fin de cuentas vamos empujando con la barriga, nuestros sistemas físicos son bastante fuertes. Podemos pasarnos una vida arrastrando situaciones dañosas para nosotros mismos.
Pero un buen día la casa se cae, a veces se va cayendo poco a poco y de modo silencioso y cuando cae de una vez, el mal que aparentemente ocurre es bueno, al fin y al cabo, se trata de una oportunidad única de hacer la inversión existencial.
Únicamente pienso que no son necesarios estos batacazos dolorosos. El camino suave es siempre el auto-conocimiento, la búsqueda de uno mismo y la osadía de la acción. Ser feliz es lo que importa para que la vida valga la pena. ¿No te parece?
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos