He estado muy atenta a cómo nos cerramos a las infinitas posibilidades que siempre están disponibles, cuando nos apegamos a antiguos patrones que tanto nos limitan y, especialmente, a la forma en que se crean tales patrones.
Pasamos la vida defendiéndonos de cosas supuestamente dañosas y buscando cosas supuestamente buenas… y no nos damos cuenta siquiera de lo hueras y antiguas que son esas reglas, que ya no significan nada ante quien somos hoy. Somos llevados a defender tantas cosas que acabamos limitándonos a espacios internos y externos cada vez más pequeños y estrechos…
Creamos nuestra sombra con las partes que no aceptamos de nosotros mismos… Pero ¿os habéis fijado en que ese no aceptar cosas tiene mucho que ver con los varios papeles que asumimos durante nuestra vida… con los muchos equipos en que jugamos?
Siempre se crean normas y patrones de conducta para todo… y casi nunca podemos ser simplemente lo que somos.
Sería como si, por ser mujer, ya defendiésemos un equipo, al elegir una profesión, ya defendiésemos otro, al ser madres ya participásemos en otro equipo, al pertenecer a determinada fe religiosa, otro equipo, y éste, dicho sea de paso, suele venir con una carga enorme de reglas y condiciones extremadamente limitadoras e inexplicables para el propósito a que se destinan…
Pese a todo, al asumir que pertenecemos a tantos equipos, vamos, sin fijarnos siquiera, poco a poco… adecuándonos a normas y comportamientos tan absurdamente alejados de nuestra verdadera naturaleza, que a menudo entran en conflicto entre sí… y acabamos convirtiéndonos en una mezcolanza desangelada de muchas cosas que no nos representan con integridad.
Al intentar formar parte de cualquier cosa que incluye y defiende algunas normas de comportamiento y excluye todo lo demás… estamos alejándonos de ser la totalidad de nosotros mismos. Somos parte del Todo y cada parte contiene el todo… cuando negamos una parte de quien somos, no permanecemos enteros…
Por desgracia casi todas las instituciones quieren sujetarnos y limitarnos a una parte infinitamente menor que el Todo que realmente somos.
Estar abiertos a todo… y a partir de ahí elegir conscientemente, es una libertad mucho mayor que limitar nuestras opciones a las cosas que son clasificadas como buenas por los equipos en que jugamos…
Es mucho más cómodo ser guiados por otros, a quienes consideramos autoridades, que asumir la responsabilidad de seguir a nuestro corazón estando abiertos a todas las posibilidades. A partir del momento en que nos colocamos como seguidores de algo o de alguien, y lo hacemos sin cuestionarlo, cada elección deja de ser nuestra y pasa a ser del otro.
¿Por qué no nos arriesgamos por los caminos mucho más anchos e inexplorados a que tenemos acceso al liberarnos de las muchas cosas que seguimos, para abrazar tan solo nuestra intuición? ¿Por qué no hacerlo de otro modo, si así no está marchando bien?