Esa palabra a veces nos asusta porque implica abrir mano de lo que es cierto y seguro... de aquello que es conocido y sobre lo cual ya tenemos cierto control… en favor de lo nuevo… de lo desconocido… y por ello, a menudo elegimos la comodidad de lo viejo, prefiriendo dejar las cosas como están, antes que arriesgarnos por terrenos donde no sabemos lo que vamos a encontrar…
Cuando nos parece que algo va a sacarnos de nuestra zona de confort, luego buscamos protegernos en las guaridas conocidas que ya nos hemos acostumbrado a utilizar… en las viejas fórmulas que nos hacen resbalar de aquí y de allí para no enfrentarnos al riesgo que supone arrojarnos a lo desconocido.
Buscamos defendernos y protegernos contra todo aquello que supuestamente pueda hacernos algún daño… nos rodeamos de garantías por todas partes y así pasamos la vida buscando los mismos caminos ya vistos y conocidos que, si no nos quitan del ciclo vicioso de repeticiones, al menos nos dan una falsa ilusión de seguridad.
Frente a los peligros que amenazan nuestras rígidas estructuras corremos a protegernos, a las guaridas conocidas y seguras… de nuestros conceptos; pero romper esos conceptos puede ser la clave que tanto buscamos… aquella que va a franquear la puerta de la libertad.
En esas guaridas que creamos… evitamos entrar en contacto con nuestros miedos, nuestras culpas… nuestros dolores… sin darnos cuenta de que así limitamos cada vez más nuestra vida. Intentamos ocultar aquello que no puede ser ocultado…
Y cuando eso ocurre, la propia vida se encarga de sacarnos de esa zona de protección que hemos creado, para revelar lo que intentamos ocultar… y vuelta y media nos pone en situaciones sobre las cuales no tenemos control alguno… en esos momentos, de una o de otra forma, nos vemos frente a lo desconocido…
Esas situaciones, cuando llegan, nos dan la sensación de que hemos sido arrojados al mar bravío, sin un barco, sin siquiera un flotador que nos sostenga, y todo lo que intentamos controlar se va por agua abajo… Esto ocurre generalmente porque a toda costa intentamos impedir los cambios que claman por suceder.
Si no permitimos esas transformaciones tan necesarias, si continuamos negando y ocultando nuestro dolor… nuestros miedos… culpas… nos pasaremos la vida gastando una gran cantidad de tiempo, dinero y energía pintando, con tintas caras y sofisticadas… una pared con infiltraciones, la cual queda bonita hasta el momento en que otra mancha revela el problema y destruye la pintura… y así será hasta el día en que decidamos ir más hondo y resolver el problema desde la raíz.
Cuando percibamos que mantener las cosas siempre bajo control tiene un coste muy alto que compromete nuestra libertad… solo nos resta arriesgar e ir más allá… comprendemos que quien no se arriesga puede quedar siempre sujeto al previsible y cada vez más limitado mundo que nos ofrecen nuestros conceptos… si no nos lanzamos a otros territorios nos quedaremos solo con lo que ya tenemos… Y si eso no está haciéndote feliz…
Recuerdo una vez, en la casa de las montañas… un sitio precioso que alquilé por un tiempo. Estaba sola… y empezó un viento tan fuerte que lo revolvía todo alrededor… nubes oscuras indicaban una tempestad espantosa, y… mi primer impulso fue entrar dentro de la casa y cerrar todas las puertas y ventanas, buscando seguridad… como había hecho otras veces, sin embargo… mi espíritu de aventura habló más fuerte e inesperadamente hice el movimiento contrario… salí por el estrecho camino rodeado de árboles muy altos… El ruido de las hojas hacía todavía peor el presagio de la tormenta y el viento fuerte me envolvía con una fuerza que daba la sensación de una barrera invisible… como si al avanzar, mientras subía por el estrecho camino, yo penetrase en la fuerza del viento…
Al llegar arriba vi un gavilán blanco pairando en el aire…
Esa noche, al irme a dormir, tuve acceso al miedo… y ese miedo hacía aterradores los ruidos del viento en el tejado… pero permanecí y no seguí el impulso que tenía de ir al coche y marcharme… cuando vencí el miedo y aquieté mi mente, tuve una de las experiencias más fuertes y más bonitas de contacto con la Fuerza de lo Sagrado. Extraje muchas enseñanzas de aquella experiencia, y hoy puedo comprender algo más de aquel mensaje…
Primero fue preciso arriesgarme y salir del confort de aquello que me daba seguridad… Salir con aquel tiempo que amenazaba tormenta era lo contrario de lo que indicaban mis conceptos de buen sentido, pero allí estaba lo que era preciso romper para acceder a la Luz y aprender un poco más…
A menudo dejamos de hacer cosas con el fin de protegernos contra lo que no hace falta protegerse… porque el único peligro está en los conceptos que tenemos, basados en memorias equivocadas del pasado, lo cual no constituye una amenaza real.
¡Abre el corazón… las puertas y las ventanas a la vida!