Abrir mano de la búsqueda de la felicidad en el ahora, quizá, sea una de las decisiones más radicales y de las más sabias para aquel que busca el bienestar real.
Somos una raza sensible, empática, emotiva, con oscilaciones de humor resultantes de nuestras vivencias, de las observaciones, de las inter-relaciones de nuestros pensamientos y sentimientos con las hormonas y con la química cerebral.
Es sano tener momentos de tristeza y otros de alegría. Algunos de ansiedad y otros de felicidad. Esto es humano. Observar, por ejemplo, a un ser querido enfermo no puede originar felicidad, ni la pérdida de ese ser amado podría crear ambiente para sentimientos felices.
Hay momentos en que aceptar la tristeza, acogiéndonos, para poder seguir adelante, es lo mejor que se puede hacer.
En general, dolencias y pérdidas traen tristeza y dolor. Ya sea cuando las vivimos o cuando sabemos que alguien a quien queremos bien las experimenta.
Una persona amorosa y sensible también puede sentir y externar pesar o contentamiento dependiendo del contenido del noticiero sobre accidentes, infortunios o de celebraciones, aunque ocurran con desconocidos.
Lidiar con frustraciones, decepciones, rabias e inseguridades forma parte de nuestra condición humana. Reconocerlas en nosotros es condición inherente a la maduración emocional.
El caso es que nuestra sociedad no quiere lidiar con estas cuestiones. Mejor dicho, lidia medicando, a menudo indiscriminadamente, a quien se encuentra depresivo, sustrayéndolo a la experiencia inaceptable. De esa forma, se aplaza para el mañana la oportunidad de crecer.
Quienes están medicados se convierten en personas artificialmente felices o indiferentes. De forma general, la sociedad se siente obligada a ese estado, de felicidad constante, por los medios de comunicación, por las revistas, por los jefes y compañeros de trabajo, por la familia. Nadie quiere a alguien mohíno cerca de sí.
Por eso, cuando estamos tristes nos sentimos desajustados y rechazados. Queremos ser felices a toda costa, pues esa es la búsqueda de la actualidad. Así, cuando hay sombra de melancolía o tristeza: ¡busca tratamiento!, y solo vuelvas cuando estés bien, nos dice la sociedad.
Comprender que una vida sana contiene períodos de angustias y tristezas que serán ladrillos en la construcción de un bienestar real es una ganancia.
Ni por asomos la idea aquí es sucumbir al sufrimiento, sino aprender a lidiar con el sufrir, manteniendo el coraje y la dignidad posibles.
Y a menudo hacerlo solo es sumamente doloroso. Entonces se busca el apoyo familiar, espiritual, la terapia floral, así como el profesional de la medicina o de la psicología, aprovechando el momento para ensanchar el auto-conocimiento, replantearse la vida, redefinir metas y objetivos.
Quienes pasan por esta prueba de fuego salen fortalecidos y pueden, al fin, estar listos para desarrollar la serenidad, el contentamiento, la paz de espíritu, estos sí guardianes verdaderos del bienestar emocional y de la felicidad posible.
Thais Accioly é especialista em Terapia Floral pela Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Pós Graduação em Terapia Floral na Escola de Enfermagem da USP.
Professora da Flower Essence Society/CA EUA no Brasil.
Professora da Bush Flower Essences/AU no Brasil.
Consultora em Cultura de Paz.
11 3263 0504 Visite meu blog e Conheça o Interativo dos Florais. Email: [email protected] Visite o Site do Autor