La vida a menudo nos sorprende con una oleada de acontecimientos absolutamente inesperados y... en esos momentos, lo mejor que se puede hacer quizá sea fluir con los acontecimientos, sin resistirse a ellos… Tenemos la ilusión de estar al control de las cosas, pero lo cierto es que se trata de pura ilusión, porque la vida suele cambiar de rumbo y dejarnos desconcertados frente a cosas en que no podemos hacer nada… a no ser observar los acontecimientos desarrollarse ante nuestros ojos perplejos… y parece que los cambios a veces llegan todos juntos y, según nuestro ego, apegado a personas y situaciones, nuestra evaluación puede no ser positiva en principio… sin embargo, si ensanchamos nuestro campo de visión, veremos que, en un plano mayor, lo que nos parece tan malo puede no serlo…
Hay momentos en que lo único que nos resta es acompañar, como observadores y sin enjuiciar, el movimiento de la vida, en especial cuando ésta nos trae grandes e inesperados cambios…
Cuando la Abuela me dijo que no hay que hacer planes, nunca pensé que aquello sería tan verdadero… y los acontecimientos que se han desencadenado desde entonces me han hecho comprender que, ante lo inesperado, no hay plan que se tenga en pie… y que, cuanto más libres estemos de ellos, más fácil será pasar ese tiempo de tantos cambios…
Mi viaje a Bornholm, una isla danesa en el mar Báltico, marcó el comienzo de muchos acontecimientos inesperados… que continúan todavía… fuimos recibidos por un lindo arcoíris, y desde entonces, el movimiento de la vida nos ha venido sorprendiendo y echando por agua abajo todos los planes… Aunque, en medio de ese torbellino de cosas, quiero hablar de una paz profunda… una paz a que accedí en unas ruinas antiguas… en un lugar bajo un puente, por donde me parece que… antes pasaba un río. Bajé por la hierba, tan mullida allí, que daba la sensación de estar pisando las nubes… alrededor, era todo tan grandioso e impresionante, por las ruinas y por la fuerza de la naturaleza de aquel lugar, que nunca había imaginado que allí también se guardaba el silencio y la paz… y era una paz tan profunda la que emanaba de aquel punto… un silencio tan acogedor, que ciertamente me ha conmovido para siempre. Era una pausa y una preparación para pasar por ese tiempo sin ser arrastrada por los acontecimientos…
El silencio era tangible y pairaba en el aire… permanecí allí cierto tiempo dejando que aquel silencio despertase mi Paz… y la despertó… y me quedó como una llave para que yo pudiese volver a ese estado.
Cuando algo fuerte refleja lo que está dentro de nosotros, accedemos a cosas que estaban guardadas, a veces, en rincones muy profundos de nuestro ser… y aquel lugar me llevó a uno de esos rincones, donde vive una paz profunda… y hoy, aunque hayan pasado muchos días y muchos acontecimientos… cuando recuerdo aquel lugar, consigo acceder nuevamente a la paz y al silencio… y sé que, aun en los momentos de mayores cambios que la vida nos trae, siempre podemos retirarnos a ese espacio tranquilo y profundo dentro de nosotros… y desde allí observar… sin dejarnos llevar de acá para allá… sin perder nuestro centro, salimos más plenos y más sencillos…
En esos momentos, las cosas que realmente importan se hacen más claras y visibles… y las que son pura ilusión se descartan por sí solas…
Cada cual en su experiencia está llamado a filtrar lo que realmente importa, y a descartar lo superfluo que a veces nos hace perder tanto tiempo y energía… Tal como cuando ajustamos el foco de una máquina fotográfica para sacar una foto bien nítida, noto que estamos siendo ajustados para que nuestro foco no se pierda en cosas que dejan nublada nuestra vida…
Y así veremos brillar los lindos colores de un inmenso arcoíris de Luz…