Todos los seres humanos experimentan, en algún momento de su vida, el sentimiento de frustración. Este es inherente a nuestra condición, visto que desde muy temprano el niño se resiente con la ausencia de la madre siempre que ella se aleja.
La presencia materna es, para él, sinónimo de bienestar y satisfacción de sus necesidades básicas. A medida que vamos desarrollándonos, este sentimiento va siendo transferido hacia otras personas, objetos o situaciones.
En la edad adulta, la fuente primordial de frustración se vuelve, cada vez más, la expectativa que ponemos en la satisfacción de nuestros deseos. Como la vida es incontrolable y por más que nos esforcemos no tenemos ninguna garantía de que el resultado de nuestras acciones será exactamente aquel que idealizamos, la frustración es inevitable.
En la esfera de las relaciones afectivas es donde éste sentimiento predomina más, pues acostumbramos proyectar en la otra persona, expectativas grandiosas, creyendo que ella cumplirá todas nuestras necesidades y garantirá la felicidad con que tanto soñamos.
Cuando esto sucede, los sentimientos de rabia, rencor, inconformismo y traición, sustituyen rápidamente el amor que antes creíamos sentir. Difícilmente conseguimos percibir que el problema no está en el otro, y si en las expectativas que alimentamos al respecto de él.
La idealización es un fenómeno típico de los apasionados y es casi imposible, al principio, percibir el otro como realmente es y no como lo imaginamos. Sin embargo, si entramos en una relación sin ninguna expectativa, simplemente dispuestos a dejar que suceda, pero conscientes de que, pasada la euforia inicial la realidad podrá ser diferente de lo que al principio creemos, las chances de que nos frustremos seguramente disminuirán.
La llave para evitar la decepción en cualquier circunstancia es entregarse al flujo de la vida y aceptar lo que ésta nos traiga sin enojo o negación. Así, estaremos finalmente recibiendo lo inesperado como un elemento fundamental de nuestro aprendizaje.
…Precisas aprender a gustar de aquello que está sucediendo, Llamo a eso madurez. Precisas gustar de aquello que ya está presente. La inmadurez es quedarse viviendo en los “podrías” y en los “deberías” y nunca viviendo en aquello que “ es”. Aquello que “ es” es el caso y el “debería” es apenas un sueño.
Todo lo que sea el caso, es bueno. Ama eso, gusta de eso y relájate en eso. Cuando algunas veces venga la intensidad, ámala.
Cuando esta se vaya, despídete. Las cosas cambian… la vida es un fluir. Nada permanece igual, a veces hay grandes espacios y a veces no hay para donde moverse. Pero las dos cosas son buenas, ambas son dadivas de la existencia.
Deberías ser grato, reconociendo todo lo que sucede. Disfruta lo que sea. Es eso que está sucediendo ahora. Mañana podrá cambiar, entonces, disfrútalo.
Pasado mañana algo más podría suceder. Disfrútalo. No compares el pasado con las fútiles fantasías futuras. Vive el momento. A veces es caliente, a veces muy frío, pero ambos son necesarios, de otro modo, la vida desaparecería. Ella existe en las polaridades.