Acabo de escuchar a los críos que viven en nuestra alquería decir: me dan miedo las lombrices de tierra. ¡Ellas muerden! Me sorprendió su convicción respecto de eso, incluso mientras Pete les explicaba que a las lombrices de tierra lo que de veras les gusta son las hojas tiradas por el suelo…
Nos da miedo constatar lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
Algunos miedos son instintivos, pero la gran mayoría son aprendidos.
Nacemos con dos miedos instintivos: la pérdida del apoyo y los ruidos fuertes. De los siete meses al año surge el temor a los desconocidos y a los objetos repentinos. A partir de los dos años hasta la pre-adolescencia, es natural tener miedo a la oscuridad, a los animales, a lesionarse y a ser abandonado.
Desde muy pronto aprendemos a tener muchos miedos debido al comportamiento de los mayores para protegernos o dominarnos. ¡Pero también aprendemos el coraje! Quien de niño fue estimulado para tener coraje recuerda con mucha gratitud a aquel que lo animó a ello. Mi abuelo insistía en que era preciso subir al caballo enseguida después de una caída. Recuerdo cuando caí del caballo a la edad de 8 años. Aún temblando, él me ordenó subir a él. Después, me sentí muy feliz al oírle batir palmas y gritarme: Muy bien. Sin embargo, desgraciadamente, a la mayoría de nosotros se nos ha enseñado a tener más miedo que coraje. ¿Quién no lleva dentro de sí sentencias punitivas como Dios castiga, o Cuidado, vas a hacerte daño? El caso es que esos miedos infantiles, creados a partir de vivencias triviales, asociadas a las intensas fantasías de abandono y vulnerabilidad, van pasando a medida que vamos creciendo, y perdemos la sensación de impotencia.
¡Con todo, cuanto más crecemos, más nos exige la vida tener coraje, aunque se nos haya programado para sentir miedo!
La psiquiatra Ana Beatriz Silva dijo claramente en una entrevista: Si te rindes a un miedo, otros vendrán. Si te enfrentas y te acostumbras a enfrentarte a él, el cerebro aprende a tener coraje. Es decir, cuando tenemos miedo de algo, nuestro cerebro hace deliberadamente nuevas asociaciones y, del mismo modo que una araña teje su tela, él crea nuevas cadenas de miedo. Por eso no podemos entregarnos a los pequeños miedos, ya que pueden volverse grandes, sin siquiera darnos cuenta de ese proceso.
El primer paso para vencer el miedo es crear coraje, curiosidad y un gran interés por conocerlo lo mejor posible. El miedo es un sentimiento extraño, pues tememos sentir emociones cuyo origen desconocemos. Por eso es natural tener miedo a conocer el miedo, pero, aun así, podemos disponernos a encararlo. Cierta vez Guelek Rinpoche dijo: El primer paso para salir de un problema es crear una fuerte determinación de quedar libre de él. Esa determinación debe hacerse incluso cuando aún se está preso al problema.
A medida que nos identificamos con el coraje de superar nuestros miedos, vamos tomando conciencia de que muchas de las amenazas que sentimos ya no existen tal como un día, de hecho, existieron.
¡Es importante superar nuestros miedos a fin de evitar construir contextos para que ellos se confirmen!
Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia. Email: [email protected] Visite o Site do Autor