Parece obvio cuando afirmamos que no tenemos el control de todo y de todos, pero, en el ejercicio de vivir, lo que termina sucediendo la mayoría de las veces, es que caemos en la trampa de las paradojas. O juzgamos que no tenemos culpa de nada, como si nada pudiésemos hacer para cambiar lo que no nos agrada o actuamos y creamos expectativas como si pudiésemos controlar los resultados y como si todo, en nuestras vidas, dependiese exclusivamente de nosotros.
Sinceramente, veo un lado extremamente positivo en la idea de que nos responsabilicemos por nuestras elecciones y por sentirnos capaces de decidir lo que queremos, cómo y cuándo lo queremos.
Sin embargo, mientras continuemos apostando en esa postura megalómana y prepotente que sugiere que somos seres independientes, células sueltas en el Universo, nuestro saldo será siempre permeado por frustraciones, vacío y, en ultima instancia, ¡infelicidad!.
Es decir, mientras nos vemos de forma radical y absoluta, apostando en etiquetas como “independientes” o “dependientes”, perderemos la preciosa chance de experimentar el lugar demasiadamente humano que felizmente nos cabe.
Ni todo, ni nada. Ni negro, ni blanco, Ni llenos, ni vacíos. Ni santos, ni demonios. Ni correctos, ni equivocados. Ni buenos, ni malos. Ni solos, ni mezclados. Sobre todo, interdependientes. Eslabones esenciales de una corriente que da forma, fuerza y sentido a el Todo.
Es justamente esa necesidad sagrada de relacionarnos e intercambiar quien somos que nos vuelve seres candidatos a la perfección, imagen y semejanza de la divinidad. Y es también por eso y otras cosas, que podemos, si, optar entre uno y otro camino. Podemos así decidir bajo que ángulo miraremos las circunstancias de nuestra existencia.
Sin embargo, el paquete completo que compone la vida que vivimos nunca fue, no es, ni nunca será resultado exclusivo de una individualidad. Somos todos uno. Somos parte de algo mucho mayor. Somos células de un organismo multidimensional actuante, pulsante y constante.
¡Quién soy yo influencia -en mayor o menor medida- quién eres tú! Lo que yo siento repercute y se esparce por las entrelineas de lo que sientes. Y siendo así, mientras haya un único ser hambriento, habrá también hambre en mi y en ti. Mientras haya un único ser dolorido, habrá dolor en mi y en ti. Mientras haya un ser perdido, habrá duda y confusión en mi y en ti. Mientras haya guerra en un único corazón, habrá sensación de pérdida y destrucción en mi corazón y en tu corazón.
Claro, no estoy diciendo que ahora, además de todo, somos responsables por el mundo entero. Pero, realmente creo que alimentar al otro es dar fin al hambre propio, que aliviar el dolor del otro es proporcionar alivio a si mismo, y que en ésta misma proporción, invertir en gentileza, en paciencia y en el acogimiento del otro, es garantizar que más y más personas experimenten la plenitud por la cual tanto tú como yo hemos luchado acaloradamente.
Y cuantas más personas participen de esta dinámica, más feliz “por nada” yo me sentiré. ¡Y tú también! Menos dolor, más sensación de plenitud, más respuestas y alternativas encontraré. ¡Y tú también! Es casi matemático. Una ecuación donde somos los números y, por lo tanto, el resultado depende de mi… y de ti también!
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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