Lamentablemente, desde muy temprano aprendemos no solo a dar nombres a todo lo que conocemos, sino también a pegar rótulos. O sea, atribuir conceptos cerrados y con significados estancados, permanentes y, muchas veces, inmutables por toda la vida.
Si tuviese que crear una metáfora para explicar cuan terrible puede ser ese habito, contaría la siguiente historia: Imagina como si todos nosotros naciésemos dentro de una especie de casa. Esta casa representa nuestra cultura, los valores sociales bajo los cuales somos educados y crecemos y todo el ambiente que nos rodea, influenciando nuestra formación como seres civilizados. Por lo tanto, podríamos decir que esa casa representa la media de etiquetas a que somos presentados desde que nacemos.
Cuanto más prejuicioso, dogmático e inflexible sea el ambiente, menos ventanas existirán en ésta casa. O sea, más limitada será nuestra visión sobre el mundo, las circunstancias y las personas. Menos chances nos daremos para conocerlas de verdad.
Ese ambiente hará además una combinación con otros dos aspectos muy importantes que, en ultima instancia, juntos determinan quienes somos y como nos relacionamos: nuestro universo familiar y, sobre todo, nuestro universo particular, que es sobre el cual podemos tener un mínimo control y decidir cuantas ventanas abriremos a nuestro alrededor, con el fin de vislumbrar un mundo, nuestro mundo.
Por eso, en este momento te invito a hacer una evaluación rápida: ¿dónde has vivido la mayor parte del tiempo? ¿En una caja, sin ventanas y apenas con una pequeña tapa? ¿En una casucha, con una humilde ventana? ¿En una mansión con muchas ventanas grandes? ¿O en un castillo, con generosas vistas para el horizonte y balcones a su alrededor?.
El hecho es que es necesario coraje para mirar a la vida de frente, con los ojos abiertos, dispuestos a verla en su amplitud, lo que incluye lo bello y lo feo, lo agradable y lo desagradable, la luz y la oscuridad. Y eso incluye no solo las situaciones, sino también, y principalmente, las personas.
Mientras insistamos en rotular a las personas, creyendo que quien se comporta así o quien hace tales afirmaciones, o quien se viste de determinada manera es eso o aquello, continuaremos condenados a vivir en una prisión, donde existe apenas una pequeña hendija. Y lo peor es que hacemos eso muchas más veces de lo que percibimos. Y vivimos en la ceguera mucho más de lo que suponemos.
¿Qué tal mudarnos de casa en este momento? Qué tal salir de la caja e ir al castillo de si mismo? ¿Qué tal mirar adelante, permitirse al menos admitir que lo diferente no precisa ser mejor ni peor? ¡Puede apenas ser diferente!
Recuerda de que tu derecho de elección continua preservado y nada tiene que ver con la inteligente decisión de parar de rotular. Tienes el derecho de querer esto o aquello, de gustar o no gustar de algo o de alguien. Sin embargo, eso es absolutamente diferente a juzgar, condenar y ni siquiera dar la chance de saber de lo que se trata realmente, de quien realmente estás hablando.
Generalmente, cuando conocemos a alguien muy diferente de nosotros o con características sobre las cuales generamos prejuicios, acostumbramos llamarlo “raro”. Sugiero que cambies esa expresión por otra, mucho más democrática e interesante: exótico”. En vez de ver lo raro, comienza a ver lo exótico que permea lo diferente o lo desconocido.
Puedo apostar que, a partir de entonces, estarás corriendo el serio riesgo de sorprenderte positivamente y descubrir que, por entre ventanas abiertas y el ejercicio de tu más noble perspicacia, existen personas muy especiales que hasta ahora no te habías dado la chance de conocer!
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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Publicado dia 7/9/2012 12:03:09 PM em STUM WORLD
