Un día me encontraba yo muy mal con mi realidad; nada tangible ni definido, solo un malestar con todo… y tan grande que me lancé a la herramienta que siempre me viene sacando de esas y de otras situaciones y haciéndome más lúcida… Ese día, no me acuerdo bien de toda la experiencia, pero… yo hacía el Ho’oponopono para limpiar aquellas memorias, cuando una voz me pidió que parase todo, un momento…
Así lo hice y me vi frente a una mesa como si toda mi realidad de tercera dimensión estuviese allí puesta, encima de un mantel… me vi tirando del mantel de una vez y tan de repente que llevé un susto… y vi maravillada, toda aquella realidad que me oprimía hasta hace poco, romperse en mil pedazos o más… y… para sorpresa mía, en el mismo lugar donde antes estaba aquella realidad que me agobiaba, aparecía otra… plena de luz azul y verdosa… como una ciudad de luz que emanaba Fuerza y Calma… una fuerza diferente que, ahora me acuerdo, me transmitía la confianza en la Paz… la fuerza de la confianza en la Paz.
Fragmentos de la antigua realidad desconcertada aún permeaban, aquí y allí, esta nueva que estaba, según creo, en el mismo espacio de la mía, o de la que hasta entonces consideraba que era mi realidad… pero con la sensación de libertad al ver la realidad de tercera dimensión romperse en mil pedazos o más. No sé cómo describirlo… me hizo sentir con toda la fuerza que todo lo que se rompió era ilusión… ¡y me sentí libre!
Fue un alivio tan grande que una parte de aquella sensación permaneció conmigo unos dos días y hasta hoy, en pequeños lapsos, cuando esta realidad de aquí me da una rendija…
En el mismo momento, lo mismo que cuando retiramos muchos velos, pude experimentar la libertad que está presente cuando todos los problemas dejan de existir…
En aquel momento pensé incluso que el hecho de hacer el Ho’oponopono para limpiar las memorias podría ser una forma de creer en la ilusión de que hay memorias para limpiar… y durante dos días me negué a hacerlo… no solo el Ho’oponopono, sino cualquier otra cosa, incluso porque esa certeza de la existencia de una realidad, sin ilusión, estaba aún muy presente y ningún problema tenía fuerza como para permanecer en ese estado de conciencia… pero poco a poco las memorias fueron desempeñando el papel de hacerme nuevamente creer que ellas eran reales y no pura ilusión… y con ellas los problemas y todos los efectos colaterales de vivir en la tercera dimensión…
Sin embargo, algo ha quedado diferente en mí para siempre… la certeza de que hay un estado de conciencia de Paz y libertad que siempre está disponible… he comprendido que, mientras estamos atrapados en esta realidad de tercera dimensión, creada por las memorias… necesitamos herramientas para limpiar esas memorias… sería algo así como… el saber que el fuego es ilusión no impide que nos queme, si creemos en él… y en ese estado es preciso precavernos para no quemarnos.
Hay que vivir en la conciencia de que todo es ilusión… y no solo saberlo.
Y así fue como se me ha mostrado la imagen de un muro muy alto, casi inaccesible desde donde me encontraba, allí abajo, mirando hacia arriba… Imagínese un muro muy alto y allá arriba está la Libertad… el Vacío… Pero tú no puedes llegar sola a la cima de ese muro que es realmente muy alto… tendrías que construir una escalera para llegar a la tan soñada libertad… un escalón tras otro para lograr subir hasta lo alto de ese muro y ser libre… Cada peldaño sirve de base para el otro, puesto que el único material disponible es el cemento…
Así, construyes un escalón calculando la profundidad necesaria para que ese peldaño sea una base suficiente para que en ella quepan todos los otros peldaños necesarios para que tu escalera llegue a lo alto del muro…
Y así lo haces… construyes el primer escalón, esperas a que seque y a partir de ahí haces el segundo… el tercero… y así sucesivamente… a cada peldaño ya estás cada vez más cerca de la cima y, a medida en que vas subiendo, tu visión se acerca cada vez más a la de un águila, que lo ve todo desde arriba; a cada nuevo peldaño tu visión se ensancha… y desde allí percibes que algunos de los problemas que tenías cuando estabas abajo ya no son problemas… desde allí avistas más soluciones y, aunque aquellos existan, tú estás diferente frente a ellos y encuentras salidas creativas que les hacen no ser ya problema…
Y así continúas construyendo tu escalera con calma sabiendo que vas hacia la tan soñada libertad, y aunque los problemas continúen formando parte de tu realidad, la forma de pasar por ellos ahora marca toda la diferencia… solo entonces percibes cuán inmersa estabas antes en ellos, y cómo de aquella manera no había ciertamente salida… Otro escalón más y donde antes veías problemas ahora ves oportunidades…
Hasta que un día… por fin alcanzas la cima del muro… y desde allí percibes desconcertada que no existe muro… no existe escalera… y mucho menos existen los conceptos de abajo y arriba… pero, de alguna forma, mientras no lo sabías, has tenido necesidad de las escaleras para subir al muro que te ha llevado a la libertad, aunque tales escaleras sean pura ilusión así como el acto de subirlas.
A partir de ahí, muchas cosas me han quedado claras… especialmente que mientras yo tenga la creencia de que el muro existe voy a necesitar escaleras para subir hasta la cima… y hoy en mi vida, quien mejor hace ese papel de escalera es el Ho’oponopono… es la herramienta que me viene llevando alguna que otra vez a sentir la libertad… hasta el día en que vaya a vivenciar que él también es una ilusión… lo mismo que la propia libertad, que solo existe porque tengo la creencia de que existe la ilusión…