Tu mente tiene la capacidad de revelar eventos almacenados en tu memoria profunda y que siquiera pasaron por tu conciencia inmediata. Sería como si tu cerebro tuviese, y de verdad la tiene, la capacidad de guardar un recuerdo de cualquier vivencia tuya, pero que no presenciaste conscientemente. Mira el ejemplo de este relato:
Cierta vez, una amiga sugirió que yo trabajase una pequeña y reciente cirugía a que me había sometido. Pensamos correctamente que por menos problemas que una cirugía pueda haber tenido, de modo general, sólo el hecho de haber pasado por ella, por menor que fuese, ya sería viable cuestionarse si algo puede haber quedado pendiente, como “fluctuando” por el inconsciente, como algún trauma congelado.
Al empezar la sesión de EMDR, se me preguntó sobre el momento de mayor impacto representado por la cirugía. Como respuesta inmediata, espontáneamente, surge en mi mente la escena de mi bajada al quirófano. Confieso que hasta aquel momento de la sesión estaba activada en esa pesquisa, pero totalmente exenta de pretensiones puesto que no asociaba a aquella cirugía absolutamente nada en mi vida que me perturbase. Tanto la propia cirugía como el posoperatorio habían transcurrido de modo tranquilo y sin que ocurriese nada de particular.
El protocolo en EMDR* se llevó a cabo y varias escenas sobre el recorrido que hice hasta el quirófano empezaron a surgir desde diversos ángulos diferentes, cosa que me pareció interesante, pues nunca había pasado por ninguna experiencia de ese tipo en EMDR*. (Es magnífico ver cómo nuestro cerebro creativo tiene inteligencia particular y propia para reprocesar nuestras cuestiones). En la secuencia de las escenas y ya con una pequeña incomodidad emocional, reviví el instante en que me dieron la anestesia y en un flash instantáneo salté a una situación en que reviví una escena sorprendente y que hasta aquel momento siquiera recordaba que hubiese sucedido. Me vi despertando en medio de la operación quirúrgica. Reviví la escena como si estuviese ocurriendo en aquel momento, aun sabiendo que no era así. Abrí los ojos y lo que recuerdo es haber quedado casi ciega con las luces del campo operatorio. Me encontraba totalmente despierta y sabedora de que la operación aún no había terminado. No sentí dolor alguno, solamente me desperté y me topé de cara con la incomodidad del flash de las luces que apuntaban directamente a mis ojos. Recuerdo haber pasado algunos segundos durante la operación mirando aquellas luces y molesta con la claridad hasta sentirme mareada y, aún medio aturdida, decir que estaba despierta. Los médicos y auxiliares en torno a mí ciertamente me oyeron y sin dirigirme una sola palabra, únicamente comentaron entre sí que había que volver a sedarme. Después de la operación, no hubo comentario alguno acerca del breve incidente y yo tampoco me acordaba de nada y seguí adelante.
Hasta ese punto del reprocesamiento y con la revelación de lo ocurrido y ahora sin incomodidad alguna, pensé: “¡muy bien, terminó la sesión, interesante! No obstante, en el chequeo general del protocolo, aún había un residuo de perturbación. ¡Y nos pusimos a ello! Repentinamente, empecé a presentar síntomas de jaqueca, sensación no muy frecuente en mí, pero que ocasionalmente ocurría. Continué con el proceso y fueron surgiendo escenas y más escenas en que mis dolores de cabeza amenazaban con dispararse. Nunca lo había relacionado, pero el hecho es que después de aquella operación quirúrgica, cada vez que iba a algún restaurante donde hubiese una luz de techo enfocando directamente mi cabeza, yo pedía cambiar de sitio. ¿El motivo? Indicios de dolor de cabeza y sutil amago de vómito. ¡Bingo! Era el lastre de la incomodidad de haberme despertado durante la cirugía y todo lo que eso significó emocionalmente en mi historia de vida. Una luz encima de mi cabeza, o más claridad enfocada hacia mí, eran directamente asociadas al acontecimiento de la visión perturbadora de la luz del quirófano, en el momento en que desperté antes de haber terminado la operación.
A partir de ese punto, el reprocesamiento se verificó por completo, accediendo a lugares de mi psiquismo inimaginablemente libertadores. ¿Resultado? Esto sucedió hace unos dos años y nunca más he tenido indicio alguno de dolor de cabeza. Además, cuando me pidieron que escribiese este relato, y aunque todas hemos charlado mucho en aquella ocasión sobre la sorpresa revelada, ya ni me acordaba de la enorme perturbación que era para mí ponerme a averiguar en restaurantes, por ejemplo, dónde podría sentarme para evitar que alguna luz fuerte me enfocase.
Resumiendo: la mente humana es la facultad sensorial de la inteligencia. Una de sus funciones es la de captar informaciones provenientes de los sentidos y almacenadas en las neuronas cerebrales. Nuestra mente también está en condiciones de captar y almacenar como memoria cualquier tipo de emoción, así como lo que ésta haya podido cognitivamente representar en el momento de la percepción. Mediante un buen procedimiento de reprocesamiento cerebral, absolutamente todos nosotros estamos en total condición para entrar en sintonía profunda y traer a la conciencia cualquier información que se encuentre allí almacenada.
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
Tel. (11) 99938.3142 - deixar recado.
Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos
Publicado dia 2/18/2013 2:09:17 PM em STUM WORLD
