En la lucha por la vida el trabajo es arma y escudo. Esto es lo que está escrito en la medalla de oro macizo que ilustra este artículo. Recibí la medalla como premio y reconocimiento por mi trabajo prestado cuando, hace veinte años, pedí la cuenta en la empresa de equipamientos en que trabajaba en Italia, para finalmente regresar al Brasil, tras un período fuera del país, provocado por la insoportable atmósfera de un Brasil todavía gobernado por militares. La medalla se encajaba perfectamente en el contexto de aquel período.
Lo importante era esencialmente tener un trabajo lo más seguro posible, el más lleno de responsabilidades, el mejor remunerado, el que más podía garantizar un estatus ante la sociedad.
Y yo, como la mayoría de mis coetáneos, sin grandes cuestionamientos en cuanto a otros eventuales valores, luchaba arduamente para conquistar mi lugar al sol.
El trabajo venía en primer lugar, orientando y balizando así todos los demás aspectos de mi vida, tanto en la relación familiar, como en lo social, en el esparcimiento y en cualquier otro plano, si es que me quedaba espacio para alguna cosa más…
A fin de cuentas, la vida parecía una batalla, una guerra, una competición extremada y sangrienta. Sólo quedarían los más competitivos, los más ambiciosos, los más fuertes; los derrotados amargarían la tristeza de las dificultades, del trabajo subordinado y sin brillo, sin medalla…
Mal sabía yo que estaba ganando sobre todo estrés, enfermedades físicas, frustraciones. Mis relaciones personales importantes se estaban destruyendo, los amigos verdaderos olvidados y la vida haciéndose cada vez más vacía y superficial. Era el resultado de una herencia que venía seguramente de mi padre, de mi abuelo y del ambiente en que me crié y en el cual trabajaba y vivía.
Me habían enseñado muchas cosas erróneas. Valores que nada tenían que ver conmigo, con mi verdadera misión de vida, con la alegría de vivir, con la felicidad que una vida conformada a nuestra real vocación puede proporcionarnos. Cuánto tiempo desperdiciado, cuánta energía dispersada en banalidades, en inutilidades; cuánta preocupación por agradar a mis padres, suegros, a otras personas que yo tenía por importantes, sobre todo cuando podían ser consideradas ricas, o mejor, que tenían dinero…
El despertar de la conciencia es al comienzo doloroso, pues hay un peaje que pagar. Es duro abrir mano de determinados valores que han estado condicionándonos durante tanto tiempo; es complicado desapegarse de cosas, costumbres, personas, ideas; pero si no lo hacemos estaremos viviendo como anestesiados, perdidos en medio de otros muchos que no se dan cuenta de que el mundo verdadero es otro… y que es preciso finalmente Morir con el pasado.
¿Cuántas veces tendremos aún que cumplir rituales que otros nos exigen para estar dentro de un determinado patrón? ¡Cuánto tiempo aún vamos a desperdiciar antes de percibir que ya hemos literalmente tirado a la basura una buena parte de nuestra existencia! ¿Cuánta preciosa energía tendrá que ser consumida aún hasta dar el primer tímido paso hacia ese cambio tan necesario?
Lo más interesante es que para despertar no hace falta casi nada. Nada de grandes viajes, ninguna inversión, ninguna preparación compleja, ningún doctorado. Basta empezar a oír… la voz del silencio. Basta empezar a escuchar lo que el alma nos transmite, con cariño y precisión. Es entrar en nuestro mundo interior, el mundo infinito de la verdadera sabiduría, que alcanza, en el inmenso acervo de datos que es nuestro inconsciente, el Gran Mar Profundo, del cual muchos de nosotros, hasta ahora, tan sólo hemos atisbado la menor parte: la superficie.
La búsqueda en mi caso comenzó por la repetición de dolencias físicas, que me llevaron a largos períodos de inactividad, pero que me proporcionaron finalmente el inicio mágico del diálogo interior. A partir de ese momento ya no ha sido posible parar, y nunca más he sido el mismo.
¿Vamos a empezar también? O es que aún hay que esperar más y más… ¡¿más qué?!
El Universo pide a todos una colaboración creativa, desea personas que amen de corazón lo que están haciendo, que sientan placer en desarrollar sus verdaderos potenciales y dones. Si estás leyendo ahora este artículo, es muy probable que ya estés preparado o ya hayas empezado. Las personas inteligentes no necesitan ponerse enfermas para cambiar… y algunas ya vienen bien preparaditas para dar su contribución plenamente a este planeta en continua evolución.
¿La medalla? Se la regalé a una persona querida. De esta guerra definitivamente ya no voy a morir.
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Ejercicio de Imágenes Mentales por: Izabel Telles
EJERCICIO PARA ROMPER CON LA OSCURIDAD
Imagínate en un espacio oscuro y siente lo incómodo de estar allí.
Respira una vez, da un paso al frente y mira, siente o imagina un paraíso lleno de sol, plantas, flores y vida.
Respira una vez y camina en dirección a un magnífico horizonte bañado e iluminado por los rayos del sol, con la seguridad de que has salido del aislamiento.
Entonces respira y abre los ojos.
Hazlo durante 21 días, todas las mañanas al despertar y siempre que percibas haber oído, visto o sentido una emoción desagradable.
Publicado dia 5/29/2013 9:53:23 AM em STUM WORLD
