Durante grande parte de mi vida creí en una búsqueda que empezaba con la siguiente pregunta: ¿quién soy yo? En algunos cursos que hice, incluso una de las dinámicas más impactantes e inquietantes, al menos para mí, tenía que ver con ese cuestionamiento. ¿Quién soy yo y qué estoy haciendo aquí, en este mundo?
No quiero decir, en forma alguna, que esta reflexión no tenga validez. Ciertamente, la tiene. Pero hoy, después de asimilar algunos nuevos conocimientos, que han trastocado bastante algunas supuestas convicciones, pienso que la mejor percepción – que no es un cuestionamiento ni tiene que ser, necesariamente, una reflexión – es: yo no soy esto o aquello. Yo solamente estoy esto o aquello en este momento.
Quizá, para los que necesitan conclusiones o explicaciones terminadas para sentirse más seguros acerca de su lugar en el mundo, esa no sea una percepción agradable. Hasta diría que la mayoría de nosotros ha aprendido a buscar en el quién soy yo una cierta tranquilidad, una cierta estabilidad, una cierta impresión de que, una vez respondida esta pregunta, algo estaba puesto y nos daba la clave para la vida, finalmente.
¿Será así? ¿Será posible para nosotros ser alguien desde el momento en que nacemos hasta el día de nuestro tránsito? Me parece que, más que imposible en la práctica, esta es una condición que, cuando sostiene nuestros sueños y planes, sólo sirve para escayolarnos y robarnos la posibilidad de hacer revisiones, de volver a comenzar, de retornar y de renovar los significados.
No sé si conseguimos estar completamente nuevos todos los días. Quizá ni siquiera seamos o estemos completamente otros. Pero ciertamente ahora, en este exacto instante, estamos una continuación que nos transforma en una nueva combinación, en un acabado diferente, que puede imprimir diferentes e inéditas acciones sobre el mundo. Y esto es simplemente fantástico, aunque pueda incluso darnos miedo, en ciertos momentos.
Y a medida en que comprendemos la magnitud de la dimensión en que el estar – en vez de ser – nos sitúa, quizá podamos disfrutar más y más de la posibilidad de estar libres, de poder reinventarnos sin tener que corresponder a un molde que nosotros mismos hemos elegido para que sea el nuestro. Sí, porque ser alguien nos exige esfuerzo para continuar siéndolo, especialmente cuando ese ser tiene que ver con una imagen socialmente respetable. Ser el jefe, ser rico, ser exitoso, ser famoso, ser guapo… imposiciones que cuestan, que sustituyen, a menudo, en esta misma línea de razonamiento, el ser feliz, satisfecho, íntegro, el ser quien se quiere ser, sobre todo.
Pero si nos permitimos estar, entonces podemos mucho más levemente y de una forma mucho más desprendida, estar jefe hoy y subordinado otro día, estar financieramente quebrado hoy y financieramente acomodado dentro de unos meses, estar guapo hoy y mañana no tanto… En fin, una profusión de posibilidades que retira, como por magia, el peso gigantesco de tener que ser alguien – y alguien admirable, preferentemente.
Pues bien, quiero estar en el mundo. Hoy de una manera, mañana de otra. O bien hoy de una manera y mañana de esa misma manera, pero por elección, y no por imposición de mí misma. Atenta a mi esencia, sí. Pero todavía más atenta, sobre todo, a la verdad que quiero que exista en la respuesta a otra pregunta, que me ha parecido bastante más placentera y mucho más eficiente: ¿qué es lo que yo quiero en este exacto momento? ¿Quién quiero yo ser solamente por ahora, en esta situación, en este momento?
¡Uf! Tan más leve y auténtico que tener que corresponder a algo establecido, ¿no?
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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