Todos tenemos días difíciles, en que nos sentimos sin paciencia e irritados. Por eso diría que la irritación y la impaciencia, cuando ocasionales o resultantes de alguna fase complicada de la vida, no son exactamente un problema. Quizá una advertencia, un aviso de que la vida puede ser bastante más fácil si logramos mantener la calma y administrar mejor nuestros impulsos.
En caso contrario, aquellos que viven al borde de un ataque de nervios, tienden a ahuyentar a las otras personas e incluso a perder el contacto con amigos y seres queridos. Al fin y al cabo, raros son aquellos que toleran durante mucho tiempo y de forma espontánea a las personas malhumoradas, protestonas, groseras e intolerantes. Es realmente una convivencia desgastante.
Excesos aparte, pienso que en las relaciones el problema empieza cuando ambos están siempre irritados y sin paciencia, al mismo tiempo, los mismos días. O sea, cuando uno no logra mantener el equilibro ante el desequilibrio del otro. Más o menos así: uno no despierta bien. Está visiblemente irritado y malhumorado. El otro, si no anda atento y consciente, tiende a dejarse contaminar y, sin darse cuenta, se pone irritado y malhumorado también. Ni siquiera sabe por qué. O quizá justifique sus sentimientos diciendo que fue el otro quien lo ha provocado. Pero eso no es exactamente verdad. En última instancia, cada cual es responsable por sus propios sentimientos. Y cuando nos observamos y reflexionamos sobre lo que estamos sintiendo, conseguimos distinguir lo que es nuestro y lo que no lo es. Logramos recuperar la noción de nuestra realidad y lidiar mejor con lo que sentimos, cómo lo sentimos y por qué lo sentimos.
Un gran as bajo la manga, que puedes desarrollar en tu relación, es aprender a dar espacio al otro y reconocer que hoy el día no le está siendo fácil. En este día, da un crédito a tu pareja. Decide hacer el contrapunto y mantener la calma. Decídete por no mezclarte con lo que la incomoda, con lo que la desestabiliza. Decídete por mantenerte atento a ti mismo, a lo que piensas, a lo que dices y sientes. Pero principalmente a lo que haces.
La idea es que los días fáciles sean compartidos y multiplicados, pero que los días difíciles sean divididos. Un día para cada uno. Una especie de pacto de la paz. Evitar, al máximo, ponerse irritados e impacientes ambos al mismo tiempo. Cuando uno está sin paciencia, el otro lo releva, lo comprende y le da un tiempo hasta que los ánimos se calmen.
Lo mismo que un equipo, en nombre del amor y de la buena convivencia, maduros y conscientes, se hace mucho más placentero relacionarse. Y cuando no sea posible, muy bien. Sólo la tentativa de dar un crédito al otro en su ‘mal día’ y la consideración de que existe esa posibilidad ya puede marcar una gran diferencia. Y de crédito en crédito, ¡sólo tenéis a ganar!
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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