En una de mis consultas me encontré en una situación interesante. En aquel momento fue embarazoso, pero después me di cuenta de que había allí, en aquella escena, un aprendizaje extremadamente importante – para mí y para mi cliente.
Después de algunos meses de trabajo, él sentía una angustia tan grande que quería, de cualquier manera, descubrir un modo de acabar con aquello. Una receta, una fórmula, una respuesta, una explicación. Cualquier cosa que aliviase la frustración de no saber cuál sería el próximo paso. De no saber cómo podría doler menos y pensar menos. De vislumbrar un nuevo horizonte.
La cuestión pasaba por la pérdida de una relación amorosa. Larga, llena de vínculos y compromisos aún no finalizados. Y al llegar al fin, la relación servía de maestra: día tras día iba poniendo de manifiesto quién era él. Esto incluía muchos detalles buenos, pero también muchas características difíciles de lidiar.
El factor de complicación (si es que existe alguno en un proceso de autoconocimiento) era que él aún no era capaz de observar qué podría haber en él que fuese muy bueno. Tan sólo se culpaba y se dolía. Sobre todo, se sentía completamente perdido de sí mismo. Y en cuanto a lo que en sí veía que no le gustaba, no era capaz siquiera de imaginar cómo hacerlo de modo diferente, cómo ser de otro modo.
Y en un momento de profundo anhelo ¡me exigió una respuesta! ¡Rosana, tienes que decirme qué tengo que hacer! Yo le sugerí: ¡Para saber qué hacer, amigo mío, antes tienes que descubrir qué es lo que estás ganando con todo esto! Claro que mi sugerencia sólo fue posible debido al nivel de profundidad a que nuestro trabajo había llegado. Él inmediatamente se defendió: ¡No estoy ganando nada! ¡Sólo pierdo! ¡Hace mucho tiempo que vengo perdiendo!
Yo insistí: ¡Tú ciertamente estás ganando algo! ¡Siempre que uno se agarra a una situación tan aferradamente, negándose a soltarla, es porque estamos ganando algo con ella! ¿De qué no quieres abrir mano cuando intentas convencerme de que quieres de vuelta algo que estaba destruyéndote? ¿Qué es lo que tú estás ganando ahí, en este lugar, mientras te niegas a mirar al frente y simplemente dar el próximo paso?
¡Definitivamente, Rosana, no estoy ganando nada! Pero si realmente lo crees así, entonces, dímelo tú: ¿qué podría estar yo ganando? Y yo fui absolutamente sincera: ¡Podría incluso arriesgar, pero con grandes posibilidades de equivocarme! Y, en última instancia ¡sólo tú sabes lo que puedes estar ganando! Tiene que ver con tus creencias, con tus verdades. ¡Yo realmente no tengo tu respuesta!
Él bajó la mirada y permaneció en silencio durante unos breves minutos. Después, me miró y dijo: ¡Yo esperaba que tú, con todo tu conocimiento, supieses contestar qué está sucediendo en mi vida! ¡Pero no pasa nada, voy a intentar descubrir qué estoy ganando con ese miedo terrible a asumir que no soy capaz siquiera de mantener en pie un matrimonio!
Respiré hondamente, en una mezcla de emoción, alegría, encantamiento y amor hacia aquel ser humano increíble y animoso que tenía delante de mí. Él acababa de verse a sí mismo, en fin, en aquel exacto momento, pero a pesar de todo no se dio cuenta. Me despedí de él y sólo volví a verle la semana siguiente.
Él entró, se sentó y sonrió. Una sonrisa nueva, iluminada, llena de vida. ¡De su vida! Y me contó acerca de varias decisiones que había tomado, varias percepciones que había tenido en los últimos días. Varias nuevas formas de ser y de dejar de doler por doler. Sí, él había encontrado la respuesta, pero ésta ya no tenía importancia a medida en que él simplemente se permitía vivir – un día cada vez – como quería y como conseguía.
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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