Cuando mantienes una relación, bajo cualquier título - amigo, acompañante, pareja, pretendiente, cónyuge, etc. - esta relación puede compararse a una combinación entre dos elementos químicos.
La interacción entre lo que tú eres y lo que el otro es, resulta en un tercer elemento, diferente de lo que es cada uno individualmente y también distinto de la simple suma de dos individualidades, ya que somos intrínsecamente mutables.
No es difícil percibir esa alquimia si observamos que nos conducimos de modo específico y diferenciado dependiendo de con quién estamos. Con algunas personas somos más tranquilos, con otras, más frágiles; con algunas, más agitados, con otras, más espontáneos, y así sucesivamente.
Ahí está el encanto de los encuentros: ¡todo puede ser transformado! Basta que uno de los dos cambie, y el resultado será nuevo, será otro, diferente del obtenido hasta entonces.
Sin embargo, desgraciadamente, a menudo nos olvidamos de esta opción (o elegimos mantenernos en la cómoda postura de ignorarla). Preferimos creer que el otro es siempre el mismo, no cambia nunca y que, solos, por mucho que lo intentemos, no podemos modificar la relación.
En esta creencia están contenidas dos equivocaciones extremadamente limitadoras: la primera es que el otro no es el mismo siempre y puede cambiar en cualquier momento, lo creas tú o no. Lo más probable es que no quieras arriesgarte a contemplar esta posibilidad, incluso porque tales cambios no necesariamente serán de tu agrado; pero que él puede cambiar, de eso no cabe duda.
El segundo error se refiere al hecho de que tú, solo, sí que eres capaz de modificar la relación. Quizá no quieras. Quizá no estés dispuesto. No obstante, es un hecho: ¡cuando tú cambias, la relación cambia! Claro que esto tampoco es garantía de que al otro le gustará el cambio, pero que será diferente, ¡eso sí!
Porque si consideramos que cambiar es elección personal e intransferible, o sea, que sólo estamos habilitados para promover cambios a partir de cambiar nuestras propias actitudes (y, por tanto, nadie puede cambiar por otro), hay aquí una valiosa conclusión: si tú deseas que tu relación sea diferente de lo que es actualmente, decídete tú por cambiar tu comportamiento y deja de invertir toda tu energía en la expectativa de que el otro cambie. En caso contrario, correrás notable riesgo de quedar frustrado muchas y muchas veces.
Es obvio que se hace extremadamente delicado invertir en cambios cuando el otro es parte esencial de lo que vendrá a ser. Requiere dedicación, paciencia y persistencia. Requiere el ejercicio constante e intensivo de tus mejores cualidades. Requiere sobre todo la decisión contundente y firme de que deseas decir y expresar, ser y actuar, proponer y sentir un amor 'manualmente' transformado.
Y ahí es donde está el quid de la cuestión: sentarse en el sofá de la sala y pensar en lo pesados que vienen siendo tus días al lado de alguien con quien habías imaginado vivir una linda historia de amor es realmente mucho más difícil. No obstante, no te brinda alegría, satisfacción y la sensación de haber hecho absolutamente todo lo que podías para que los próximos días sean diferentes.
Tener en la punta de la lengua un sin número de quejas no te permite vivenciar una competencia superior, osada, propia de quien redacta su historia en imperativo, de modo consciente, y no en condicional, solamente reaccionando al ritmo que la vida o los demás le imponen.
A fin de cuentas, tu capacidad de dar nuevo sentido a esta relación (y a tu vida) es una oportunidad de apostar por aquello que deseas para ti, de un modo nuevo. Y si consigues vislumbrar la sutileza contenida en esta posibilidad, ciertamente entenderás que la felicidad no está únicamente en los resultados que obtienes, sino especialmente en lo que haces, y cómo lo haces, para alcanzarlos.
Rosana Braga é Especialista em Relacionamento e Autoestima, Autora de 9 livros sobre o tema. Psicóloga e Coach. Busca através de seus artigos, ajudar pessoas a se sentirem verdadeiramente mais seguras e atraentes, além de mostrar que é possível viver relacionamentos maduros, saudáveis e prazerosos.
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