El concepto de poder a que estamos acostumbrados es, por lo regular, aquel que se refiere a la actitud de ejercer alguna influencia o dominio sobre el otro.
Entretanto, en el plano de la espiritualidad, el poder tiene una connotación mucho más profunda. Se refiere al poder sobre nosotros mismos, que emana de la conciencia divina que habita en cada uno.
Cuando éste está plenamente despierto y fortalecido, se expresa como un poder espiritual, una fuerza interior que nos hace capaces de dominar el ego y las emociones y tener total seguridad y control sobre nuestra propia vida.
Aquel que lo experimenta no teme el juicio o el rechazo ajenos, ni supedita sus actos al miedo o la culpa. Las opciones que elegimos, por cierto, son los más fuertes indicios de la plenitud del poder espiritual.
Y éste, cuanto más desarrollado esté, mayor será la seguridad para tomar decisiones y, de forma madura, pagar el precio que fuese necesario por ellas. En la inmadurez, por el contrario, se teme elegir algo por temor a equivocarnos o por la incapacidad de abrir mano de alguna cosa para poder disfrutar de otra.
Para que el poder interior se convierta en el único maestro de nuestra vida, es imprescindible que aprendamos a vivir de modo totalmente consciente, en lugar de seguir en un estado de letargo y adormecimiento, dejándonos arrastrar por los acontecimientos, como víctimas indefensas del destino.
Aunque haya aspectos de la existencia que pertenecen a la dimensión del misterio, y sobre los cuales no tenemos el menor control, gran parte de nuestra jornada puede, desde luego, ser delineada por el poder de nuestra voluntad, por un desear profundo, que se impone de manera espontánea y natural, sin lucha alguna, cuando emana directamente de nuestro poder interior.
“Madurez: la diferencia entre el césped y las flores es la misma que hay entre tú, mientras no sabes que eres un buda, y tú en el momento en que comprendes que eres un buda. De hecho, no podría ser de otro modo.
El buda es completamente florecido, enteramente abierto. Sus lotos, sus pétalos, han llegado a una completa realización… Ciertamente, ser tú mismo, pleno de primavera, es mucho más bello que el rocío de otoño cayendo sobre las hojas de loto.
Y mira que esa es una de las cosas más lindas de ver: el rocío de otoño cayendo sobre las hojas de loto, brillando al sol de la mañana, como perlas verdaderas.
Naturalmente, esto no es más que una experiencia momentánea. A medida que el sol se eleva, el rocío de otoño comienza a evaporarse. Esa belleza pasajera ciertamente no puede ser comparada con una eterna primavera en tu ser.
Por lejos que consigas ver hacia atrás, observarás que esa primavera siempre ha estado allí.
Mirando hacia delante lo más que puedas, te sorprenderás: se trata de tu propio ser. Donde quiera que estés, esa primavera estará también, y las flores continuarán cayendo sobre tu cabeza. Esto es primavera espiritual”.
Osho – No mind, the flowers of eternity.