Siempre que nos enamoramos, la sensación es la de zambullirnos de cabeza en el caldero de alguna bruja, en el momento máximo de la ebullición. Sentimos algo así como un alboroto placentero y al mismo tiempo explosivo, con tanta fuerza dentro de nosotros mismos, que el mundo allá afuera parece lento y lejano… ¡Y esto sucede dentro de nosotros y simultáneamente dentro de la persona de nuestra relación!
Otro factor interesante a saber, es que la energía que rola en el enamoramiento, por lo regular siempre ocurre en la reciprocidad y nunca de modo unilateral.
Cuando nos sentimos enamorados, somos acometidos por la fuerte sensación de que nuestras necesidades más profundas, nuestras fantasías y nuestros deseos secretos, por fin van a tener ocasión de suceder. Esas posibilidades se ven tan fuertemente activadas que todo nuestro entorno se vive como en un flash, de una foto sacada en un precioso y mágico momento de éxtasis. Es promesa de materialización de toda nuestra plenitud existencial.
Gracias a la magnitud de una experiencia de ese tipo, nuestra percepción para todo cuanto esté más allá del enamoramiento queda alterada. Durante algún tiempo solemos perder el apetito y todo el resto de la humanidad más las cosas en general, incluido el planeta, parecen rodar a cámara lenta… Sensaciones y sentimientos inexplicables que sólo quien ha pasado por esa maravillosa experiencia puede comprender.
Desmenuzando y profundizando un poco más, en los subterráneos de este escenario por tanto, podemos observar que en la situación de enamorados invariablemente proyectamos todas nuestras necesidades en la persona de nuestra elección, e igualmente la recíproca del otro viene exactamente en el mismo orden de funcionamiento.
Como resultante de este fenómeno, es un hecho que en algún momento llegaremos a despertar y cuando lo hagamos ciertamente habremos de advertir que el otro es alguien independiente de nosotros mismos, y a menudo, en muchos aspectos, bastante diferente de como al principio lo habíamos imaginado o idealizado. Si conseguimos aguantar las diferencias y aun así continuamos admirando a nuestra pareja, el amor en su expresión mayor tendrá espacio para su verdadero florecer. Pero si en vez de eso nos sentimos negativamente impactados al ver la realidad de nuestra inversión afectiva, bastante diferente de aquello que habíamos concebido en la fase de enamoramiento, fatalmente se producirán los dolores de los desencuentros, las famosas rupturas, y finalmente las desilusiones. Entonces es cuando la unión de dos que se imaginaban uno, nuevamente se convierte en dos. Un aprendizaje de la experiencia humana similar a la repetición de salir del vientre de la madre, o sea, el nacimiento. La repetición del ciclo (¿trauma?) de cuando, teniendo suplidas todas nuestras necesidades para la supervivencia, abruptamente sufrimos una ruptura en que nos vemos “obligados” o nos sentimos arrojados al mundo de modo único e independiente, sin la simbiosis, y teniendo que lidiar solos con todo lo que viene por delante. Muchas personas se enfrentan muy mal a ese ciclo, y como si estuviesen reviviendo una situación traumática, acaban enfermizamente recalando de modo indefinido en situaciones de ese tipo. En tales casos es fundamental la ayuda terapéutica para que puedan seguir con sus vidas sin el vicio del enamoramiento, sin las dificultades depresivas y sin la sensación de vacío y de soledad de cuando están sin nadie, a merced de sí mismas.
Durante toda la vida, de algún modo, vamos a repetir siempre ese patrón inicial de vida, donde a veces estaremos juntos, a veces no. Esto ocurre en el enamoramiento, en la unión sexual y en otras muchas situaciones, en las cuales un cierto tiempo estamos con uno, después con otro, y otra vez volvemos al uno. Otros ejemplos en que esa vivencia suele producirse se dan en la experiencia creativa, donde a principio existe cierta unión con aquello que se crea y a continuación se pasa a observar la creación fuera de uno mismo.
Infinitas veces ocupamos la misma cama de algún proyecto que estamos viviendo y permanecemos en esa situación hasta el momento de la separación; forma parte de la experiencia humana. La gran enseñanza viene a ser aprender a lidiar con los momentos de unión y de ruptura.
A fin de tener una reflexión sobre la enseñanza de la experiencia por la cual estamos pasando, funcionamos como un imán que atrae y repele. Actuaremos de esta forma hasta aprender a lidiar con el otro, que puede ser persona o cualquier otra cosa, sin hacernos simbióticos, sin perder nuestra identidad.
Enamorarse es saludable, pero sólo hasta cierto punto. Por ser extremadamente placentera esa sensación, incluso podemos perder la identidad durante algunos momentos; no obstante, debemos siempre permanecer atentos para no sobrepasar jamás la tenue frontera del riesgo de desvaírnos completamente de nosotros mismos. Con atención redoblada para no llegar al punto de olvidarnos de alimentarnos y de implicarnos en otras actividades. Una versión enfermiza de esto es lo que hoy día solemos llamar estrés. De ahí la importancia de poder y saber cuidarse en la medida correcta, siempre atentos a nuestros límites personales.
“Simbiosis más allá de la medida no es existir, es olvido de uno mismo”.
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos
Publicado dia 7/25/2014 10:37:24 AM em STUM WORLD
