El ser humano en general tiene una capacidad enorme para adaptarse a situaciones y personas, lo cual no deja de ser muy bueno, si bien cuando excede tus límites y empieza a hacerte daño, significa que estás usando máscaras.
Vestir una máscara significa perder tu identidad y pasar a proceder conforme a los deseos del otro.
Significa atender a los deseos de los demás y no a los tuyos.
Sentimientos retenidos en exceso forman una presión interior que un día tendrá que disolverse de alguna manera y normalmente esa disolución viene en forma de depresión o crisis de pánico.
La depresión tiene origen en un exceso de pensamientos situados en el pasado, en que el arrepentimiento forma parte del momento presente; en cambio, el pánico tiene origen en el exceso de pensamientos proyectados en el futuro y es la ansiedad lo que domina el momento presente.
Sentirás que tu vida fluye de manera diferente a medida que observes con sinceridad lo que te perturba interiormente y desees de todo corazón cambiar tu condición. Si hoy te encuentras en una situación que te trae infelicidad, ten la más absoluta seguridad de que ésta no ha sido puesta en tu vida para que finjas que no pasa nada, sino para proporcionarte crecimiento personal.
La duración de una situación que no te agrada es directamente proporcional a lo que tardas en hacer tu aprendizaje con ella.
Vestir una máscara y soportar una situación significa convivir eternamente con aquel problema. Si hoy te sientes mal con tu relación o bien por no tener ninguna, si estás a disgusto en tu empleo o con tu familia, es el momento de comprender cuál es el sentimiento que predomina.
Si es de enojo, vive intensamente ese enfado hasta que se disuelva y muestre lo que hay por detrás; probablemente vendrá un enorme sentimiento de abandono y rechazo.
Si se refiere a una persecución, puedes estar seguro de que hay un resentimiento no resuelto por detrás.
Sea cual fuere el sentimiento secundario, es muy importante establecer su identificación; entonces, a través de la Mesa Radiónica, el momento exacto en que se generó el bloqueo será identificado y eliminado. Llegamos así a la conclusión de que el peor camino que se puede recorrer es aquel en que se utilizan máscaras.
Atendí a una chica que se decía muy infeliz con su matrimonio y con el hijo que habían adoptado.
El marido la amaba de una forma verdadera, intensa, y hacía todo cuanto estaba a su alcance para hacerla feliz, pero aun así, ella no se sentía bien. Él no podía tener hijos y en el deseo de constituir una familia con ella, propuso la adopción.
Ella, en la creencia de que sería un proceso muy prolongado, aceptó la propuesta que le hacía su marido solamente por agradarlo. Pero ocurrió exactamente lo que no se esperaba, la adopción se concretizó en menos de dos meses y entonces vino el proceso de depresión más profundo que ella había vivido.
El empleo que tenía ya no sería viable, pues el número de viajes que debía hacer sería completamente incompatible con la tarea de ser madre, con lo cual, dejó también el empleo.
Se sentía perdida, depresiva, y peor quedaba cuando los de su entorno le decían que ella tenía la vida que todos soñaban.
Ella no era capaz de amar a aquel hijo como debería, no lograba amar a su marido como él se merecía y no se realizaba profesionalmente en su nuevo empleo, pues éste representaba simplemente una forma de escapar a su triste día a día.
Empezamos así la atención con la Mesa Radiónica, equilibrando sus frecuencias y después localizando el sentimiento secundario que había por detrás de aquella depresión.
Identifiqué, entonces, a partir de los dos años de edad, un serio problema de rechazo por parte de su madre. Su madre le pegaba casi todos los días, con o sin motivo, y le decía que la maltrataba por el simple hecho de que ella existiese.
Aquel sentimiento enorme de rechazo le hacía no sentirse digna de amar ni de ser amada por nadie.
Eliminé así tal bloqueo y, en el transcurso del tratamiento ella fue verbalizando la importancia del hijo en su vida y a continuación la estima hacia su marido.
El proceso depresivo se disipó dejando espacio a una vida de merecimiento y realización.