Abrir mano de tu vida por el otro, colocar al otro siempre en primer plano, adaptar tus objetivos en función del otro, es un claro indicio de que tú, de hecho, no te amas. No tener amor propio significa no considerarse merecedor del amor del otro. Y en este punto cabe detenerse un poquito a pensar… ¿es así como te sientes? Nada nos hace aprender más sobre nosotros mismos que las relaciones.
Si las relaciones en tu vida tienen siempre una característica de conturbación e infelicidad, es de suma importancia hallar el origen de tal bloqueo. Pensar, analizar y querer cambiar requieren empeño y dedicación.
Quejarse y considerar que la vida es cruel, es un camino que no conduce al crecimiento, sino a la repetición.
Poseemos una herencia familiar que dice que tenemos que encontrar a la persona perfecta para relacionarnos y, en esta búsqueda frenética, lo que encontramos es el reflejo de lo que somos. La verdadera búsqueda debe ser la de nuestra perfección y entonces lo similar vendrá a nuestro encuentro.
Hace algunos meses atendí a una chica que lloraba mucho, decía que no sentía deseo de continuar viviendo, que había descubierto cuán cruel era la vida para ella. La dejé desahogarse el tiempo que le fue necesario, y entonces pregunté por el origen de tanto sufrimiento.
En cuando se recompuso, empezó a contarme que por quinta vez estaba separándose y que sus relaciones no duraban más de dos años, terminando siempre de la misma forma, por la traición.
Yo, entonces, empecé a explicarle que todo lo que nos sucede de forma repetitiva tiene como origen algún bloqueo, el cual, las más de las veces, refleja algún acontecimiento significativo de nuestra niñez. Le expliqué asimismo que atraemos situaciones repetitivas con el propósito de modificar aquella primera vez que la vivimos, y que fue muy dolorida, en la intención siempre de modificarla, aunque el final resulta siempre el mismo.
Le expliqué que con el empleo de la Mesa Radiónica primero iba a equilibrar todas sus frecuencias energéticas y seguidamente haría la identificación del momento exacto de la situación inicial de tales repeticiones en su vida.
Así, identifiqué un momento en que ella tenía entre siete años y medio y ocho años de edad. Ella, de inmediato, se puso muy colorada y dijo: esta fue la peor fase de mi vida. Mi padre se separó de mi madre y se fue a vivir con otra mujer a quien había dejado embarazada, y después mi padre, un día, sin contarme nada antes, me presentó a mi medio-hermano; el impacto fue tan grande en mí que durante años he sufrido tartamudez.
En aquel momento de nuestro encuentro, percibí lo poco importante que yo era para él, y que por más que hiciese e intentase agradarlo, él había elegido otra familia y otro hijo. En mi mente había esa formateación porque mi madre siempre decía que si él amase de hecho a sus hijos, no nos hubiera dejado.
De un sobresalto, tras la eliminación de tal bloqueo en la Mesa Radiónica, ella llegó a la siguiente conclusión: en todas mis relaciones, yo procuro agradar en exceso esperando recibir amor a cambio, y lo que recibo es traición, que fue exactamente como me sentía el día en que mi padre me presentó a mi medio-hermano.
Le expliqué, entonces, que como el bloqueo había sido eliminado, de manera inconsciente las situaciones nuevas serían conducidas de forma distinta, y que este tipo de repeticiones ya no formaría parte de su vida.
El tiempo y las comprobaciones de casos que atiendo, demuestran una vez más que lo que se hace más necesario para buscar la perfección es eliminar lo que nos impide ser felices.