Cuando la consciencia aún no está plenamente despierta, nos amargamos con las circunstancias de la vida, principalmente cuando estas contrarían las expectativas de nuestro ego.
Es natural y humano que esto ocurra, visto que somos condicionados desde muy temprano a luchar por la satisfacción de nuestros deseos y somos incentivados por el mundo exterior a hacerlo, puesto que este identifica a los luchadores como verdaderos héroes.
Es claro que con la apatía y la acomodación no conseguiríamos realizar nada, ni aún los objetivos más elevados, que contribuyen no solo para nuestro bienestar como para el de nuestros semejantes.
Sin embargo, es esencial tener en mente el hecho de que, por mayor que sea nuestro esfuerzo, la vida ejercerá su papel determinando muchas situaciones que enfrentaremos.
El hecho es que es objetiva y tiene como única meta llevarnos al crecimiento interior, a partir de lo cual nos volveremos nuevamente inocentes, puros y libres de insatisfacciones, tal como llegamos al mundo.
Aceptar esta realidad como algo natural es el camino de todos aquellos que ya consiguieron despertar. El aprendizaje es largo y no sucede de un día para el otro. Hasta que éste se consolide, son muchas las situaciones en que todavía nos sorprendemos queriendo mantener el control de los acontecimientos.
Cuanto más rápido consigamos desarrollar la capacidad de actuar en sintonía con la existencia, fluyendo con ella al revés de luchar contra sus designios, más angustia podremos evitar.
“Gran parte del sufrimiento y de la infelicidad surge cuando aceptas como verdadero cada pensamiento que te viene a la cabeza. No son las situaciones que te hacen infeliz. Son tus propios pensamientos que te vuelven infeliz. Son las interpretaciones que haces, las historias que te cuentas a ti mismo.
Los pensamientos que estoy teniendo en este momento me hacen infeliz. Al admitir y reconocer esto, se quiebra toda manifestación inconsciente que has establecido con esos pensamientos”. Eckhart Tolle