La vida es un desafío, es cierto, pero no por eso precisa ser vivenciada como un fardo pesado, una constante sucesión de obstáculos. Para aquellos que ya consiguen ver en el desafío una oportunidad de crecimiento y evolución del espíritu, la existencia es vista como una caminata donde el placer también está presente.
Si cada vez que las circunstancias se muestran adversas -o sea, contrarían nuestras expectativas- nos dejamos dominar por el desánimo, la amargura o la falta de fe, ciertamente la vida se volverá un verdadero calvario.
Por el contrario, llega el momento de observar cada situación por si misma, o sea, sin compararla a los otros momentos ya vividos, pues esto solo nos lleva a cultivar la creencia, orientada por la mente, de que no existe posibilidad de construir una forma diferente de vivir.
Esta es, además, la principal causa de infelicidad e inseguridad que domina a la mayor parte de los seres humanos. Al revés de confiar en su propio poder y en la capacidad intrínseca que poseen de crear infinitamente nuevas posibilidades, se mantienen agarrados a lo conocido, como si éste fuese un destino inexorable, del cual no hay como libertarse.
Vivimos un tiempo en que la vida exigirá cada vez más de nosotros, el don de crear lo nuevo exteriormente y, principalmente, en el campo de la interioridad, una vez que el mundo externo es un reflejo de la realidad interior.
Cuanto más rápido seamos capaces de aceptar y encarar esa exigencia como un desafío estimulante, mayor será la chance de que el mundo en que viviremos se transmute de manera definitiva, para mejor.
"Ahora nos encontramos en una fase importante de la evolución de la consciencia humana, la consciencia está a despertar del sueño y de la forma. Esto significa que la consciencia puede ahora comenzar a crear la forma sin perderse en ella. Puede permanecer consciente de si propia, mismo al crear y vivir la experiencia de la forma".
Eckhart Tolle. Um novo mundo. (Despertar para a essência da vida).