Una de las más antiguas y también más útiles representaciones simbólicas de la personalidad humana es el círculo, cortado por una cruz de brazos iguales. Ese es el diseño también utilizado por el Zodíaco y por el calendario anual, dividido en las cuatro estaciones por los equinoccios y por los solsticios, que, cuando ligados por las líneas rectas, forman la cruz dentro del círculo.
Los antiguos Alquimistas y Magos empleaban esa clasificación cuádruple de la existencia cuando se referían a los cuatro elementos mágicos de la Tierra, del Agua, del Fuego y del Aire y cuando mencionaban las cuatro substancias alquímicas, el Mercurio, el Azufre, la Sal y el Agua. Esa estructura cuaternaria que se repite incesantemente también fue empleada por Jung en su clasificación de tipos psicológicos y, lo que es aún más importante, de las cuatro funciones de la consciencia humana.
La psicología jungiana reconoce cuatro funciones básicas de la consciencia: la sensación, el sentimiento, el pensamiento y la intuición. El antiguo elemento tierra cuando comprendido psicológicamente es análogo a la función humana de la sensación, mientras que el agua habla de la emoción, el fuego de la intuición y el aire del pensamiento. La analogía puede ser ampliamente extendida en el sentido de incluir los cuatro naipes del Tarot, correlacionando así el naipe de los pentagramas con la función sensación, el de las copas con el sentimiento, los gladios con el pensamiento y los bastos con la intuición.
Si visualizamos los cuatro naipes de los Arcanos Menores como las cuatro secciones de un círculo, podremos a la vez encarar las veintidós cartas simbólicas de Triunfo de los Arcanos Mayores como eslabones que ligan el centro del círculo con la periferia, de forma análoga a los rayos que ligan el aro de una rueda a su eje.
Innumerables estudiantes de Tarot creen que la palabra representa un anagrama de la palabra latina correspondiente a la rueda, ruta.
Utilizando esta analogía, podemos equiparar el eje de la rueda a la carta cero (El Loco) de los Arcanos Mayores y las veintiuna restantes a los rayos, o las porciones de rayos de la rueda.
Las cartas de los Arcanos Mayores son, en realidad, los transportadores de la energía psíquica primordial, que procede del centro de nuestro ser hacia la periferia, donde ésta se vuelve difusa y puede circular libremente entre las cuatro funciones.
Estas simbolizan fuerzas psicológicas que llevan impresiones del exterior de nuestra personalidad hacia el inconsciente e, inversamente, conducen modificaciones del poder interior del inconsciente colectivo hacia el nivel consciente de nuestro ser.
Como fue dicho anteriormente, los Arcanos Mayores se componen de veintidós cartas, numeradas de uno a veintiuno, más una vigésima segunda carta, sin número, que posee la potencialidad del cero y tiene el nombre de El Loco.
El Loco o carta cero es, bajo muchos aspectos, la más significativa y más poderosa carta de los Arcanos Mayores, porque simboliza la fuente espiritual primitiva y el último destino de todos los poderes y de todos los seres manifestados. Representa el Alfa y el Omega de la manifestación, el nada de donde todas las cosas proceden y al cual todas ellas se reducen en el final de los tiempos.
Por ser el símbolo de esa causa original sin causa, por lo tanto totalmente abstracta e insustancial por naturaleza, esa carta significa locura en el sentido mundano. Desde el punto de vista del espíritu, todas las ganancias terrenas no significan nada, el camino hacia la realización terrena no lleva a ningún lugar. La sabiduría terrena es locura a los ojos de los dioses e inversamente, la Sabiduría Divina parece locura en la visión de los hombres, los cuales, al olvidarse de su esencia divina, se vuelven meros hombres, en vez de hijos de Dios.
Desde el punto misterioso de la unidad original y final, simbolizado por la carta cero, o El Loco, proceden tres corrientes, o rayos, cada uno constituido por las siete cartas de los Arcanos Mayores, que juntas suman veintiuno.
- El primero de éstos (de uno a siete o del Mago al Carruaje) representa el área de poderes creativos, o de las causas en el interior del inconsciente colectivo.
- El segundo grupo de siete (de ocho a catorce o de la Fuerza a la Templanza) consiste en representaciones de las leyes a través de las cuales los poderes primordiales del primer grupo son canalizados para la manifestación.
- El tercer y último grupo de siete (de quince a veintiuno o del Diablo al Mundo) simboliza los resultados o las manifestaciones concretas concluidas de los primeros siete poderes, cuando estos surgen en su condición concreta o diferencial.