El viaje de los arcanos Mayores es, en realidad, el viaje del Loco, el primero de las veintidós cartas. Acompañamos al Loco y, de alguna forma más profunda, también lo somos, en la media en que él emerge de oscuridad de la caverna material y se lanza a lo desconocido.
En las cartas, encontramos las experiencia fundamentales de la infancia --los padres conocidos y los padres interiores del espíritu y de la imaginación-- en las cartas del Mago, la Emperatriz, el Emperador, la Sacerdotisa y el Papa. Podemos reconocer los conflictos y las pasiones del adolescente dentro nuestro en las cartas de los Amantes y del Carruaje.
Siguiendo, iremos a encontrarnos con los tribunales de la vida, con los juicios, con los grandes desafíos y las tomadas de decisiones, en las cartas de la Justica, la Templanza, la Fuerza y el Ermitaño. Atravesamos crisis, perdidas y súbitos cambios de vida, por la carta de la Rueda de la Fortuna y sufrimos desaliento y desesperación en las cartas del Ahorcado y la Muerte. Acompañamos al Loco en el enfrentamiento consigo mismo, en calidad de arquitecto de la propia vida en las cartas del Diablo y de la Torre. Y de la oscuridad profunda, nace entonces la esperanza a través de la carta de la estrella, de la Luna y del Sol, cuando la luz vence a la oscuridad y nos reconciliamos con la vida, por las cartas del Juicio y del Mundo.
Las imágenes de las cartas de tarot son símbolos antiguos y evocan experiencias de vida, pertenecientes a la condición humana y a nuestro propio destino. Todas las cartas poseen un significado ambivalente, indicando tanto las dimensiones positivas cuanto las negativas de la experiencia. De los Arcanos Mayores, ninguna de las veintidós cartas puede ser considerada totalmente buena o absolutamente mala. En realidad, pueden considerarse más fáciles o más difíciles, dependiendo del tipo de experiencia que estén retratando en el momento.
Todas las cartas de los Arcanos Mayores son ritos de pasaje. Son estadios y procesos dinámicos y no simplemente resultados o cuadros estáticos que permanecen alterados. Cada estado de la vida conduce a otro y, aunque nos esforcemos muchas veces para intentar mantener las cosas o hacer parar el tiempo para que podamos disfrutar aún más de una situación cómoda, jamás o conseguiremos, pues no disponemos del poder de retener en nuestras manos el tiempo que más nos agrada.
Y, así, al final de la gran jornada, el Loco comienza nuevamente otra, pues a cada objetivo alcanzado, a cada meta alcanzada, podemos sentir que más adelante existe otra meta a ser seguida y que siempre tendremos que perseguir un nuevo ideal, o luchar por un sueño más, de forma que cada final, cada cierre de ciclo, se vuelve en realidad la preparación para algo aún mayor y un nuevo ciclo se inicia otra vez.