No aceptar que el tiempo pasa y que se envejece es uno de los mayores dramas que este tipo de madres narcisistas pueden pasar. Si bien sus discursos, también por lo regular narcisistas, dicen lo contrario de todo lo que pueda denigrar sus imágenes como madres perfectas y ejemplares. En sus actitudes para con el prójimo y, principalmente, para con sus propios hijos, es donde este acopio emocional es drenado. En este paquete queda claro que, como en el cuento de Blanca Nieves, absolutamente nadie puede ser más hermosa que ella, más especial, más inteligente, o lo que sea que le pueda hacer sombra. En tal sentido, la idea de que algún hijo y, principalmente la hija mujer, pueda venir a ocupar su puesto en la sucesión de mujeres de la familia, es prácticamente imposible de concretizar. La hija, por su parte, mientras no despierte, permanecerá sin vez para efectivamente existir. En este sentido, la madre que debería proteger y pasar con orgullo el testigo a la hija, representante de la nueva generación, no lo hace, y lo que es peor, la encara como una eterna competidora y rival. Y juega sucio, porque enarbola la bandera de la buena madre, la que cría a sus hijos con amor, etc.
Las madres narcisistas perversas se autodenominan buenas y amorosas madres, pero sus actitudes reales, que las más de las veces sólo suceden tras los bastidores, son lo que va a revelar quiénes son ellas de hecho, ciertamente muy alejado de lo que predican, incluso perversamente, confundiendo la salud mental y la percepción de las propias hijas. Son madres funcionales, o sea, hacen el trabajo que mecánicamente saben que tienen que hacer. En este paquete, no obstante, actúan sin cualquier empatía y sin alma en todo lo que sería afecto. Esas hijas jamás se sienten escuchadas porque de verdad nunca lo han sido.
Como resultado de vida, tales hijas de madres narcisistas malignas pueden pasar una vida entera intentando validar lo que sienten, ya que nunca han tenido ninguna referencia de confirmación por parte de esas progenitoras. Incontables veces tendrán que depararse con sentimientos de vacío interior y miedo a las relaciones más íntimas por culpa del rechazo padecido.
La sensación emocional que transmiten esas madres es que lo que se hace nunca está bien, que podría ser mejor; y que ellas, las madres, ciertamente lo harían o lo hacen mejor. Si acaso la hija sufre algún dolor o dificultad, o la ignoran por completo, o, lo que es más frecuente, descalifican el peso de sus sufrimientos, relatando que los de ellas siempre son o han sido mayores que los suyos.
Las hijas de madres narcisistas conocen la regla de nunca poder tener acceso emocional a sus madres, un sufrimiento profundo y silencioso. Con eso, podéis suponer el estado de abuso emocional que pueden vivir. No hay fronteras personales. Toda individualidad es negada simplemente porque no se existe cuando se tiene una madre con una enfermedad así. Hay un grito sordo. Las hijas no son atendidas en sus necesidades emocionales, pero eso jamás se puede revelar, con temor al castigo por la ofensa que eso representaría para el narcisismo de la madre. Si se quejase, la hija ya sería tildada de agresiva o ingrata. El peor abuso se convierte en la obediencia ciega de tales hijas cuando son inducidas a confirmar a todo el mundo que dentro de casa todo está bien. El conformarse de la hija parece ser menos malo que la represalia y el rechazo por parte de la madre. Lo que espera es un reconocimiento que jamás llegará. El telón de fondo de esta trama es el rechazo y la tentativa de la hija de ser amada. Muchas pasan su vida entera en busca de una mirada de verdadero amor, hasta comprender que eso nunca vendrá de este tipo de madres. Hasta que puedan liberarse de ese drama, incluso liberarse para ser amadas de verdad.
Cuanto más esas hijas permanezcan como prisioneras dedicándose a la madre para recibir un mínimo de afecto, más desprecio a esta devoción obtendrán. Es la ley.
A su vez, para su propia sobrevivencia psíquica, la madre narcisista perversa, con todas sus fuerzas lucha contra todo y contra todos, protegiéndose de un posible acceso a su self verdadero, por temor a un supuesto ataque desintegrador proveniente de fuera. Con ello crea máscaras y más máscaras de perfección que protegen, matan y mueren por ese self interior frágil.
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos