No son los traumas que sufrimos en la infancia
lo que nos hace emocionalmente enfermos,
sino la incapacidad de expresarlos
Alice Miller
Por más que se hable en los días de hoy sobre esa cuestión, el hecho es que quienes sufrieron abuso sexual en la infancia sienten gran dificultad en hablar de lo sucedido. Lidiar con el abuso sexual no es nada fácil. Vivimos en una sociedad que todavía lo niega y/o hace como si no pasara nada, más aún si el abuso ocurre dentro de la propia familia, siendo lo que lamentablemente sucede las más de las veces.
Por una parte tenemos a padres que se omiten, incluso cuando escuchan el desahogo del propio hijo, y no hacen nada; y más absurdo aún, son los profesionales quienes alegan que es fantasía, fruto de la imaginación de quien lo relata. Sea cuál fuere el área de actuación, para lidiar con el dolor de un crío herido es preciso haber entrado ya en contacto con el propio niño, y como la mayoría no lo hace, no consiguen validar el dolor de cualquier otra persona. Todo esto acaba por re-traumatizar, o sea, es un trauma encima de otro trauma. Para Ferenczi, el trauma psíquico resulta no sólo del acontecimiento traumático en sí, sino principalmente de la indiferencia de los adultos ante el sufrimiento del niño. Y nosotros, ahora adultos, continuamos tratando al crío que fuimos con esa misma indiferencia; así éste buscará hacerse presente de alguna forma, generalmente por síntomas físicos.
Sabemos que los abusos sexuales ocurren casi siempre en secreto. Es muy común que el adulto agresor exija al niño que sea cómplice, en un pacto inconsciente de silencio, amenazándolo con que será más castigado todavía si se lo cuenta a alguien, engendrando así un miedo que lo paraliza ante la posibilidad de pedir ayuda.
Los padres omisos a menudo alegan que no sabían cómo actuar, porque algunos también fueron abusados cuando eran niños y tuvieron que callar. Otros, en nombre de la preservación de la familia feliz, lo mantienen en secreto, no importando los dolores y consecuencias para quien lo sufre, considerando que si no se habla de la cuestión, esta no dejará secuelas. De todas formas, el silencio por cualquiera de las partes, tanto de los padres o de adultos que sufrieron abuso en la niñez, en nada ayudará. Sólo traerá más sufrimiento que el ya provocado por el abuso.
Es preciso comprender que cuanto más reprimido y/o negado sea lo que ocurrió en la infancia, como si nada hubiese sucedido, mayor será la compulsión a repetir patrones del pasado, lo cual traerá más dolor y sufrimiento.
¿Qué es abuso sexual?
Muchas personas erróneamente creen que el abuso sexual se produce únicamente cuando hay penetración vaginal o anal en la criatura, y que si no la hubo no se considera abuso. Y con eso las consecuencias continúan haciéndose presentes. El abuso sexual puede verificarse también de otras formas: caricias, masturbación, lenguaje obsceno, hacer que el niño toque los genitales del adulto, forzar al pequeño a practicar sexo oral, incitar a la criatura a ver revistas o películas pornográficas, conversaciones y llamadas telefónicas obscenas, voyeurismo (excitación sexual mediante visualización de los órganos genitales del niño o adolescente), exhibicionismo (exponer los órganos genitales o masturbarse delante del niño). Todo lo que exponga a la criatura a cualquier situación que ella no tiene edad para comprender está considerado como abuso.
El abuso sexual infantil es la actividad sexual no deseada, donde el agresor se vale de la fuerza, de amenazas, o saca provecho de la víctima incapaz de negar su consentimiento.
Oír testimonios de otras personas, que expresan su dolor al hablar sobre el abuso que sufrieron de pequeños, llevando la vergüenza y el sentimiento de culpabilidad como consecuencias para toda una vida, tocan profundamente a quienes vivieron algún abuso cuando eran niños, pues se identifican con su historia, y a menudo se sienten animados a romper el silencio y expresar sus dolores reprimidos durante muchos años, casi siempre manifestados a través de síntomas del lenguaje corporal.
Pero ¿por qué las víctimas de abuso no hablan? En general, por vergüenza, por no encontrar quien las escuche, las comprenda y tome en serio sus dolores. No hablan, porque muchas se sienten culpables, como si una criatura fuese capaz de seducir a un adulto. No hablan, por el miedo que han sentido de niños frente a las amenazas, y que todavía se hace presente. No hablan porque cuando se lo contaron a uno de los padres y no les hicieron caso, empezaron a creer que cualquier otra persona actuaría de la misma forma. Otras no hablan porque aún esperan, algún día, recibir el amor y el respeto que nunca experimentaron. Podemos percibir que la omisión por parte de los responsables es tan grave como el propio abuso.
El abuso sexual, así como el abuso emocional y físico, deja muchas secuelas. Las víctimas de abuso sexual presentan muchas consecuencias emocionales, en cualquier edad: infancia, adolescencia y vida adulta. La mayoría manifiesta intensos sentimientos de desamparo, vergüenza y culpa, que pueden persistir muchos años o perdurar toda la vida, de ahí la importancia de llevar a cabo el proceso de psicoterapia/análisis.
Es muy corriente no asociar los síntomas presentados en la vida adulta con las consecuencias del abuso sexual sufrido en la infancia; siendo así, muchos no buscan ayuda profesional. Asimismo hay otros que no buscan ayuda por no ser conscientes de lo ocurrido durante la infancia o adolescencia. Un profesional con experiencia en traumas de infancia lo sabrá identificar.
¡Detente! Reflexiona sobre tu vida, arma tu puzle y relaciona todo lo que has vivido y estás viviendo, tratando de que las piezas encajen. Algunas personas recuerdan lo que les pasó, otras no tienen ningún recuerdo, solamente síntomas, algunos iguales a los que tenían de niños. A menudo, aunque siga negando lo que ocurrió en su infancia, podrá tener sueños con lo que vivió y reprimió, pero sin que lo llegue a relacionar. Esa negación en general se produce porque quien sufrió abuso sexual también sufrió amenazas, con prohibición de expresar cualquier sentimiento, lo cual originó tan sólo miedo y cada vez más silencio.
De adulta la persona continuará teniendo grandes dificultades para expresar sus sentimientos, entre ellas relatar su historia, pues ha aprendido muy pronto a no expresar. La criatura aprende, a la fuerza, que tiene que callar, principalmente si es el padre quien abusó o una persona muy cercana.
Tampoco es capaz de pensar siquiera en la posibilidad de contarlo a la madre, pues tiene miedo de decepcionarla y así perder su amor, aunque no sea más que la ilusión de ese amor. Todo esto sucede como forma de sobrevivencia cuando se es niño, pero siendo adulto ya es posible buscar ayuda. Por tanto, es preciso que elabores tu historia para lograr renunciar a las ilusiones y ver la verdad de las consecuencias de los malos tratos.
Los padres que no saben qué hacer ante el descubrimiento del abuso que sufre un hijo, deben, sí, buscar ayuda profesional; lo mismo vale para adultos que se han callado durante tantos años y han estado tanto tiempo a solas con su dolor. El conocimiento de la verdad puede ser doloroso, pero como dijo Alice Miller: ¡los sentimientos no matan, liberan! Y cuando se cuenta con el seguimiento de un profesional que posee esos conocimientos, que él mismo ya trabajó sus dolores de la infancia, podrá sentirse acogido y respetado y así enfrentarse a todo su dolor.
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor