En esta segunda parte de la entrevista, la psicóloga y analista junguiana Rosemeire Zago, desvenda el arquetipo (imagen del inconsciente) del niño interior, su importancia y cómo rescatarlo.
Descubrir el niño interior es realmente el descubrimiento de un portal de acceso al alma.
El niño interior nos mantiene humanos.
Él nunca crece, únicamente se vuelve más sensible y confiado a medida que vamos aprendiendo a ofrecerle tiempo, cuidados, asistencia paterna/materna y el afecto protector de que tanto se hace merecedor.
- Sólo se pierde la conexión con el niño interior en casos de abandono afectivo en la infancia?
Rosemeire:
Absolutamente no. Incluso cuando la madre y/o el padre han estado presentes, el niño puede registrar el sentimiento de abandono, como en momentos en que no fue escuchado, o no tuvo sus sentimientos reconocidos, validados y considerados. Sólo el hecho de ausentarse la madre durante algunas horas es lo suficiente para que el pequeño registre el abandono. Para el niño la noción de tiempo es muy diferente de la que tenemos los adultos.
También se pierde la conexión con el niño interior en hogares donde hay riñas, agresiones, en familias disfuncionales, o sea, emocionalmente enfermas, pues para sobrevivir el niño también acaba por enfermar, emocionalmente y a menudo físicamente, como forma de obtener atención.
A decir verdad, todos nosotros perdimos la conexión con nuestro niño debido a la educación que hemos recibido, a la que Alice Miller sabiamente denomina deformación y no educación. Quedamos abandonados en nuestras necesidades emocionales, y al llegar a adultos, continuamos sin suplir esas necesidades, pues en general ni siquiera lo identificamos, y así, también lo abandonamos.
Pudiendo resultar de ello dos aspectos principales: - profunda sensación de falta de valor personal, creyéndose siempre equivocado. ¿Cuántos adultos no se sienten así? Desarrollan una enorme necesidad de agradar, dificultades para decir "no", como si fuese para demostrar (a sí mismos) que tienen valor, que son importantes, y pasan la vida en busca del reconocimiento de su valor.
- sensación de culpa. Como registró que no era amado, o no lo suficiente, se echa la culpa, considerando haber cometido algún hecho muy malo o que él mismo lo es, para haber sido tratado como lo fue. Son aquellas personas que desarrollan el papel de víctima, "todo es culpa suya". Así, se apegan fácilmente a cualquier objeto o persona que represente seguridad (sexo, dinero, poder, comida, etc.).
Ese vacío sólo puede llenarse con el amor-propio.
La falta de valor personal (baja autoestima) y los sentimientos de culpa generalmente dan como resultado un sentimiento de inferioridad. Pero en realidad lo que sucede es que el adulto niega todo eso, es decir, niega sus sentimientos verdaderos y sus carencias, pasando a valorar más las conquistas externas, siempre "imaginando" que algo o alguien va a llenar su vacío, pues en el fondo se cree incapaz. Lo cierto es que ese vacío sólo puede ser colmado a través de su propio amor.
- ¿Hay una relación entre la educación de la infancia y la pérdida del niño interior?
Rosemeire:
Totalmente, pues la manera en cómo hemos sido deformados nos hace perder el contacto con nuestro niño, o sea, con nuestros sentimientos más sagrados, con nuestra esencia y nos convertimos en aquello que nos hicieron creer que sería más aceptado y por tanto, más amado.
Por ejemplo, el niño que se lastima y oye como respuesta: no es nada, aprenderá desde muy pronto que lo que siente no es importante. Como consecuencia va a crecer negando y/o reprimiendo sus sentimientos. Muy diferentemente, si al caer recibe un beso, esto en realidad valida su sentimiento de dolor y puede marcar toda la diferencia. Todo sentimiento del niño debe ser siempre validado.
Otro ejemplo, cuando las familias no dicen nada de lo que sucede a los niños, alegando que no entienden, esto se convierte en los famosos 'secretos de familia'. Nada tiene mayor influencia sobre los niños que los acontecimientos acallados, sobre los cuales nadie puede hablar. O el niño que ve a la madre llorando y al preguntar qué le pasa, tiene como respuesta: "nada". Más tarde, sin que sepa por qué, no hará caso de su esposa cuando ésta llore. Y así nuestras creencias van siendo formadas, y pasamos la vida creyendo y obrando conforme a ellas.
¿Qué se susurraba en tu casa cuando eras pequeño?
"No hay dinero suficiente".
"Tú no eres tan guapo, o tan inteligente, como tu hermano, o tu prima".
Las eternas comparaciones son un verdadero desastre en la educación.
O entonces: "Tú no sabes hacer nada, no sirves para nada".
¿Cómo confiar?
Cuando los críos no perciben coherencia entre lo que sienten y lo que oyen, recurren a lo que llamamos "pensamiento mágico", o sea, idealizan que todo es estupendo, feliz. Cuando llegan a adultos empiezan a tener muchas dificultades para lidiar con las frustraciones. Aunque las palabras no se digan claramente, los mensajes son percibidos por los niños con tanta clareza como si cada palabra hubiese sido pronunciada.
El pequeño siente lo que los padres sienten, y no lo que éstos dicen, y por eso perciben muy bien las incoherencias.
Otro ejemplo, si el padre pega con frecuencia a la madre ¿cómo puede el niño aceptar ser corregido por su madre porque él ha pegado a su hermana? ¿Tiene sentido que le digan que eso no se puede hacer? ¿Cómo una niña que ha sido abusada sexualmente por el padre, aquel que la debería amar y proteger, podrá confiar en un hombre cuando sea adulta? Cuando somos pequeños los padres son nuestros héroes, y cuando nos damos cuenta de que no lo son, el sentimiento de frustración es muy profundo.
Unos padres inseguros, sin estructura emocional, hacen que el niño enseguida se dé cuenta de que nunca le darán soporte para lo que él siente, o cuando el niño es muy criticado, exigido, controlado, o también cuando se siente rechazado, dejado de lado, entonces desiste de ser él mismo y desarrolla lo que llamamos un "falso yo", o sea, empieza a ignorar sus sentimientos y a ser de la forma en que considera que será aceptado; con ello se aleja de lo que realmente es, originando el vacío, la búsqueda de lo externo, la carencia, la necesidad de aprobación, de reconocimiento, el agradar, ser aceptado, en fin, surge la necesidad visceral de reconocimiento y amor.
Ese proceso generalmente sólo se rompe y se percibe a través de la psicoterapia/análisis, o sea, del autoconocimiento.
- ¿Qué orientaciones podemos dar a los padres para evitar que esto ocurra?
Rosemeire:
Que los padres reflexionen sobre su propia niñez. ¿Cómo fueron tratados? ¿Qué secuelas tuvieron? ¿No estarán repitiendo en sus hijos aquello que ellos mismos recibieron? Esa reflexión podrá llevarlos a muchos descubrimientos, y quizá perciban que están repitiendo un patrón de comportamiento.
Es importante también recordar que el tiempo y la calidad que los padres dedican a los críos indica a éstos el grado en que aquéllos los valoran. La cuestión no es tanto lo que los padres les dan, sino lo que no les quitan, como su capacidad de ser ellos mismos, de expresar sus sentimientos. La mejor forma de perderse una persona de sí misma es ser ignorada en sus sentimientos. Cuando somos pequeños, no tenemos el beneficio de la comparación, del discernimiento, los padres son figuras divinas a los ojos infantiles. Cuando ellos hacen las cosas de determinada manera, para el crío esa es la manera en cómo hay que hacer las cosas. Si le dan palizas, esa es la referencia que tendrá de educación y amor.
Los padres deben demostrar amor a través de respeto, amistad, comprensión, diálogo, afecto, cariño. Los niños amados saben que se les valora, y esa sensación de valor es esencial para la salud mental. Y cuando una persona se siente valiosa, aprenderá que será capaz de cuidar de sí misma, supliendo todas sus necesidades, como quien cuida algo de valor.
No dependerá de que otros la hagan sentirse importante, pues lo sabrá por sí misma. No permitirá que la maltraten, no aceptará migajas para tener un poco de atención y amor, sino que tendrá como referencia para cuidar de sí como adulta, el modo en cómo fue cuidada cuando era pequeña. A fin de cuentas, tendemos a tratarnos de adultos de la misma forma en cómo fuimos tratados de niños.
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Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor