El espíritu, a decir verdad, no necesita el descanso del sueño. Quien necesita rehacerse y recuperar las energías es el cuerpo físico, por eso sentimos sueño y necesidad de dormir en períodos regulares. Sin embargo, el sueño físico es aprovechado por el espíritu para dar una pausa a la mente, relajándose al mismo tiempo de las tensiones que la vida material le impone. Así, tal como la propia psicología ha podido determinar, el sueño sería una válvula de escape emocional para que nuestra mente esté en condiciones de reorganizarse para enfrentar los problemas del día a día.
Lo que la psicología aún no ha percibido, o admitido, es que la mente descansa porque el espíritu retorna temporalmente a su mundo de origen, para rever amigos, recibir orientación de consciencias de luz, y para ser tratado de problemas energéticos que pueden o no haberse manifestado en lo físico, recibiendo esclarecimientos para sus dudas y problemas, recibiendo consuelo en los momentos difíciles de su vida, accediendo a contenidos espirituales inconscientes, haciendo intercambios energéticos más sutiles, alcanzando mayor clareza mental, etc.
De ahí la importancia de mantener pensamientos saludables y elevados en el momento de adormecer, de modo que nuestro espíritu pueda ser conducido por esos pensamientos a lugares, personas y situaciones que puedan aportarnos experiencias buenas y positivas.
En esos viajes suceden muchas cosas, pero sólo una parte de ellas puede ser registrada y archivada por el cerebro. Por ese motivo las imágenes de nuestros sueños son frecuentemente confusas e inconexas.
Como todo lo que sucede en el mundo astral es bastante incoherente desde el punto de vista material, el cerebro rehúsa aceptar la información recibida e intenta conformarla a lo que ya está condicionado a aceptar como real y verdadero. Con esa mezcla de imágenes y sonidos, el propio cerebro boicotea nuestros recuerdos y dificulta su rescate para usarlos durante la vigilia.
Aparte de eso, mucho de lo que sucede en el plano espiritual durante el sueño concierne solamente a nuestra vida como espíritus, no siendo necesario ese recuerdo en el mundo físico. He aquí por qué hasta nuestros amigos espirituales acaban patrocinando el olvido de gran parte de lo que se ve, habla, oye y siente durante el sueño.
En el caso del sonambulismo, tenemos al cuerpo reaccionando frente a lo que el espíritu está viviendo en el mundo espiritual. Por eso, en general, lo que un sonámbulo dice o hace nada tiene que ver con su realidad física actual. Como lo que está haciendo en el mundo astral exigiría la participación más directa del cuerpo físico, intenta servirse de él a distancia, provocando los movimientos reflejos y el habla relativa a lo que está haciendo. Sin embargo, no es su cerebro físico el que está comandando los movimientos, sino su mente, con sede en el espíritu que está a distancia, en situación completamente diversa de la que su cuerpo físico está viviendo en ese mismo momento. Por lo regular, las personas que presentan un sonambulismo muy acentuado acaban manifestando mediumnidad ostensiva en algún punto de su vida, precisamente por la facilidad que tienen de permitir que su cuerpo sea comandado a distancia.
Es importante observar que no sólo el sueño, sino todas las condiciones físicas que impliquen disminución de la actividad metabólica como un todo, o del sistema nervioso central pueden propiciar el desprendimiento del espíritu respecto de su cuerpo físico. Así, en enfermedades graves de larga duración, abatimiento físico o emocional muy profundo, consumo de drogas, alcohol, anestesias, hipnosis, magnetización, impactos o traumas emocionales violentos, coma, etc., en todos esos casos es posible una disminución acentuada del metabolismo físico y cerebral, lo cual pude provocar la liberación momentánea del espíritu. Lo que varía, sin embargo, es la calidad de la experiencia, ya que algunos de esos factores no pueden ser considerados naturales y otros provocan condiciones no tan saludables.
En algunos casos podemos tener también estados de letargo o catalepsia, que se caracterizan por la interrupción parcial o total de la sensibilidad y la capacidad motora del cuerpo. En esos casos el espíritu permanece consciente, pero imposibilitado de comunicarse, ya que el cuerpo se encuentra trabado por no estar aún totalmente religado al espíritu. Pese a ello, como está consciente, el espíritu percibe todo lo que ocurre a su alrededor y puede, al retornar, relatar todo lo que ha visto, oído y sentido.
Sea como fuere, la emancipación espiritual es una capacidad natural de todo ser humano encarnado y debe ser encarada de forma tranquila, sin misticismo, miedo ni superstición.
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