Todos los días, la vida nos da la oportunidad de rever nuestras elecciones, cambiar actitudes y reformular los caminos que vinimos transitando hasta ahora. Infelizmente muchos no creen en esta posibilidad, viven presos en sus neurosis y en la realidad que crearon, en un estado de sufrimiento permanente.
El miedo y la falta de confianza en el propio poder yacen en la raíz de esta creencia y no es fácil deshacerlo. Solamente cuando el dolor se vuelve insoportable es que predomina el impulso interior por buscar una salida.
Este movimiento, que llamo de instinto de vida, está presente en todos los seres humanos cuando llegan a la existencia, pero la realidad que vivimos va haciendo que se vuelva cada vez más debilitado y en algunos, prácticamente inexistente.
Ellos desistirán de luchar y seguirán hasta el final de su jornada sin conseguir libertarse. Aquellos en que esa fuerza aún no fue totalmente destruida, oirán el llamado y buscarán ayuda.
Si persisten, tendrán una chance de revertir totalmente su condición de sufridores y redescubrir en si la capacidad de ser felices. La condición humana nos pone a todos en el mismo camino, por esa razón, es imprescindible que nos ayudemos mutuamente, en este viaje tan rico y desafiante que se llama vida.
El amor, la compasión y la solidaridad, tan abundantemente recordados en la época de Navidad, deberían estar presentes todos los días del año. Solamente compartiendo lo mejor de nosotros, es que seremos capaces de crear para todos una nueva realidad.