Se han hecho estudios que relatan actitudes de acoso escolar hace más de cien años, pero sólo desde hace muy poco tiempo se ha accionado una seria señal de alerta sobre los dramas y peligros que envuelve ese tipo de violencia, en que compañeros de escuela tiranizan a aquellos que han elegido como blanco, ridiculizándolos o afrentándolos físicamente en el sentido de rebajarlos, rompiéndoles totalmente su autoestima.
La diferencia entre las provocaciones normales, como poner motes o incluso aquellas bromitas pesadas conocidas por todos, es que en las actitudes de acoso, aparte de ser un proceso insidioso, los agresores prácticamente nunca se dan por satisfechos en sus actos de violencia. Sólo cesan cuando la campanilla toca el final del recreo, o cuando un profesor entra en clase, o incluso cuando se da el caso de que las actitudes se inclinan hacia algo visiblemente peligroso, hasta el punto de que los circunstantes llegan a interferir. Resumiendo, ponen freno al acoso cuando algún límite y ley externa inhibe esa acción.
Los padres han de estar atentos a las quejas de sus hijos y siempre tomarlos en serio, sin banalizar. También deben averiguar en la escuela y ver si existe la posibilidad de que sus hijos ejerzan su propia defensa, pero permaneciendo siempre atentos a fin de poder discernir sobre la real dimensión de lo que está pasando. Hay que recordar que la mayoría de los actos de acoso ocurre fuera de la vista de los adultos y que a menudo los agresores, por la confrontación y por el miedo, acaban inhibiendo a los demás compañeros para que no los denuncien. Asimismo, también por el miedo y el terror, gran parte de las víctimas decide no reaccionar, ocultando la dimensión de los maltratos que soportan.
Algunos pacientes adultos que he tenido cuentan que vivieron los peores horrores de su vida dentro de la escuela, y que los padres siempre los exhortaban a enfrentarse a las situaciones, o incluso no les hacían mucho caso respecto de cuestiones que los marcaron severamente por el doble desamparo.
Los padres que reciben la información de que sus hijos están siendo acosadores, deben permanecer atentos y averiguar qué sucede en el universo emocional de sus hijos, porque las pesquisas revelan que en el 20% de los casos, los acosadores, de algún modo, también son víctimas; y no dar por hecho que sus hijos son una especie de valentones y que todo está bien. Si falta empatía hacia el otro, en cualquier edad que fuese, esto se debe a que hay algún dolor o padecimiento emocional no resuelto.
La escuela debe cumplir su papel y dar educación a sus alumnos. Pienso que hoy, más que nunca, este asunto forma parte de lo que se propone. Educar para la vida y no sólo para aprender a leer, escribir y entrar en una facultad. Deberían dar clases formales sobre el tema, hasta llegar a sensibilizar a sus alumnos. Sería una especie de psicoeducación, más que necesaria en los días de hoy.
Silvia Malamud é colaboradora do Site desde 2000. Psicóloga Clínica, Terapias Breves, Terapeuta Certificada em EMDR pelo EMDR Institute/EUA e Terapeuta em Brainspotting - David Grand PhD/EUA.
Terapia de Abordagem direta a memórias do inconsciente.
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Autora dos Livros: Sequestradores de almas - Guia de Sobrevivência e Projeto Secreto Universos
Publicado dia 3/4/2016 11:07:42 AM em STUM WORLD
