Imagina una de estas calles donde las más de las veces no vemos la placa que indica que se trata de una vía sin salida; distraídamente, acabamos entrando y al final de ella nos deparamos con un muro. Al darnos cuenta de la equivocación, tenemos deseos de sentarnos y llorar, pero eso de nada servirá. Intentar la maniobra para regresar a la vía principal no siempre es tan fácil de hacer, incluso porque estas calles sin salida casi siempre son estrechas y están llenas de coches aparcados…
En la metáfora descrita me deparo pensando sobre mi propia vida y cómo el hacerme radiestesista me ha obligado a enfrentar innumerables dificultades y aprender a superarlas, únicamente para que hoy, con más de 25 años de profesión, yo pueda estar segura de que todo lo que he pasado y revertido ha sido para transmitir a cada persona que atiendo la certeza de que se puede vencer cualquier dificultad por grande que pueda parecer.
El tiempo invertido en cada maniobra que trates de realizar está directamente relacionado con tu voluntad de tener una vida diferente de la que hoy llevas, pues cada momento proporciona invariablemente una elección: estar bien o estar mal.
Hoy hace diez días que mi madre se ha ido al plano superior; recuerdo que nunca la he visto llorar en un velorio y, como mi hermano confirmó, ella nos decía: ¿para qué llorar en el velorio si el lado de allá es mucho mejor que el de aquí?
Y es en esta vibración como deseo compartir un poco de todo lo bueno que he vivido y aprendido al lado de ella.
Desde muy pequeña, vivía entre dos casas: la casa de mis padres y la de mi tía; pero la mayor parte del tiempo me quedaba en casa de mi tía, porque, a juzgar por lo que oía, yo daba mucho trabajo. Según mi modo de ver de niña, crecí teniendo la seguridad de que yo necesitaba agradar en exceso para tener el amor de alguien y que quizá yo no importaba a nadie, pues cada cual me empujaba para la otra casa. Pasé años y años arrastrando este enorme sufrimiento, lo cual me ha llevado a tener gran dificultad para establecer relaciones sólidas y también para confiar en los demás.
Mi forma de contemplar la vida me decía que yo tenía que batallar por mí misma, desarrollarme profesionalmente y ser la mejor en lo que hacía, pues nunca tendría a nadie para ayudarme. Ese formateado mental me ha llevado a crecer mucho y a alcanzar todo lo que había deseado como ingeniera, pero eso me ha relegado a la soledad y a sentirme infeliz.
¡Cuánto tiempo perdido!
Siempre me he sentido diferente de las otras personas, con una intuición y una sensibilidad frente a las cosas de la vida bastante diferentes de las de los demás; era como si yo viese más allá, y no entendía qué significaba eso. Por ello también he tardado en manifestar mi poder personal, y como consecuencia, mis logros lo fueron a costa de un gran dispendio de energía. Como no confiaba en los demás, lo controlaba todo y a todos en exceso, haciendo un esfuerzo enorme, y a esto yo lo llamaba autodefensa para sobrevivir.
Sabía muy claramente desde pequeña que el elegir siempre puede acarrear pérdidas.
Tenía, sí, unas ganas enormes de disfrutar una vida diferente, pero también sabía que sólo se trataba de un deseo, un anhelo.
Fue entonces, en la fase madura de mi vida, cuando mi madre empezó a tomar parte en estas elecciones y en muy poco tiempo me hizo ver que yo debía buscar decididamente lo que deseaba, abandonando mi carrera de ingeniera, para poder usar de mi sensibilidad y unicidad con el fin de auxiliar a muchísimas personas.
Me remangué y me puse a la búsqueda de conocerme mejor, de sanar las desarmonías que me acompañaban desde la niñez, pero no sabía cómo librarme de ellas.
La Radiestesia entró en mi vida cuando yo tenía 22 años. Estudié muy profundamente todos los conceptos de la Radiestesia, actualizándome sin cesar en los descubrimientos y sanaciones a lo largo y ancho del mundo; mediante la Mesa Radiónica, identifiqué mis bloqueos y pude librarme de ellos. Aprendí a pensar de manera diferente, a confiar plenamente en la vida, comprendí que el hecho de ser ingeniera era algo positivo y que podría actuar con ambas profesiones junto a empresas y profesionales de alto escalafón, pues hablaba su mismo lenguaje. Fue un largo camino, pero hoy afirmo con todo orgullo que ha valido mucho la pena. Por detrás de todo eso estaba mi madre, que continuamente me incentivaba diciendo: ahora sí has acertado con el camino, serás feliz y podrás cumplir tu misión de vida.
En mis Cursos de Radiestesia y Radiónica, te enseño cómo modificar tu vibración de alma, alcanzando de esta forma tus objetivos. En mis consultas, elimino las trabas que te impiden desarrollar tu potencial y convertirte en lo que deseas ser, todo ello con base en innumerables experiencias que han dado excelentes resultados.
Por tanto, te digo con toda convicción: tú también puedes transformar tu vida en lo que deseas que sea, con el auxilio de la Radiestesia y de la Mesa Radiónica.
Desde la humildad, que siempre he tenido por principio, afirmo que soy la persona que más tiene que aprender, porque en mis consultas sugiero prácticas de cambio de patrón mental que interiorizo en mí misma, formando un valioso caudal de conceptos y contenidos.
Desde la partida de mi madre, siento que ella ha pasado a vivir en mi corazón y que está todavía más cercana y presente, por la vibración de paz que me acompaña en este momento.
Gracias, madre, por haberme incentivado tanto, por todo lo que has hecho por mí, y por hacerme ver que lo mejor en la vida no son las cosas, sino las personas y los sentimientos y que, si yo no me sintiese realizada en todos los aspectos de mi vida, no podría transmitir eso a las personas que atiendo.
¡Te amaré para siempre!