¿Te has visto alguna vez compelido a perdonar a quien te hizo sufrir? No hablo de una simple riña de pareja, que también puede traer dolor y sufrimiento; me refiero a dolores originadas por abusos físicos, emocionales y sexuales cuando aún éramos pequeños, inofensivos y sin ningún tipo de estructura para defendernos. Los niños abusados sufren en silencio porque casi siempre son amenazados, y en el silencio de sus dolores reprimidos, sin tener con quién contar ni de quién recibir apoyo, también sienten culpa por todo lo que les sucede.
Entre los supervivientes de tal tortura, el niño continúa viviendo en la oscuridad del miedo, la represión, la amenaza. Se siente además engañado en su amor y confianza, violado en su dolor, humillado. Todo su ser quiere gritar su rabia, expresar su indignación y pedir ayuda, pero no es capaz. Algunos lo olvidan, pero cuando son adultos pueden ver cómo se reviven sus recuerdos en sueños o síntomas, haciendo que aquellas escenas de horror vuelvan a estar presentes. Es difícil soportar todo eso en soledad, pero ¿en quién confiar?
Cuando todas las tentativas de encontrar a alguien que pueda escuchar su historia no han tenido éxito, intenta ser escuchado con el lenguaje de los síntomas, a través del vicio, las enfermedades, los dolores sin causa. Este niño, ahora adulto, a su vez, empieza a sospechar que la causa de su sufrimiento puede tener relación con su infancia. Cuando es capaz, ya adulto, de tener el valor de contar los abusos sufridos, a aquellos que debían haberlo defendido cuando era pequeño, se les compele a perdonar, como si fuese posible continuar conviviendo con el abusador como si no hubiese pasado nada.
Consciente o no de los abusos sufridos, las secuelas se hacen presentes, lamentablemente; o sabiamente, porque eso es muchas veces lo que hace que, ya adulto, busque la ayuda de un psicólogo para hacer un seguimiento de los pasos de esta terrible explotación. Lo difícil es encontrar quien te escuche con cariño, atención, sin juzgar, sin decir que es fantasía o imaginación de tu cabeza, pero que te acoja y tome en serio algo tan importante como lo que tienes para contar, validando así todo lo que sientes.
Alice Miller nos llama testigos conocedores, porque conocemos las secuelas y el sufrimiento causados por los abusos sufridos. Pero no todos los profesionales tienen ese conocimiento. Además, aún dicen: si no perdonas a tu madre o padre, nunca te vas a perdonar a ti mismo, ni llegarás a curarte. Pero ¿cómo es eso? En vez de ayudar al paciente a librarse de los sentimientos de culpa que ya arrastra – lo cual debe ser el papel de la psicoterapia o del análisis – le imponen un requisito adicional, reforzando su sentimiento de culpa.
Oigo constantemente relatos de personas, abusadas sexualmente cuando eran pequeños, la mayoría por el propio padre, a quienes se les dijo que deben perdonar. Por lo regular, esa exigencia la hace la propia madre, que casi siempre tiene muchos motivos para hacer esa petición: mantener la familia unida, miedo a quedarse sola, dependencia económica y/o emocional, en fin, siempre hay algún interés propio para que la hija perdone lo que ha hecho su marido, en favor de la ilusoria familia. Ilusoria, porque, ¿cómo puede una madre creer posible que continúe habiendo una familia, como si nada hubiese sucedido, después de saber que su hija ha sido abusada? Parece absurdo para quien no vive esa realidad, pero ésta es más frecuente de lo que podríamos imaginar.
Es común que esos supervivientes oigan decir: tú no puedes considerarte curado hasta que hayas perdonado a tus padres por todo lo que te hicieron. Aunque tu padre era alcohólico, abusó de ti, te golpeó, insultó, humilló, abusó sexualmente, o te obligó a robar, causándote más sufrimiento del que podías soportar – aún así tú debes perdonarle, pues en caso contrario no conseguirás curarte. Sí, muchos programas, e incluso profesionales, dicen que tienes que someterte al “trabajo del perdón”, supuestamente necesario para la curación. ¡No creas en eso! Atollados en el sistema educacional, en vez de ayudar al paciente a librarse de las consecuencias del trauma, le ofrecen la moralina tradicional. Cuando un profesional dice que la curación se alcanza con el perdón, lo cierto es que está volviendo a traumatizar con más culpa a aquel que lo ha consultado, además de la culpa que ya arrastra por todo cuanto ha pasado y ha tenido que reprimir durante años.
Cualquier tipo de abuso, sea físico, emocional o sexual, deja marcas, dolores, y muchas secuelas. Y ¿qué derecho tiene alguien a pedir que la víctima perdone a quien la ha abusado, e incluso continúe conviviendo con el abusador? Cuando son los padres o familiares quienes piden – o imponen – el perdón, hasta lo puedo entender, porque así es como hemos aprendido, son creencias difíciles de actualizar; pero esa exigencia es inadmisible cuando viene de profesionales de la salud que actúan como si fuesen verdaderos sacerdotes, siendo que estamos lejos de ese papel.
El perdón no elimina el odio, la rabia natural en quien ha sido abusado y lleva muchos años sufriendo callado su dolor. Todos los engranajes de la máquina del perdón pueden funcionar casi perfectamente – pero a costa de la verdad. Es un modo sutil de decir: no lleves eso adelante, continúa reprimiendo lo que te ha costado años conseguir expresar, como si las propias secuelas de cualquier abuso no insistiesen en hacerse presentes, a menudo incluso pasados muchos años desde el abuso sufrido. Pedir que se perdone a quien ha causado – y todavía causa – tanto sufrimiento, es lo mismo que pedir que continúe negando la verdad, y sabemos que sólo a través de ella podemos dar comienzo al proceso de sanación.
Hay otras muchas situaciones en que el perdón es indicado como único camino para la curación. Pero ¿lo será de veras? ¿Es posible pedir a alguien que perdone al padre que ha abusado sexualmente de ella durante toda su niñez? ¿Y que ahora de adulta no es capaz de tener ninguna relación amorosa debido a eso? ¿Es posible pedir que se perdone a una madre que durante años ha rechazado, humillado, golpeado, gritado, ofendido a su hija, comprometiendo así toda la vida de ésta?
Alice Miller, luchadora incansable de la importancia de que rompamos el silencio del sufrimiento en la niñez, escribe:
El hombre puede mantener la esperanza si sus señales de socorro son finalmente atendidas. Si su historia oculta, reprimida, finalmente consigue venir a su consciencia, el sistema inmunológico también puede regenerarse. Pero ¿quién va a ayudarle en esta tarea, si todos los “ayudantes” tienen miedo a su propia historia? Y así continúan jugando juntos – pacientes, médicos, órganos administrativos – a la gallinita ciega, porque pocos de nosotros hemos aprendido que el acceso emocional a la verdad es la condición indispensable para la sanación…
...Únicamente con el descubrimiento de su propia verdad, en el proceso de terapia, paso a paso, sin una falsa moral, se puede detener esa ideología desastrosa. Ya que es sólo con su propia verdad como hombres y mujeres que han sobrevivido al abuso estarán libres de consecuencias. El esfuerzo exigido por el perdón está lejos de su verdad. Una terapia eficaz debe llevar al paciente a acceder a sus sentimientos, porque sólo ese acceso le permitirá encontrar su camino y ser auténticamente coherente consigo mismo. Las aplicaciones moralizantes sólo pueden bloquear el acceso.
Y ella, para completar, dice además:
Las religiones pueden ejercer un enorme poder sobre nuestras mentes y empujarnos en muchas maneras de engañarnos a nosotros mismos. Pero no tienen la menor influencia sobre nuestro cuerpo, que conoce nuestras verdaderas emociones e insiste en que lo respetemos.
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor