Cuantos más problemas tenga que encarar, más el ser humano se convierte en presa fácil de las dudas, inseguridades, miedos y ansiedad. Cuando necesitamos encontrar salidas eficaces para los desafíos, la mejor forma de proceder es adoptar actitudes sencillas de cambio.
Empezar por el paso más fácil es una manera sabia de enfrentarnos a nuestros propios fantasmas. De nada sirve imponerse a sí mismo tareas complejas, pues el resultado será parálisis y frustración.
Entonces, dejemos de lado objetivos grandiosos y dediquémonos a aquellos que podamos resolver en un corto espacio de tiempo. Graduar las dificultades nos fortalece, pues a medida que vamos venciendo lo menos complicado, nos sentimos estimulados a seguir adelante.
Resolver un problema de cada vez, sin querer vencer obstáculos mayores de lo que se puede, es la esencia de una vida sencilla. Pero esa transformación sólo puede ocurrir si existe consciencia y si planificamos adecuadamente la manera en cómo lidiaremos con cada desafío.
El primer paso es confiar en nuestra capacidad de crecimiento y no temer el fracaso, pues él es un maestro muy útil. Otro ingrediente fundamental en el camino del autoconocimiento es la paciencia.
Si ella no tendremos la humildad necesaria para, a pesar de nuestros retrocesos, seguir adelante sin desanimar. Y, finalmente, la compañera más valiosa de la jornada, que es la motivación.
Mantenerse firmemente deseoso de liberarse de los sentimientos negativos, de la miseria y del sufrimiento, es el propósito esencial que debe guiarnos en la búsqueda de una vida sencilla.