El concepto de salud se asocia generalmente al bienestar físico, pero abarca mucho más. Somos un todo orgánico formado por cuerpo, mente y emociones.
La salud mental y, principalmente la emocional, son esenciales para una vida feliz. Aunque muchos lo duden, las emociones – y los pensamientos que ellas generan – inciden de manera significativa sobre el equilibrio de nuestro cuerpo.
Las respuestas que manifiesta lo físico a nuestras reacciones emocionales será lo que determine el grado de salud que tendremos. La depresión, la ansiedad, el pánico, la baja autoestima, están en la raíz de innumerables males físicos.
Por tanto, es esencial que nos preocupemos por tratar nuestras emociones con el mayor cuidado y dedicación de que seamos capaces.
La racionalización excesiva, el negarse a admitir sentimientos que están por detrás de nuestras actitudes, o del recelo en tomarlas, son muy corrientes.
Buscar ayuda terapéutica puede ser muy útil para aquellos que se han acostumbrado a seguir por la vida de un modo mecánico e inconsciente, porque les ayudará a reconocer con objetividad los sentimientos y las emociones que los dirigen.
Aparte de eso, una práctica como la meditación también es fundamental para la armonía integral, ya que la dimensión espiritual es intrínseca a nuestra jornada existencial.
Que el deseo de renovación, aportado por el inicio de un nuevo año, nos lleve a salir de la acomodación y de la inercia y a cuidar de nuestras emociones con disciplina y perseverancia, pues esta es la única manera de que alcancemos la paz y el bienestar que tanto buscamos.