Tememos el desafío porque nos saca de nuestra zona de confort, de la ilusión de seguridad en que todos acostumbramos a apoyarnos.
Al hacerlo, nos olvidamos de una verdad fundamental: la inseguridad es lo que nos permite descubrir nuestro poder interior, la capacidad de crear, de crear nuevos caminos en la vida.
Si todos permaneciesen siempre en lo conocido, ninguna evolución sería posible. Por eso la existencia, sabia como es, en algún momento nos presenta circunstancias que nos movilizan, asustan y quitan nuestra paz.
Este es exactamente el propósito, visto que ella desea que nos apoyemos en otras bases, las que tienen que ver con la capacidad de innovación, de descubrir nuevas respuestas siempre que nos veamos desafiados, en vez de las viejas fórmulas conocidas.
Para encarar esa realidad es fundamental desarrollar el arte de la aceptación, pues cuanto mayor sea la resistencia a aquello que se nos presenta en cada momento, más angustia y sufrimiento llegaremos a experimentar.
Entender el desafío como una bendición es algo para aquellos que ya han adquirido cierto grado de evolución de consciencia. Desgraciadamente, la mayoría de la humanidad todavía se halla en la fase en que las dificultades son encaradas como tragedias, que le llevan al miedo y a la postura de victimización.
Confiar en uno mismo y en nuestro potencial para vencer los obstáculos es una necesidad primordial en los días que vivimos, visto que las transformaciones planetarias en curso pondrán cada vez más en jaque nuestros paradigmas y convicciones arraigadas.
Flexibilizarse es el secreto para desarrollar nuevas formas de encarar la jornada de la vida, pues sólo así será posible cumplirla en total equilibrio, serenidad y paz.