¿Ya has dado respuesta a esa pregunta o vives en el modo automático?
"Me parece que estoy viviendo para agradar a otras personas. Ya no sé siquiera lo que es bueno para mí. Casarme y tener hijos es lo que desea mi madre, pero ese deseo ¿será suyo o mío? Realmente ya no sé qué deseo. ¿Quién soy?”
El desahogo que antecede es un cuestionamiento muy común entre las personas. No importa lo que esperan de nosotros: casarnos, no casarnos, con quién casarnos, tener hijos, no tenerlos, tener éxito en lo profesional. Estamos siempre dispuestos a agradar y a corresponder a aquello que esperan de nosotros, pues eso es lo que hemos aprendido desde muy pequeños: ¡a obedecer!
Y cuando empezamos a pensar con nuestra propia cabeza y a cuestionar si el camino que estamos recorriendo es de veras aquel que queremos, el conflicto se hace inevitable. Las preguntas: “¿quién soy yo?, ¿qué quiero?, ¿estoy siendo feliz?” insisten en martillear en nuestra cabeza y una vez iniciado el cuestionamiento es como si éste tuviese vida propia, ya no se detiene.
¿Cómo encontrar tales respuestas? ¿Cómo liberarnos de la búsqueda de reconocimiento, aprobación, necesidad de agradar, cómo dejar de ser tan susceptible a críticas? No es fácil librarse de tantas cadenas como nos aprisionan. Sí, permanecemos tan presos a esas necesidades que mal conseguimos vivir, como si estuviésemos verdaderamente encadenados. Y cuanto más vivas en lo automático, más difícil te será oír esas respuestas para conocerte mejor.
Para evitar ese conflicto o sentir el dolor que hemos venido reprimiendo durante años, vamos distrayéndonos con otros intereses, ya sea trabajando en exceso a fin de no dejar tiempo para pensar; ya cuidando de la vida de otros, ayudando, aceptando o criticándolos; ya sea enfermando como forma de llamar la atención; o bien sobrecargándonos con infinitas actividades. En fin, todo esto puede inicialmente beneficiarnos en la medida en que proporciona la oportunidad de escondernos de nosotros mismos. Sufrimos mucho con las pérdidas durante la vida, pero no percibimos cuánto perdemos de nosotros mismos, cada vez que miramos a otro lado para no mirar dentro de nosotros.
¿Te has fijado en que cuando estamos frente a una multitud conseguimos ver a todos, pero no nos vemos a nosotros mismos? ¿Percibes la diferencia? Siempre estamos viendo al otro, a fin de cuentas hemos aprendido desde muy pronto a priorizar las necesidades del otro, ya fuese un hermanito o un vecino. Lo cual, ciertamente, interfiere de forma profunda y simbólica cuando necesitamos tener el conocimiento de nuestros propios sentimientos. Siempre es más fácil mirar al otro, percibir cuál es el mejor camino para él, que mirar dentro de nosotros y definir nuestro propio camino.
Para conseguir las respuestas a las anteriores preguntas es preciso saber qué es lo que nos ha alejado de nosotros mismos. Todo empieza de manera muy sutil cuando todavía somos muy pequeñitos. Cuando nacemos somos genuinos, iluminados, pero con el paso del tiempo empezamos a apagarnos… o somos apagados ante las demandas, exigencias, protección en exceso, vergüenza, humillación, rechazo, abandono, normas, etc., e inconscientemente vamos alejándonos de quienes somos en esencia, de nuestro “verdadero yo” - el self.
Con la intención de ser aceptados, creamos lo que denominamos máscaras, que son defensas que nuestro inconsciente crea con el propósito de evitar el dolor de los sentimientos que se nos hace tener. El raciocinio del inconsciente sería el siguiente: “Si no soy aceptado tal como soy, es porque no hago nada bien, entonces seré diferente para poder ser aceptado y amado”. Y crecemos en la creencia de que no somos lo suficientemente buenos para ser amados por lo que somos; así, buscamos desesperadamente crear una imagen de cómo deberíamos ser. Empezamos a crear un “falso yo” como protección y reprimimos cada vez más nuestro yo verdadero. Esto va cristalizando poco a poco, hasta que cuando empezamos a sentirnos insatisfechos, infelices, en conflicto, o cuando ocurre algo, como una pérdida significativa por separación, muerte, enfermedad, y nos hace reflexionar cómo está nuestra vida, es cuando empezamos a cuestionar lo que está ocurriendo. Y parece que cuanto más pensamos más perdidos nos sentimos, es como si ya no supiésemos quienes somos, como en el desahogo del comienzo de este artículo.
Muchos se desesperan, se sienten deprimidos, pues no consiguen aclarar lo que está sucediendo. La distancia de uno mismo es tan profunda que ya no se consigue escuchar la propia voz, deseos y sueños, es como si todo se hubiese perdido. Pero en realidad todo aún está dentro de ti, sólo tienes que descubrir cómo encontrar la parte perdida.
Para alcanzar el verdadero yo es preciso descubrir cuáles son tus máscaras. ¿Tú lo sabes? No es un proceso sencillo, a fin de cuentas fueron tantos años creyendo ser de una manera, ¿cómo alguien ahora te dice que esa persona no eres tú? Es preciso hacer el camino de vuelta, buscar tu yo verdadero, tu esencia. ¿En qué momento de la vida tú te has perdido de ti mismo? A menudo ni siquiera lo recordamos. Puedes empezar fijándote en aquello que en este momento te está incomodando, lo que te está estorbando o te trae conflictos. Las máscaras que desarrollamos pueden ser muchas. Por ejemplo, superioridad, arrogancia, poder, orgullo, necesidad de agradar, ser buenecito en exceso, alegre en exceso riendo de todo y de todos, todo esto pueden ser máscaras que ocultan profundos sentimientos de daños emocionales, con la consiguiente falta de valoración de uno mismo, aunque un día fuesen creadas para protegernos del dolor. Generalmente lo que nos trae conflictos son nuestras necesidades no suplidas desde muy pequeños y de las que sólo ahora empezamos a tener consciencia.
¿El matrimonio anda mal, no recibes tanta atención como te gustaría? ¿Será que la falta de esa atención que esperas no viene ya desde pequeño? Por más que el otro te dé atención difícilmente conseguirá suplir la necesidad acumulada durante años. ¿Qué tiene esto que ver con la máscara? Probablemente de niño ya sentías la necesidad de atención, pero como forma de defenderte. Es decir, para obtener la atención no recibida, empezaste a hacerle todo al otro, agradando siempre e incondicionalmente, con el pensamiento inconsciente de ser valorado, y así recibir la atención tan deseada. Has crecido dentro de ese patrón y en el matrimonio seguramente has procedido de la misma manera, siempre agradando, sobrecargándote; con el paso de los años la necesidad se va potenciando, hasta llegar a un punto en que tu cuerpo y/o tu mente ya no soportan más, pero al mismo tiempo no consigues identificar todo este proceso, pues no tienes conocimiento de ello, y el conflicto se instala.
Cuando eso ocurre es hora de dejar todo y reflexionar sobre lo que está ocurriendo, sobre cuándo todo esto ha comenzado, que por lo regular comienza allá en el pasado, en la forma en cómo fuimos cuidados, educados, reprimidos, exigidos, demandados. El origen casi siempre está en cuando se pusieron a amoldarnos a lo que esperaban de nosotros, y así empieza el proceso de alejamiento de quienes somos, para convertirnos en quien se espera que seamos. ¡Y el conflicto está instalado! Empieza preguntándote qué es lo que te gusta hacer, comer, cómo sientes. Y escucha las respuestas. Ellas pueden no venir inmediatamente, pero insiste hasta que aparezcan. El camino de vuelta a tu Yo Verdadero es largo, pero valioso. En caso de que tengas dificultad en hacer ese camino tú solo, busca la ayuda de un psicólogo.
Rosemeire Zago é psicóloga clínica CRP 06/36.933-0, com abordagem junguiana e especialização em Psicossomática. Estudiosa de Alice Miller e Jung, aprofundou-se no ensaio: `A Psicologia do Arquétipo da Criança Interior´ - 1940.
A base de seu trabalho no atendimento individual de adultos é o resgate da autoestima e amor-próprio, com experiência no processo de reencontrar e cuidar da criança que foi vítima de abuso físico, psicológico e/ou sexual, e ainda hoje contamina a vida do adulto com suas dores. Visite seu Site e minha Fan page no Facebook. Email: [email protected] Visite o Site do Autor