Ser optimista no significa, en absoluto, mantenerse alienado de la realidad. Todo lo contrario, pese a no negar la existencia de los obstáculos, el optimista siempre tendrá como visión de futuro la certidumbre de que serán superados.
Visualizar un desenlace positivo para las situaciones difíciles es la forma más eficaz de cultivar el optimismo. Y, aunque algunas veces el resultado no sea el esperado, es importante tener en mente que aquel fue sólo un episodio desagradable, en lugar de considerar que éste constituye la única posibilidad.
Por cierto, el optimista siempre utiliza la siguiente lógica: si hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que algo salga bien y otro cincuenta de que salga mal, ¿por qué pensar únicamente en la mitad mala de las probabilidades?
Un optimista siempre considera más inteligente apegarse a la primera opción y creer de modo efusivo que ésta saldrá vencedora. Lo cual, ciertamente, será decisivo para que la energía se ponga en marcha de modo favorable.
Para muchos el optimismo es un sentimiento difícil de cultivar y, de hecho, si no existe una disposición consciente de alimentarlo, fácilmente se caerá en la trampa de la negatividad, visto que los estímulos para ello son innumerables, actualmente.
Uno de los pilares esenciales de sustentación del optimismo es la autoestima. Si la confianza en uno mismo no está presente, es muy probable que la falta de fe en la victoria sobre las dificultades predomine.
Aquel que se mantiene conectado, en todo momento, con la profunda convicción acerca de los talentos que posee, difícilmente será víctima del pesimismo.
Aunque los resultados tarden en llegar, si se mantiene firmemente enfocado en la intención de materializar sus sueños, en algún momento la vida le responderá favorablemente.