En estos últimos días del año, forzados por la potente irradiación de Saturno – Regente de Capricornio – sobre nuestro mapa astrológico, sentimos una especie de tensión, que nos empuja, lo queramos o no, hacia la auto-evaluación.
Sea cual fuere la configuración bioenergética elegida por el Espíritu Inmortal que se manifiesta a través de nosotros, para vivir las experiencias de la materia, este es un momento cósmico que nos sitúa frente a nuestra Verdad Interior.
Y no es por casualidad que, de los sótanos de nuestra individualidad, viene a la superficie un deseo irresistible de huir de las responsabilidades del día a día, hacia algún lugar donde no haya nada ni nadie que pueda recordarnos la dura realidad de que no hemos alcanzado todas las metas, no hemos cumplido todas las promesas, ni siquiera las que nos hicimos a nosotros mismos.
No en vano esta es la época de las carreras a todo tipo de templos, de las consultas a oráculos, o a cualquier otro medio mágico que nos ayude a reducir la opresión que sentimos en el corazón.
Huir a alguna zona de confort emocional, racional o turística no sirve de nada. Recurrir a magos, videntes y oráculos puede poner más difícil aún la situación.
Nuestras pendencias con Saturno sólo quedarán solucionadas a partir de una pacífica, honrada y minuciosa reflexión.
Incluso porque Saturno no es una persona a quien se pueda disuadir, y sí una fuerza que tiene como única función hacernos retomar nuestro plan divino, a partir de una visión general de nuestra andadura hasta este aquí-ahora.
Si estamos razonablemente centrados y conscientes, sabremos que ninguna inmersión en el mar, ni siquiera en la más cristalina de las playas de la más remota isla del Pacífico nos va a librar de las consecuencias de nuestras decisiones. Y que ningún ritual mágico va a cambiar la dura realidad de que tendremos que armonizarnos, primero con aquello que somos, y después, con todo aquello que atraemos a nosotros por nuestra vibración.
Todo nuestro contenido kármico, todas nuestras tendencias negativo-destructivas estarán allí, tomando el sol y bebiendo con nosotros una cerveza, una caipiriña o un vino, cómodamente instaladas, en los espacios vacíos de nuestro ADN.
También sabemos que de nada sirve intentar descubrir, a través de bucios, runas, tarot, o cualquiera que fuese el oráculo a que acudamos, una forma de escapar de las situaciones kármicas que el nuevo año nos reserva.
Entonces, la única cosa sensata que se puede hacer es aceptar la invitación de Saturno, realizando con buena voluntad y corazón sincero, el más profundo, honrado y completo análisis de lo que hemos estado haciendo y dejando de hacer en el año que ahora se encierra, teniendo como foco principal, no los resultados perceptibles de lo que hicimos o dejamos de hacer, sino el cómo hemos realizado o dejando de realizar cada pequeña acción.
Y, a partir de ese análisis, formular un proyecto para el próximo año que incluya la firme determinación de emprender una profundización de consciencia que nos permita obtener la única cosa que realmente importa: la armonía con todo y con todos.
Algunos diréis que no es momento para eso. Que es tiempo de celebración.
Lamentablemente, aquellos que piensan así enfrentarán todas las consecuencias de no haber llevado a cabo la tarea atávica que Saturno les propuso.
Cuando Acuario surja en el horizonte astrológico de este nuevo año, traerá consigo la evaluación del mundo: aquellas situaciones y circunstancias dictadas por la vibración de cada uno. Simple resultado de la ley de la sintonía. Semejante atrae a semejante. Inconsciencia atrae a inconsciencia. Falta de evaluación atrae a falta de evaluación. Y por ahí sigue.
Cuando lleguen los días de Acuario, tiempo en que cada cual debería estar cosechando las bendiciones del aire, de la límpida visión universal proporcionada por el sensato aguador, no tendrán la objetividad necesaria para formular los proyectos de deberán ser iniciados en Aries. Y no podrán protestar, si inician el nuevo año astrológico sin saber qué hacer.
Un nuevo año astrológico es siempre una nueva oportunidad de perfeccionamiento de la consciencia – único camino posible para la realización y la felicidad. Y aprovecharla depende tan sólo del ánimo con que nos propongamos encarar este difícil período de evaluación en que estamos energéticamente inmersos desde el 21 de diciembre.
La paz que todos deben celebrar el primer día de 2018 no es la paz entre los pueblos, ni el término de los conflictos entre los humanos, sino la paz que debemos estar persiguiendo dentro de nosotros mismos.
No es posible lograr paz en el mundo, cuando no nos determinamos a hacer la paz dentro de nosotros.