Créeme, el no es una de las palabras más liberadoras que existen. Y utilizarla es un arte que muchos seres humanos todavía no han aprendido.
Siempre que algo nos desagrada, o va contra nuestros valores y convicciones, deberíamos expresarlo mediante una enfática negativa.
No obstante, por sorprendente que pueda parecer, muchas personas tienen dificultades para asumir el no como forma de afirmación de su individualidad.
Al revés, aceptan ir contra sí mismos, sus deseos y necesidades, por temor a desagradar al otro, a ser rechazados, a perder la admiración que creen poseer.
Esta es una ilusión bastante corriente a la cual muchos se apegan. Y no es más que eso, una fantasía, pues cuanto más negamos a nosotros mismos, mayores serán las posibilidades de que, en algún momento, perdamos el respeto que tanto hemos buscado.
Saber decir no y tener el valor de pagar el precio necesario por esa elección es desafío y tanto, pues exige madurez, coherencia y sabiduría.
La inseguridad y la baja autoestima están generalmente en la base del miedo a decir no. Solamente aquellos que poseen una sólida confianza en su poder interior son capaces de enfrentarse al mundo para defender el derecho a su autenticidad.
Al conquistar tal seguridad, consiguen decir no con la tranquilidad típica de quien se ha liberado de la esclavitud en que el miedo al juicio ajeno los había sumido.
“No fuerces nada en forma alguna, ni siquiera por un único momento, porque una vez que fuerces cualquier cosa, tú estás dividido en dos – lo cual crea el problema, entonces toda tu vida se torna dividida”. Osho