Según Bert Hellinger, psicoterapeuta creador de las Constelaciones Familiares y formulador de las Leyes Sistémicas del Amor y de la Vida, "El éxito tiene la cara de la madre".
Quien no conquista el éxito en la vida, entendiéndose el éxito como tener relaciones afectivas amorosas y enriquecedoras para ambos, una relación sana con el dinero, lograr sus objetivos, realizarse y ser feliz en la vida, sentirse seguro, es por que "no ha tomado a su madre".
Tomar a la madre significa aceptarla plenamente, sin juzgarla, amorosamente en el corazón, independientemente de cómo lo haya criado y educado, y de cuál haya sido su relación con ella, si se ha sentido o no suficientemente amado o de la manera que considera "adecuada", si fue castigado injustamente, preterido o incluso abandonado.
Conozco a muchas personas, amigos, alumnos, pacientes, que escuchando estas palabras, con expresión angustiada, de ira o sufrimiento, ¡afirman ser tarea imposible! No consiguen, y muchos afirman sinceramente que no quieren, abrirse a esta aceptación. Arrastran resentimientos profundos, cicatrices mal formadas que encubren superficialmente heridas crónicas e incurables del alma.
No obstante, no hay cómo decir sí a la Vida sin esa aceptación, ni antes de decir SÍ a ella, a nuestra madre. La Vida nos fue entregada a través de la madre, nacimos de sus entrañas, de su carne. Nuestro cuerpo fue forjado en su vientre, a través del alimento ingerido por ella fue como tomamos el nuestro. Esos nutrientes nos permitieron evolucionar a partir del momento de la concepción, cuando dos células, madre y padre, se convirtieron en una sola, YO, a través de un acto de amor de la Vida, para llegar a trillones de células en el momento del nacimiento.
El oxígeno que nos mantuvo vivos, fue inspirado a través de sus pulmones. El ritmo pulsante y tranquilizador que nos acunó durante los nueve meses en que nos llevó en su vientre, venía de los latidos de su corazón.
Las emociones que sentíamos y nos envolvían, tanto las malas, que reflejaban miedos, incertidumbre y angustias, como las buenas, que portaban los sueños, esperanzas, deseos e ideales, venían de su alma, y del campo familiar del cual ella formaba parte y ya nos envolvía, campo sistémico que reverbera las experiencias de miles de personas que vinieron antes de nosotros, las cuales nos constituyen incondicionalmente.
Rebelarse, tener restricciones, juzgar o criticar a la madre (o también al padre, lo cual trae otras implicaciones), significa que nos consideramos mayores que ella, lo cual va contra la ley de la Jerarquía, significa también excluirla, lo cual va contra la ley de la Pertenencia y resulta en no realizar un intercambio amoroso, pues recibimos la Vida también a través de ella, lo cual va contra la ley del Equilibrio de Intercambio.
En resumen, al elegir y optar por no aceptar ni tomar plenamente a la madre, dejamos de vivenciar los tres Órdenes del Amor, las principales y fundamentales Leyes de las relaciones y de la Vida.
El resultado es crear y/o continuar el fenómeno transgeneracional de enmarañamientos familiares, y el consiguiente fracaso en conquistar un destino de Éxito y una Vida plena y feliz.
A partir del ensanchamiento de la consciencia sobre esos temas, de la aceptación de todo y de todos como son, decimos SÍ a la Vida, podemos transformar esa realidad, cumplir nuestra misión personal y, en fin, vivir un destino saludable, con efectos curativos en todo nuestro sistema.
¡Viva la Vida!
Fuentes: Obras de Bert Hellinger; contenido del curso de formación "Consciência Sistêmica", reflexiones del autor.
por WebMaster
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