Usted ya notó como algunas personas tienen una tendencia a confundir la expresión de los sentimientos que surgen en los diálogos que establecemos en el día-a-día con ellas?
Muchas veces nuestra compasión es confundida con un toque de permisividad y, cuando nos damos cuenta, somos ultrapasados por acontecimientos que suenan en nuestro corazón como traición, falta de respeto por nuestro tiempo y espacio, robo de nuestras ideas y creaciones.
Se nos mostramos disponibles y abiertos corremos el riesgo de convertirnos en aquel que es llamado para hacer todo, asistir a la familia y a los amigos, causando reacciones de pesar y resentimiento cuando no nos mostramos así tan disponibles.
No se si usted está entendiendo lo que quiero decir.
En el trabajo, por ejemplo, por ser más rápidos y prácticos, conseguimos resolver los desafíos de forma más dinámica. Eso puede convertirnos, a los ojos del jefe, como aquel que va a tener que encarar todos los problemas que los otros no consiguen resolver. Y, a los ojos de los colegas nos convertimos en el angurriento, el sabelotodo, ganando no sólo una montaña de trabajo, sino el desprecio de aquellos que no consiguen hacer.
Estar abierto y disponible al mundo y a las personas tiene sus riesgos. Sabe por qué? Porque algunas personas desconocen límites y no piensan dos veces en depositar en las espaldas del otro sus necesidades, sus frustraciones y expectativas.
Por eso es preciso saber posicionarse frente a todo y todos.
La lección del límite es algo que tenemos que aprender rápidamente.
Y cuando hablo de límites estoy hablando alto para yo oír también. Aprender a decir no puede ser una cosa muy saludable. Pero es, encima de todo, corajosa.
Como la mayoría de nosotros fue criado con el sentimiento cristiano de la caridad ilimitada, y cuando transitamos el camino de la espiritualidad eso puede quedar aún más profundo, corremos el riesgo de confundir compasión y amor incondicional con permisividad sin limites.
Nadie vino al mundo para servir a otro ser humano. Servimos si ésta fuera nuestra decisión. Si éste fuera un deseo de entrega del corazón. La tenue línea aquí es no dejar que los otros se sirvan de nosotros y nos usen como si fuésemos su oído particular o su pozo de los deseos, trayendo hasta nosotros todo lo que los aflige, llevándose toda nuestra energía.
El universo nos da todos los días la lección del intercambio, del equilibrio. El pájaro tiene libertad total de comer el fruto - siempre que él deje la semilla en otro lado del campo para que esta semilla germine y la especie se preserve. La semilla germina y crea condiciones para que más pájaros se alimenten y así por delante. Hay una cadena de intercambios y una secuencia armoniosa de vida.
Asista a los movimientos que acontecen a su alrededor y vea como este intercambio entre los seres humanos es aún muy injusto. Millares de personas usando otros millares apenas para mantener su conforto, bienestar y riqueza material. Para no dejar de sentir placer. Para evitar la incomodidad que nos hace reflexionar, crecer, encontrar salidas creativas para nuestras vidas.
Duele profundamente constatar que una multitud hambrienta, esclava de su ignorancia, de su falta de visión y espacio, empuja con su fuerza física los carruajes de los reyes indolentes que, holgazaneando, sólo quieren recoger aquello que es dulce y fácil.
Ya decían los maestros: nadie puede crecer en dirección a la luz haciendo sombra o causando algún prejuicio a su semejante (y cuando hablo semejante me refiero a todo lo que está VIVO en el Universo).
Izabel Telles é terapeuta holística e sensitiva formada pelo American Institute for Mental Imagery de Nova Iorque. Tem três livros publicados: "O outro lado da alma", pela Axis Mundi, "Feche os olhos e veja" e "O livro das transformações" pela Editora Agora. Visite meu Instagram. Email: Visite o Site do Autor