Mucho se habla, hoy en día, sobre el origen real de las enfermedades físicas, o mejor dicho, de las manifestaciones patológicas que surgen en nuestro cuerpo físico. Algunos médicos de la Medicina tradicional aún son reacios a aceptar e integrar en su cotidiano nuevas maneras de pensar en la enfermedad, movidos por un recelo difícil de entender y, tercamente, prefieren dejar esto completamente a un lado, o a cargo de psicólogos y psiquiatras. Pero otros ya están abriéndose a la Medicina del futuro y entendiendo sus razonamientos para la integración Espíritu-mente-cuerpo, que es la unión de las varias maneras de ayudar a un enfermo.
Sin embargo, aunque ya entre los mismos laicos se acredite en el origen o, por lo menos, en la gran influencia que tiene nuestro modo de ser en las enfermedades físicas que padecemos, pocos entienden el cómo esto se produce. Y los razonamientos simplistas son que el nerviosismo tiene relación con la gastritis, los problemas afectivos con el infarto de miocardio, etc. Mas ¿de qué modo nuestra manera de ser, nuestros pensamientos y sentimientos, nuestra forma de vivir la vida pueden provocar dolencias físicas? La Física Cuántica ya ha demostrado que la materia es apenas condensación de energía, es decir, energía vibrando, en una determinada frecuencia que posibilita al ojo humano el visualizarla; esto equivale a decir que la diferencia entre algo visible y algo invisible no es más que su frecuencia vibratoria, y así, vemos lo que es "visible" y no vemos los que es "invisible". Todo se reduce a la capacidad de percepción del ojo humano y, claro, al desarrollo de la percepción visual de cada cual; de ahí la existencia de videntes, que ven lo "invisible".
Aun siendo de dominio público que la materia es una condensación energética, la mayor parte de la gente tiene enorme dificultad en asimilar el conocimiento de que somos un mecanismo energético, con diversas estructuras que interaccionan entre sí, vórtices (chakras), canales, colores, en fin, una circulación "invisible" en increíble movimiento, en constante modificación. Conociendo estos cuerpos y los vórtices, que intentan mantener regulación energética entre sí y, principalmente, entendiendo las repercusiones de los problemas en su estructura a nivel del cuerpo denso, se puede comenzar a asimilar realmente qué cosa significan las "dolencias" que surgen en el cuerpo visible. Se trata de una cuestión de "limpieza" o de "suciedad" a nivel energético, de circulación rápida o lenta, libre o bloqueada, en los cuerpos mental y emocional, y de la repercusión que esto tiene para el doble etérico, así como de éste para el cuerpo físico.
Es comparable a la diferencia entre un curso de agua que fluye libre, rápidamente y sin bloqueos, y otro, que fluye lentamente, con bloqueos y dificultades en el desagüe. Es así, más o menos, como sucede a nivel energético en nuestros cuerpos. Cuando la Energía fluye libremente, cuando no hay toxinas e impurezas que le obstaculicen el flujo, o al menos cuando la circulación energética no presenta bloqueos importantes, el ser humano se encuentra en un estado que debería ser el normal y corriente para todos; sin embargo esto es bastante raro. La mayoría de nosotros poseemos esas toxinas, impurezas, obstáculos y bloqueos importantes en su circulación energética, pero ¿de dónde vienen? De nuestros pensamientos y sentimientos, bien originados en esta encarnación, o bien se hayan integrado a estos cuerpos en nuestras anteriores encarnaciones. Y ¿qué es lo que provocan? Disminución en la velocidad del flujo de la circulación energética, dificultad en su desagüe, zonas de difícil paso, áreas de acumulación energética. Y ¿dónde? En las partes del cuerpo que poseen sintonía con pensamientos y sentimientos perjudiciales, de ahí la relación con partes y órganos del cuerpo físico, como el corazón, el hígado, los riñones, el estómago, las articulaciones, las manos, los pies, etc.
Nuestros pensamientos y sentimientos, nuestras características de personalidad y nuestra manera de vivir son los causantes de las "dolencias físicas". Y así, es obvio que los tratamientos tradicionales, encaminados apenas al cuerpo físico, a sus órganos y partes, no pueden tener acción realmente curativa; esto es lo que se observa en la práctica médica tradicional, ortodoxa.
Siendo las enfermedades originadas en nuestros pensamientos y sentimientos, la verdadera cura tiene que encaminarse a esos efectos primarios; esto se puede hacer de varias maneras: los tratamientos psicológicos, tradicionales o más modernos, la utilización de estímulos energéticos encaminados a esas estructuras también energéticas, como la Homeopatía, la Terapia Floral, el Reiki, etc.
La enfermedad ha de ser considerada como la consecuencia de un equívoco, de un error, y tan sólo la corrección de este equívoco puede propiciar la verdadera cura. Ese error, la mayor parte de las veces, viene de una falta de sintonía entre nuestra personalidad encarnada y nuestra Esencia, o sea, los razonamientos, el modo de sentir y de actuar, en cuanto aquí encarnados, no tienen concordancia con nuestro bien supremo. Esas "infracciones" repercuten energéticamente en los cuerpos sutiles y de ahí repercuten en el cuerpo físico. La cura real, íntima, viene de la rectificación de esas cuestiones patógenas y esto se puede alcanzar mediante un trabajo profundo de auto-conocimiento, de interiorización, y profundizando en las cuestiones espirituales.
Si la enfermedad proviene de la ira y daña, por ejemplo, al hígado, a la vesícula biliar o al cerebro, la cura de la ira puede dar lugar a la cura de su repercusión física, mas principalmente puede curar los cuerpos emocional y mental, y esto es lo más importante, pues son esos los cuerpos que con nosotros permanecerán tras el desencarne y al reencarnar nuevamente. Esto sí es verdadera cura, mientras que la "cura" de los órganos afectados o su extirpación quirúrgica, es un modo caritativo de tratar, mas sólo paliativo. Nunca debemos olvidar que el único cuerpo desechable que poseemos es el cuerpo físico, que ha de ser bien tratado y cuidado, pero no puede constituirse en el enfoque principal de los métodos de cura. Los cuerpos que permanecerán con nosotros deben merecer nuestra atención, a mi entender, incluso en mayor medida que el cuerpo visible.
Si la enfermedad proviene de la amargura, del resentimiento, de la tristeza, de los miedos, de la falta de confianza, del orgullo, de la vanidad, etc., esto es lo que ha de ser curado. Dependiendo de la expectativa del profesional de cura, el enfoque visará "curar" apenas el cuerpo físico o los cuerpos más sutiles con repercusión en el físico.Los terapeutas espiritualistas, médicos o no, no deben perder de vista el objetivo de la encarnación, que es la auto-evolución, y que la gran causa de enfermedad en la humanidad encarnada es el olvidar que está aquí de paso, en busca de mejorar ciertas características que, para su exteriorización, todavía necesitan confrontarse con las situaciones de la vida encarnada. Y así el vivir como si realmente hubiésemos nacido (la llegada) y fuésemos a morir (la salida), sin saber que nuestra manera de pensar y sentir ya no son nuestras desde hace mucho tiempo, desde antes de nuestra llegada aquí, y que cuando son negativas y perjudiciales nos están revelando claramente qué es lo que hemos bajado a curar, propicia que la personalidad encarnada viva casi de manera ilusoria, apegada a la superficialidad de las cosas, poniendo más interés en aspectos fútiles y vacíos, temporales y sin importancia, cuando debería dirigir su atención y su enfoque existencial al verdadero objetivo de su breve estancia en este plano terreno: la corrección de sus imperfecciones.
Este error de enfoque hace con que, en general, lo que hemos venido a curar, la ira, la tristeza, la amargura, el egoísmo, etc., permanezca en nuestros cuerpos emocional y mental, y lo que es peor, muchas veces incluso amplificado por nuevos errores y engaños.
La enfermedad del ser humano es la misma enfermedad de la humanidad, la falta de verdadera visión sobre sus cuestiones profundas y trascendentales. Y parejo a los enormes beneficios de la Medicina alopática, ésta tiene un aspecto muy perjudicial, a nivel de conciencia, que es alienar al enfermo de sus procesos patológicos, transformándolo en una víctima de la enfermedad y no un participante activo de todo el proceso. No es una cuestión de culpa por su enfermedad, sino de responsabilidad. El enfermo se revela en su dolencia, él y su dolencia son una misma cosa. Por eso la cura de las enfermedades del Hombre vendrá unida a la cura de la distorsionada visión de la humanidad en relación a estas cuestiones. A su tiempo, a la vuelta de algunos siglos, esto se irá formateando y tendremos algún día un nuevo Hombre encarnado sobre la Tierra, construyendo un mundo de amor, de paz y de progreso, trayendo consigo la verdadera justicia, la fraternidad y la igualdad. En ese día, las enfermedades físicas serán raras, pues estarán prácticamente curadas a nivel sutil, el de los pensamientos y sentimientos.
Sobre o autor Mauro Kwitko é médico auto-licenciado do Conselho de Medicina para poder dedicar-se livremente ao seu trabalho como psicoterapeuta reencarnacionista. Em 1996, começou a elaborar e divulgar a Psicoterapia Reencarnacionista. É fundador e presidente da ABPR. Ministra Cursos de Formação em Psicoterapia Reencarnacionista e Regressão Terapêutica há muitos anos, tendo formado centenas de psicoterapeutas reencarnacionistas. Email: [email protected] Visite o Site do Autor