Nosotros, reencarnacionistas, debemos contemplar a nuestros niños, nuestros hijos y los hijos de los demás, desde el punto de vista reencarnacionista y no basándonos en los rótulos ilusorios de las "cáscaras". Prevaleciendo en nuestro planeta, por el momento, una Psicología no-reencarnacionista que nos contempla a partir de la infancia, a la que equivocadamente llama "inicio de la vida", y con el engaño de las ilusiones de los rótulos, nuestros hijos son considerados "nuestros hijos". ¿Quién está realmente atento al hecho de que son Espíritus que están retornando? ¿Y que vienen con una historia muy antigua de vivencias y experiencias? Y cuántos al llegar aquí son abortados, rechazados, abandonados, maltratados; cuántos viven situaciones de abuso físico, abuso sexual, falta de estudio, falta de un verdadero hogar...
Tengo cierto conocimiento respecto de las leyes del Karma, sobre los rescates, sobre la oportunidad que ciertas condiciones traumáticas del inicio de esta vida representan para el aprendizaje de antiguas lecciones y sé que muchas veces necesitamos pasar por carencias y traumas, que visan servir de estímulo para nuestro crecimiento y evolución conciénciales y para la ampliación de nuestra capacidad de amar. No obstante pienso que si recordásemos vivamente que en aquel cuerpecito de bebé, de niño, existe un Espíritu retornando, lleno de esperanza, ansioso por esa nueva oportunidad, que está volviendo para aquí, indefenso, frágil y extremadamente vulnerable, característica de la cría de hombre; o bien, temeroso de esa nueva experiencia y, por veces, hasta reacio a ella, tendríamos mucho más cuidado y preocupación con lo que hacemos, o no hacemos, con ellos.
Sueño con el día en que la humanidad alcanzará una fase de mayor sabiduría y, a través del conocimiento del Camino evolutivo del Espíritu, sabrá que estamos todos en busca de crecimiento, de expansión, rumbo a la Perfección. Y en ese día, la Tierra dejará de ser un "campo de testes y de pruebas" y alcanzará un grado más elevado, lo cual puede ocurrir aun en este siglo.
Debemos todos empeñarnos en el proyecto de evolución de la humanidad y, para eso, es fundamental que pasemos a mirar a los Espíritus recién-llegados ("niños") como alumnos que entran en una Escuela, y nosotros, que estamos aquí desde hace más tiempo, debemos actuar como sus profesores, orientadores.
Sin embargo, para eso es necesario que realicemos primeramente en nosotros un profundo trabajo de crecimiento y desarrollo, que abarque a nuestra sociedad como un todo, en sus valores morales, sociales y culturales, para que podamos contemplar igualmente a "nuestros" hijos y a los hijos de los demás, los niños ricos y los pobres, los nacidos en nuestro país o en otros países, los de "cáscara" blanca, negra o amarilla. Cuando consigamos vislumbrar Espíritus encajados dentro de esos pequeños invólucros, escondidos bajo tantos rótulos ilusorios, podremos ser sus instructores espirituales aquí en el planeta.
¡Qué egoístas somos! Aun nosotros, vestidos de espiritualistas, de evolucionados, de sabios, cómo tendemos a pensar que la responsabilidad es de las autoridades, es de otros, que no somos culpables de nada, que en nada hemos colaborado para que exista y se perpetúe esa miseria, esa injusticia cometida contra esos pequeños cuerpecitos que deambulan por las calles, en los cruces, que nos llaman tío, tía, y a quienes, de vez en cuando, magnánimamente, ofrecemos algunas monedas o un caramelo, una piruleta, o un juguete que nuestro hijo, limpito y perfumado, bien cuidado y alimentado, no quiere ya...
¡Qué hipócritas somos! Fingimos creer que no tenemos tiempo para juntarnos y acabar con ese atestado de nuestra pobreza espiritual, de nuestra tacañería moral. Hacemos discursos delante de la televisión, indignándonos con los políticos, con las noticias, criticando a los "culpables", derrengados en el sofá, al son de los juegos de los ordenadores y de los videojuegos de "nuestros" hijos, sufriendo por los que no son nuestros, son de los demás, en un contraste que evidencia claramente a los responsables por todo eso: todos nosotros. Pero esto mejorará; claro que con el transcurso de los decenios, pero cambiará, ¡estoy seguro! Un día, el "Reino de los Cielos" estará aquí, y en ese día, nosotros estaremos dedicándonos prioritariamente a los demás, a la salud y al conocimiento, y no ya, como hoy, de preferencia a nosotros mismos y a los nuestros, a lo superficial y a lo temporal. La cura de la humanidad es la cura del egoísmo y de la ignorancia de cada uno de nosotros.
Sobre o autor Mauro Kwitko é médico auto-licenciado do Conselho de Medicina para poder dedicar-se livremente ao seu trabalho como psicoterapeuta reencarnacionista. Em 1996, começou a elaborar e divulgar a Psicoterapia Reencarnacionista. É fundador e presidente da ABPR. Ministra Cursos de Formação em Psicoterapia Reencarnacionista e Regressão Terapêutica há muitos anos, tendo formado centenas de psicoterapeutas reencarnacionistas. Email: [email protected] Visite o Site do Autor