Traducción de Teresa - [email protected]
En las discusiones esotéricas o de teorías conspiratorias que
acompaño por la Web, siempre surge un sabihondo, que en vez de contra-argumentar,
apenas pregunta, con cierto desdén: ¿Has leído ya el libro
"El mundo asombrado por los demonios", de Carl Sagan?
Esta es la biblia de los escépticos, pues en ella el científico
más popular de los años 80 decide rebatir todas las teorías
místicas, esotéricas, conspiratorias, y como la propia sinopsis
dice: "En ese libro, Carl Sagan demuestra cuán influenciadas están
nuestras vidas por creencias populares y tonterías sin ningún fundamento.
Muestra cuánto más sencillo y comprensible es el universo, de lo
que se piensa".
Sabes, es realmente una decepción ver a aquel científico, que parecía
adelantado a su tiempo en la serie "Cosmos", hecho un viejo cascarrabias
y frustrado cuyo placer es decir que las cosas en que los "otros" (léase
no-científicos) creen y estudian, no existen.
No digáis: Encontré la verdad. Decid preferentemente: Encontré
una verdad. Ningún hombre podrá revelaros nada que no esté
ya adormecido en la aurora de vuestro entendimiento. El astrónomo podrá
hablaros de su comprensión del espacio, pero no puede daros su comprensión.
Porque la visión del hombre no presta sus alas a otro hombre. Y así
como cada uno de vosotros se mantiene solo en el conocimiento de Dios, así
cada uno de vosotros debe tener su propia comprensión de Dios y su propia
interpretación de las cosas de la Tierra.
(Gibran Khalil Gibran)
Una cosa es que seas un científico y digas que no hay evidencias científicas
que soporten tales teorías. Otra es decir que, por no haber tales evidencias,
lo que la otra persona cree es una tontería que puede ser fácilmente
explicada, y de ahí inventar una explicación pseudo-científica
que podría ser dicha por el Padre Quevedo o por cualquier persona imaginativa
que quiera desacreditar a alguien (del tipo de decir a un piloto de avión
que avista un UFO: "Lo que tú has visto es el planeta Venus, amiguito,
y debido a un problema de presión en la cabina, el aire rarefacto te hizo
pensar que el planeta estaba haciendo piruetas
no es nada con que tengas
que preocuparte").
Veamos el capítulo 10, que, muy convenientemente, está en la página
171 del libro: UN DRAGÓN EN MI GARAJE:
Un dragón que escupe fuego por las narices vive en mi garaje.
Supongamos que yo te haga seriamente esta afirmación. Seguramente querrás
verificarla por ti mismo. Son innumerables las historias de dragones en el transcurso
de los siglos, pero no hay evidencias reales. ¡Qué oportunidad!
- Enséñamelo - dices.
Te llevo hasta mi garaje. Miras para dentro y ves una escalera de mano, latas
de tinta vacías, un viejo triciclo, pero nada de dragón.
- ¿Dónde está el dragón? - preguntas.
- Oh, está allí - respondo, señalando vagamente. Se me olvidó
decirte que es un dragón invisible.
Propones desparramar harina por el suelo del garaje, para que se vuelvan visibles
las pisadas del dragón.
- Buena idea - digo yo --, pero ese dragón flota en el aire.
Entonces propones utilizar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
- Buena idea, pero el fuego además de invisible, está también
desprovisto de calor.
Tú quieres rociar al dragón con tinta, para tornarlo visible.
- Buena idea, pero es un dragón incorpóreo y la tinta no se va a
adherir.
Y así sucesivamente. Yo me opongo a cualquier test físico que tu
propones, con una explicación especial de por qué no va a funcionar.
Bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo,
flotante, que escupe fuego no térmico, y un dragón inexistente?
Si no hay modo de refutar mi afirmación, si ningún experimento concebido
vale contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe?
Tu incapacidad para invalidar mi hipótesis no es absolutamente lo mismo
que demostrar la veracidad de ella. Alegaciones que no se pueden comprobar, afirmaciones
inmunes a refutaciones no poseen carácter verídico, sea cual fuere
el valor que puedan tener por inspirar o estimular nuestro sentimiento de admiración.
Lo que te estoy pidiendo es tan sólo que, a la vista de la ausencia de
evidencias, creas en mi palabra.
Lo único que realmente has descubierto con mi insistencia en que hay un
dragón en mi garaje es que algo extraño está sucediendo en
mi mente. Te preguntarías - ya que ningún test físico se
aplica - qué es lo que me hace creer eso. La posibilidad de que fuese un
sueño o una alucinación pasaría seguramente por tu cabeza.
Pero, en ese caso, ¿por qué me tomo esa historia tan en serio? Tal
vez yo necesite ayuda.
Cuando menos, tal vez yo haya subestimado seriamente la falibilidad humana. A
pesar de que ninguno de los tests ha funcionado, imagina que tú quieras
ser escrupulosamente liberal. No rechazas de inmediato la noción de que
hay un dragón que escupe fuego en mi garaje. Tan sólo dejas la idea
cocinándose al baño-maría. Las evidencias presentes son fuertemente
contrarias a ella, pero, si surgiesen nuevos datos, estás listo para examinarlos,
a ver si son convincentes. Ciertamente no es correcto por mi parte ofenderme porque
no creas en mí; o criticarte por ser chato o sin imaginación - sólo
porque tú has presentado el veredicto escocés de "no comprobado".
Imagina que las cosas hubiesen sucedido de otra manera. El dragón es invisible,
cierto, pero aparecen huellas en la harina mientras tú observas. Tu detector
infrarrojo lee datos fuera de escala. La tinta rociada revela un espinazo dentado
oscilando ante ti. Por más escéptico que fueses acerca de la existencia
de los dragones - y aún más, dragones invisibles -, tendrías
que reconocer que existe alguna cosa en el aire, y que de forma
preliminar ésta es compatible con un dragón invisible
que escupe fuego por las narices. Ahora otro derrotero: supongamos que no sea
sólo yo. Vamos a suponer que varios conocidos tuyos, incluso personas que
con seguridad sabes que no se han conocido, te dicen que hay dragones en sus garajes
- pero, en todos los casos, la evidencia es enloquecedoramente impalpable. Todos
admitimos nuestra perturbación cuando nos encontramos tomados por una convicción
tan extraña y tan mal sustentada por la evidencia física. Ninguno
de nosotros es lunático. Especulamos sobre lo que eso significaría,
en el caso de que dragones invisibles estuviesen realmente escondiéndose
en los garajes en todo el mundo, y nosotros, humanos, sólo ahora nos estuviésemos
dando cuenta de ello. Me gustaría que no fuese verdad, créeme.
Pero tal vez todos aquellos mitos europeos y chinos sobre dragones no fuesen mitos
al final
Motivo de satisfacción, algunas huellas compatibles con
el tamaño de un dragón, son ahora objeto de noticia. Pero las huellas
nunca surgen cuando un escéptico está observando. Otra explicación
se presenta: bajo examen cuidadoso, parece claro que pueden haber sido simuladas.
Otro que cree en dragones aparece con un dedo quemado y atribuye la quemadura
a una rara manifestación física del soplo ardiente del animal. Pero,
una vez más, existen otras posibilidades. Sabemos que hay varias maneras
de quemar los dedos, además del soplo de dragones invisibles. Esa "evidencia"
- por más importante que sea para los defensores de la existencia del dragón
- está lejos de ser convincente. Nuevamente, la única
opción sensata es rechazar en principio la hipótesis del
dragón, mantenerse receptivo a futuros datos físicos
y preguntarse cuál podría ser la razón para que tantas personas
aparentemente normales y sensatas participen de la misma ilusión extraña.
Convencer a la comunidad científica de que existe algo fuera de sus paradigmas
exige mucho más que pruebas. El caso de la existencia de vida tras la muerte
es un ejemplo clásico. No es algo nuevo, al contrario, se registra en las
más diversas culturas, tenemos escritos hasta de Platón sobre un
caso de salida del cuerpo, testimonios de personas de las más diversas
condiciones intelectuales y sociales, millares de casos impresionantes de recuerdos
de vidas pasadas, pero no tenemos el "matasello" de la "ciencia".
Y ni siquiera se debe a falta de evidencias materiales o datos para el análisis.
La transcomunicación ha venido para registrar voces de personas muertas
y compararlas con la de cuando estaban vivas. Sonia Rinaldi, investigadora y pionera,
posee más de 300 llamadas de teléfono grabadas, siendo que en cerca
del 90% de éstas, son padres que han perdido a sus hijos, que después
han recibido la grabación y en 83% de los casos se reconoció la
voz del hijo o de la hija
en entrevista para Ufovia ella
rebate las críticas:
"Me parece ridícula la idea de que las frases pueden aparecer como
influencia del transcomunicador, como quiere el Padre Quevedo. Mejor dicho, como
se ve, al decir eso, él mismo está admitiendo que las voces suceden
- pero, da la interpretación de que proceden de la mente de quien graba.
Tonterías. ¿Cómo yo, en el caso, podría grabar cosas
que nunca he sabido, o producir centenares de diferentes voces? Y, principalmente,
tenemos dos casos autenticados por científicos, uno
en Brasil (USP) y otro en Italia, identificando la voz comparada de la persona
fallecida con la suya propia cuando viva".
Pues sí
las huellas están por todas partes
pero la mejor
parte del libro viene cuando Sagan da su explicación "científica"
para "la sensación de estar cayendo desde una altura, al adormecer,
y nuestros miembros se mueven por sí. Tal vez sea un residuo de
los tiempos en que nuestros antepasados dormían en los árboles."
¿Lo habré leído bien? ¿ESO es ciencia? A ver, vosotros,
¿habéis soñado mucho con el tiempo en que saltabais de rama
en rama? ¿Será que creer en memoria residual de los antepasados
es más científico que creer en reencarnación? AMBAS creencias
están basadas en terreno inmaterial y movedizo, no comprobables por métodos
científicos. Entonces, ¿por qué ridiculizar una y no la otra?
Leyendo el texto del dragón, hasta parece que los científicos están
de verdad interesados en analizar si existe o no el tal dragón invisible,
pero es público y notorio el desdén que se demuestra a cualquier
cosa que parezca "mística". Freud y Jung que lo digan
Si
hubiese de veras interés, ¿por qué los científicos
no se dedican con ahínco al caso de la Noche oficial de los UFOs
en Brasil? ¿Dónde están los "científicos"
para analizar el fenómeno del "chupa-chupa"
en Colares? ¿Por qué sólo la Aeronáutica fue movilizada?
¿Dónde están los informes? ¿Dónde están
las CONCLUSIONES? De acuerdo con el "mundo de Sagan", la respuesta es
que las personas implicadas en los dos casos, o lo han forjado todo, o han tenido
una alucinación colectiva y necesitan de tratamiento psiquiátrico.
¡Es así de sencillo! ¡Eso responde por cualquier anormalidad
que ocurra en el mundo! Debían usar ese sistema en la física cuántica
también: Cuando alguien se cuestione el por qué de que la luz se
comporte unas veces como onda, otras como partícula, simplemente, díganle:
"conozco un buen psiquiatra que te puede ayudar". Al fin, ¿para
qué perder el tiempo en cosas controvertidas? ¿Un Universo
con 11 dimensiones? ¡Tarjeta negra para él!
Es interesante cómo Sagan toma ejemplos calculadamente enojantes para asociarlos
a lo que él quiere denigrar. El hinduismo, él lo asocia al Mararishi,
cuya organización de 3 billones de dólares promete, mediante el
pago de una contribución, "dar a las personas, a través de
la meditación, el poder de atravesar paredes, volverse invisible y volar".
La percepción extra-sensorial y la curación por la fe, él
las asocia al Aum Shinrikyo, aquella secta japonesa que lanzó gas sarin
en el metro de Tokio. Y asocia el advenimiento de la pseudociencia (como llama
a todo lo que es metafísico) a épocas de dictadura, como la ascensión
de Hitler y de los Zares rusos. Enhorabuena, Sagan
totalmente imparcial
y exento, así como el subtítulo del libro: "La ciencia vista
como una vela en la oscuridad". Tenemos una nueva religión:
"¡¡Sólo la Ciencia es grande y Carl Sagan es
su profeta!!"
Sagan se hizo popular como escéptico en cuanto al asunto UFOs. Pero ese
escepticismo sólo era fachada. Ademar José Gevaerd, editor de la
Revista UFO, tuvo la oportunidad de oro de conversar con el Dr. Joseph Allen Hynek,
científico contratado por la USAF para el proyecto Blue Book,
y trabajó al lado de Sagan, en un laboratorio de la Universidad de Cornell,
en Nueva York.
Gevaerd cuenta que Hynek dijo que "él y Sagan discutían siempre
sobre UFOs - y Sagan estaba súper interesado en ese tema. En esa época,
Hynek estaba abandonando su postura de escéptico ufológico de guardia
en la USAF para adoptar otra más progresiva y de resultados. Se pensaba
que Hynek, ya no como escéptico, y sí como ufólogo, haría
revoluciones en la forma en como la Ufología era vista (y las hizo, pero
no tan grandes como se pensaba). Y Carl Sagan, según el Dr. Hynek, tuvo
parte en eso, pues también era consultor de la USAF para asuntos
de Ufología. (¡Imagínatelo!) Y también había
visto muchas evidencias extraordinarias sobre los UFOs: sus contactos, sus abducciones,
sus caídas, etc. Pero su cargo le impedía hablar acerca
de ello. Ambos discutían horas y horas sobre Ufología,
cuando Sagan tenía la oportunidad de encontrar en Hynek un colega y confidente
discreto. Algunos años más tarde, sin embargo, Hynek fallecía
y Sagan exhibía su serie Cosmos, mintiendo sobre UFOs y su conocimiento
al respecto.
Hynek murió honrado: fundó un fantástico centro de estudios,
viajó por el mundo instruyendo e incentivando ufólogos, dejó
varios libros y fue honesto consigo mismo. Sagan todavía es un villano
que no tiene coraje - como lo tuvo Hynek - de venir a público y confesar
lo que sabe. ¿Por qué? Por razones inconfesables que sólo
los contracheques del gobierno norteamericano podrán atestar".
Después de lo expuesto, no sería razonable por mi parte terminar
el texto sin decir que Sagan también tuvo buenos motivos para escribir
ese libro del modo como lo escribió. Ya en el primer capítulo vemos
la razón: Después del éxito de la serie Cosmos, él
se volvió una especie de "embajador de la ciencia", y ya no aguantaba
más a la gente que le preguntaba cosas sobre la Atlántida, Roswell,
cristales, terapias alternativas
el tipo era un astrofísico,
¡caramba! Y el norteamericano, más que cualquier otro ciudadano del
planeta, cree en todo lo que se da por la TV como siendo la verdad absoluta. ¡Y
la TV estaba (aún está) llena de personas "místicas"
prometiendo curas milagrosas, rejuvenecimiento, felicidad eterna, bastando tan
sólo llamar al 011 1406 y dar el número de la tarjeta de crédito!
El libro está lleno de casos en que el buen sentido se quedó muy
lejos, pero que, infelizmente, para muchos es necesario que un científico
de reputación venga y diga: "¡despierten, eso es una farsa!"
Pena que él no haya separado la cizaña del trigo...
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