Este texto, prefacio del libro que será lanzado brevemente, tiene la finalidad de llevar a la comunidad científica responsable por la salud mental de las personas – los psicólogos y los psiquiatras – un alerta en cuanto a la posibilidad de que los seres que algunas personas afirman ver y las voces que afirman oír, puedan advenir de fuentes reales, o sea, de personas “invisibles”, a las cuales las Religiones llaman Espíritus y, no significar, necesariamente, un síntoma psiquiátrico, característico de la esquizofrenia.
Yo, particularmente, creo que más del 90% de los que afirman estar viendo un ser invisible para los demás y/o escuchando voces, ¡están realmente viendo o escuchando! Pero, infelizmente, los psicólogos y los psiquiatras no creen en ellos, porque nuestra Ciencia occidental es todavía una Ciencia materialista, oriunda de siglos de negación y combate a las capacidades mediúmnicas y paranormales del ser humano y, por eso, no trata con “esas cosas”, prefiriendo ignorarlas y condenando, no ya con la hoguera, sino con los rótulos. Muchas personas afirman ver esos seres y oír sus voces, algunas son equilibradas emocionalmente, y no son, entonces, enfermos mentales. Otras, padecen desequilibrios emocionales que motivan que la presencia de esos seres perturbe de tal manera su vida, su comportamiento, sus relaciones afectivas o profesionales, que exige un tratamiento psicoterápico y/o medicamentoso. Todos nosotros conocemos personas que ven Espíritus y oyen sus voces, en nuestra familia, en nuestras amistades, en los Centros Espíritas y Espiritualistas, y ¿podemos decir que son esquizofrénicas? Pero si van a un consultorio psiquiátrico, la interpretación es que son alucinaciones y recibirán ese diagnóstico. Siendo así, en esa cuestión de las “alucinaciones”, es preciso entender por qué la Psicología y la Psiquiatría no tienen en consideración la posibilidad de existencia de los Espíritus y la influencia que éstos puedan causar en las personas.
Los siglos de Inquisición, en que era prohibido ocuparse en los Espíritus, por ser cosas del “Diablo”, hicieron que, todavía hoy, ese criterio permanezca en las estructuras oficiales, no ya como una prohibición religiosa, pero sí como ironía y desprecio por las personas que creen y se atarean con “esas cosas”. En aquel tiempo se quemaba en las hogueras a quienes afirmaban ver y escuchar a esos seres invisibles o utilizaban técnicas energéticas, espirituales, de cura. Hoy día, ya no se quema, violentamente, en el fuego, pero se quema sutilmente, con las camisas de fuerza medicamentosas, con los internamientos, con la sonrisita de burla, con la crítica, cerrando las puertas al diálogo.
Pero eso viene, poco a poco, cambiando, y algunos psicólogos y psiquiatras ya se están dando cuenta de que existen más cosas que las que se enseñan en las Facultades y presentan en los Congresos; conozco a varios que son espiritualistas y creen en la Reencarnación y en los Espíritus obsesores. Sólo falta, ahora, que comiencen a trabajar con eso en su práctica diaria de consultorio y en los Hospitales Psiquiátricos. Vengo, desde hace algún tiempo, estudiando Psiquiatría, y se me ocurrió la idea de escribir ese libro, que trata de la negación, a priori, por parte de los miembros del medio oficial, de la posibilidad de la existencia de los Espíritus, considerando cualquier afirmativa de verlos o escucharlos como un síntoma psiquiátrico, característico de la esquizofrenia. Y como la Psiquiatría es una institución heredera del Consciente Colectivo occidental, que es no-reencarnacionista, los psiquiatras aún no incluyen la Reencarnación en sus planteamientos y diagnósticos, no teniendo en consideración la existencia de nuestras vidas pasadas que actúan en nuestro Inconsciente, afectándonos significativamente, provocando las fobias, los trastornos de pánico y las depresiones refractarias. Esos cuadros se curan rápidamente mediante la Terapia de Regresión, pero la mayoría de los psiquiatras y los psicólogos todavía no la practican.
Recientemente fui gentilmente invitado a retirarme de un curso de pos-grado en Psiquiatría que estaba realizando, por sugerir que una paciente que afirmaba estar viendo un ser y oyendo su voz, fuese, además de medicada con los psicotrópicos habituales, encaminada a un Centro Espírita, a fin de que se promoviese una investigación acerca de lo que ella decía. Sugerí que había una posibilidad de que hubiese realmente alguien perturbándola y eso no sería, entonces, un síntoma psiquiátrico y, sí, un signo de mayor capacidad sensorial. El principal argumento para apartarme del curso fue que “esas cosas” no tienen comprobación científica. Propuse, entonces, que realizásemos una pesquisa científica sobre el asunto y la respuesta fue que el Instituto era de carácter ortodoxo, científico, y que no trataba con aspectos religiosos. Mi argumento de que eses asuntos no son, necesariamente, de carácter religioso, y que pueden constituirse en un tema de carácter científico, no sensibilizó a la dirección del Instituto, que insistió en apartarme. Salí del local con la sensación de un “deja vu”, algo que viene repitiéndose en la historia de la humanidad, cuando el medio oficial se niega a percibir que algo que le parece extraño es, en verdad, un nuevo conocimiento que está llegando para hacerle posible una apertura, una expansión, una liberación de su auto-asfixia.
En el día siguiente a este hecho, me vino a la memoria una chica, internada en el Hospital Espírita, que durante unas permanencias que realicé allí, se acercó a mí en el pasillo del ala donde estaba internada y me dijo: “Doctor, ¡yo oigo voces!”
Como soy Espírita y creo en eso, le pregunté qué era lo que le decían; me respondió que hablaban que querían matarla y también le decían que matase a miembros de su familia. Le recomendé que, tras obtener el alta en el hospital, fuese hasta un Centro Espírita para investigar si esas voces no provenían de uno o más Espíritus que estarían perturbándola. Ella me respondió que comentó acerca de ello con el psiquiatra que la internó, pero él nada respondió, tan sólo escribió alguna cosa más en la ficha de internamiento. Este hecho originó el título de ese libro.En cuanto a la medicación utilizada en los enfermos mentales, considerando que lo que tiene que cambiar en ellos son sus pensamientos y sentimientos – y sabemos que éstos son estructuras energéticas y no químicas, de origen extra-cerebral – la mejor manera de afectarlos benéficamente no es con medicamentos químicos y, sí, con medicamentos y procedimientos también energéticos. Y es lo que los terapeutas vibracionales vienen haciendo. Pero a pesar de que la Física Cuántica ya es centenaria, los médicos todavía no se han adherido a esas cuestiones energéticas, optando por atender apenas a lo material, lo que es visible, lo que es “científico”. Y entonces el uso de psicotrópicos es la primera elección en el tratamiento de los pacientes con síntomas mentales y emocionales, a pesar del desconocimiento acerca de su real mecanismo de acción y los graves efectos colaterales, ¡en número superior a doscientos! O sea, los médicos tratan estructuras energéticas (pensamientos y sentimientos) con medicamentos químicos y ahí difícilmente puede ocurrir una cura real, un cambio benéfico efectivo en los pacientes, sino tan sólo el alivio provocado por el aumento de la serotonina, de la noradrenalina y de la dopamina mediante los denominados “anti-depresivos” y el alivio provocado por la disminución de la dopamina mediante los denominados “anti-psicóticos”. O bien, el usar remedios químicos para “alegrar” o “controlar”, que debería ser una alternativa apenas para los casos más agudos o peligrosos, es el procedimiento oficial.
Y un tratamiento que busca ir más a fondo, alcanzar el origen de todo, los pensamientos, los sentimientos y las interferencias espirituales, es el alternativo. En el libro colocaré los términos antidepresivo, ansiolítico y antipsicótico entre paréntesis, pues esos medicamentos no son curativos de esos estados sino tan sólo aliviadores de los síntomas, porque actúan aumentando o disminuyendo neuro-receptores relacionados con ellos. Para que un medicamento pueda denominarse antidepresivo tiene que alterar el pensamiento y el sentimiento depresivo, y esos son los medicamentos homeopáticos y las esencias florales, que ahí actúan. Lo mismo para la ansiedad y los síntomas psicóticos, o así rotulados… La terminología es algo muy importante pues se va adentrando en el Consciente Colectivo, y las personas que toman “antidepresivos” creen, entonces, que están tratando su depresión, cuando, en verdad, apenas están recibiendo medicamentos que aumentan su serotonina, su noradrenalina y su dopamina; pero no están actuando sobre la depresión, pues esta se encuentra en sus pensamientos y en sus sentimientos, y, frecuentemente, en su Inconsciente. Las personas ansiosas creen que están curando su ansiedad con los “ansiolíticos”, porque ese nombre sugiere esto, pero no lo están; apenas están aumentando su serotonina con los “antidepresivos” inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, que además de “antidepresivos” también actúan como “ansiolíticos”; están disminuyendo su noradrenalina mediante la acción de un ‘agonista alfa 2’ o están modulando el ‘GABA’ a través de la acción de los benzodiazepínicos. Pero la ansiedad está en las características de personalidad, en los pensamientos, en la manera de vivir la vida, en las ideas, y frecuentemente, en el Inconsciente. Las personas que toman los denominados “antipsicóticos” creen, así como sus familias, que están tratando la “psicosis”, pues el nombre de los medicamentos sugiere esto, pero no lo están; apenas están siendo dopados para que su cerebro funcione más lentamente, por la disminución de la dopamina, mientras que ese trastorno está en las ideas del enfermo; y sucede que, generalmente, su causa está en el Inconsciente, donde están situaciones de encarnaciones pasadas aún activas en la acción de Espíritus obsesores. El capítulo “Efectos Colaterales de los Psicotrópicos” tiene por finalidad acercar a los laicos el significado de aquellas palabras extrañas que componen los prospectos de esos medicamentos y que no son conocidos, a no ser por los profesionales del ramo. Es un riesgo para las personas el someterse a los efectos colaterales de esas químicas, algunas veces con repercusiones irremediables e incluso fatales, cuando existen la Homeopatía, la Terapia Floral, la Acupuntura, el Reiki, etc. y los tratamientos espirituales de desobsesión en Centro Espírita (gratuitos) que pueden resolver gran parte de los casos. Es una pena que los médicos y psiquiatras no estudien las Medicinas Vibracionales y no conozcan el Espiritismo, pues podrían, antes de recetar los medicamentos químicos, intentar una cura verdadera con los medicamentos y procedimientos energéticos y los tratamientos espirituales, y no necesitar, entonces, someter a sus pacientes a los graves efectos de esos medicamentos tóxicos y no curativos.
Los psicotrópicos deben ser utilizados apenas en casos agudos, urgentes, en las emergencias, y nunca como 1ª opción, ¡pues existen más de doscientos efectos colaterales de esas químicas!
Sobre o autor Mauro Kwitko é médico auto-licenciado do Conselho de Medicina para poder dedicar-se livremente ao seu trabalho como psicoterapeuta reencarnacionista. Em 1996, começou a elaborar e divulgar a Psicoterapia Reencarnacionista. É fundador e presidente da ABPR. Ministra Cursos de Formação em Psicoterapia Reencarnacionista e Regressão Terapêutica há muitos anos, tendo formado centenas de psicoterapeutas reencarnacionistas. Email: [email protected] Visite o Site do Autor