Cuando me encuentro demasiado cansada, procuro rebobinar las memorias de mis últimos días y responderme: “En que momento abandoné mis necesidades básicas”?
Básico no quiere decir lo “mínimo que necesitamos”, pero sí lo que es esencial para mantener nuestro equilibrio.
Colocar el otro en primer lugar es un acto de bondad, pero aún así no podemos vaciarnos de nuestra energía vital, emocional o aún espiritual. Por lo tanto, precisamos saber balancear la dosis cierta entre dar de si y dar para si. Es necesario sentido común para equilibrar las cuestiones del dar y del recibir.
Según el budismo, actuar de forma altruista es recorrer el camino que nos lleva a la iluminación. Mientras, tenemos que mantenernos conscientes de que la intención de dedicarnos al otro no nos excluye de la responsabilidad de cuidar de nosotros mismos!
Para cultivar una actitud altruista, precisamos aprender a reconocer nuestras propias necesidades. Parece simple comprender que solo podemos dar aquello que poseemos, pero en la práctica confundimos el deseo de dar con nuestra capacidad real de poder ofrecer.
Ser altruista es contagiante: hay un gran placer en dedicarse al otro. Incluir al otro en nuestra vida nos hace crecer interna y externamente. Cuando reconocemos las necesidades ajenas, sentimos que se amplía nuestra percepción del mundo. La vida gana cada vez más sentido cuando nos sentimos útiles y socialmente activos.
En tanto, tenemos que percibir que esta no es la realidad de nuestra sociedad capitalista. A pesar de haber sido educados bajo la premisa de que solo hacer al otro aquello que nos gustaría que él nos hiciese, raramente alcanzamos esta meta.
Creo que fallamos porque saltamos etapas de conciencia: queremos dar valor al otro sin reconocer nuestra propia capacidad de auto-valorizarnos.
Hay cierto pudor en reconocer nuestro valor. La intención de esta vergüenza consiste en no tornarnos personas egocéntricas. Desde pequeños, fuimos educados sentirnos incómodos cuando actuamos como personas egoístas. Sin duda, aquellos que no reconocen las necesidades ajenas causan daño a la sociedad, además de sufrir de intensa soledad.
Reconocer la riqueza de nuestro potencial, dar valor a nosotros mismos, no quiere decir vanagloriarnos, esto es, pensar que tenemos más valor que los demás, pero, si, reconocer que tenemos algo para dar.
Según estudios científicos, genéticamente somos programados para satisfacer seis necesidades psicológicas: sobre vivencia, reproducción, amor y pertenencia (sensación de ser parte integrante de alguna cosa), poder (capacidad de actuación y realización), libertad (capacidad de crear) y diversión (capacidad de aprender).
Cuando no atendemos a estas necesidades, pasamos a tener comportamientos agresivos por no poder desahogar la insatisfacción contenida. Así nos tornamos personas inquietas, sin interés por nuestras actividades cotidianas. La mala voluntad y el pesimismo aumentan nuestra resistencia a las modificaciones. La vida pasa a se cada vez más complicada cuando nos sentimos impotentes y pasivos.
El budismo nos incentiva a reconocer que nuestros problemas surgen debido a nuestros desequilibrios mentales más que a los físicos.
Lama Gangchen resalta que nuestro cuerpo es el container y la mente es su contenido. Por lo tanto, si aprendemos a conocer como funciona nuestra mente preciosa, despertaremos lo que hay más profundo y verdadero en nuestro potencial humano.
No debemos pensar que estamos lejos de nuestra capacidad de ser felices o que ser verdaderamente altruistas es algo tan elevado que jamás seremos capaces de realizar. Si continuamos actuando así, estaremos apartándonos siempre de nosotros mismos. Es como si estuviésemos empujando la felicidad cada vez más lejos cuanto mas nos esforzamos para aproximarnos de ella! Al paso que dejamos de auto-descuidarnos, podremos reconocer tanto nuestras necesidades básicas como nuestros recursos y valores, siguiendo adelante. Podemos hasta dar cuatro pasos y regresar tres, pero si mantuviéramos el foco de continuar evolucionando, hasta aún las caídas podrán servir para ayudarnos a dar un nuevo impulso! Así como dice Lama Gangchen: “El mismo obstáculo que te hace caer, sirve después de apoyo para levantarse”.
Bel Cesar é psicóloga, pratica a psicoterapia sob a perspectiva do Budismo Tibetano desde 1990. Dedica-se ao tratamento do estresse traumático com os métodos de S.E.® - Somatic Experiencing (Experiência Somática) e de EMDR (Dessensibilização e Reprocessamento através de Movimentos Oculares). Desde 1991, dedica-se ao acompanhamento daqueles que enfrentam a morte. É também autora dos livros `Viagem Interior ao Tibete´ e `Morrer não se improvisa´, `O livro das Emoções´, `Mania de Sofrer´, `O sutil desequilíbrio do estresse´ em parceria com o psiquiatra Dr. Sergio Klepacz e `O Grande Amor - um objetivo de vida´ em parceria com Lama Michel Rinpoche. Todos editados pela Editora Gaia. Email: [email protected] Visite o Site do Autor