Cuando noté que estaba siendo dirigido en mi fe, me quedé perplejo. Hace tiempo, es verdad. Por dos razones, obviamente. Una, que la fe es algo de fuero íntimo, o se cree o se busca entender la razón de las cosas.
Otra es que la verdad viene de nuestro interior y no del exterior, religión o acontecimiento; suplanta nuestra curiosidad y necesidad de que aceptemos las cosas como son verdaderamente. Es preciso sentir en el alma. La verdad de los demás es efímera.
No se trata de una disputa entre el bien y el mal. Entre el maligno y el ángel. Entre lo que se quiera definir como mal y lo que entendemos como bien.
El Bien, de hacer bien, y el Mal, de hacer maldad, son frutos de la imaginación de quien quiere dirigir a alguien, o aun de credos que quieran guiarnos conforme lo permita nuestra ceguera, o lo exija su conveniencia financiera.
Es imposible relevar el Libre Albedrío y la Ley de Causa y Efecto, a cuenta de personajes, ya sean éstos bondadosos o malvados.
Saint Germain dijo: “Cualquier pensamiento y sentimiento discordante emitido por un ser humano debe primero vibrar a través del cerebro y del cuerpo del emisor, antes de llegar al resto del Universo. Una vez proyectado, ese pensamiento comienza el viaje de vuelta a su creador. En ese viaje de vuelta se reúne con otros de su especie y llega con un añadido que sobrecarga el mundo de ese ser humano. Esta es la ‘Ley’ y es inmutable”.
Nosotros somos, verdadera y únicamente, nuestra victoria o nuestra derrota. Son nuestros pensamientos y nuestras actitudes los que nos colocan en la posición de la bondad o de la maldad. Son nuestros hábitos los que determinan nuestras cosechas.
No sirve de nada rezar y vivir practicando el engaño en los negocios. No conseguimos victoria y alegría si a todo momento estamos juzgando a nuestros semejantes o practicando la mala intriga. Fomentando la desunión y propagando la energía negativa.
Todo lucro mal-adquirido resultará mal-aplicado.
Es importantísimo que atendamos al detalle de la Ley de Causa y Efecto. Cuando vuelve, siempre retorna con potencialidad de agregación de los factores que han sido creados.
Es tan sencillo que llega a ser irritante, ¿no es verdad? Claro que las religiones no enseñan esto porque, en realidad, ya no necesitaríamos de ellas.
Necesitamos, sí, vigilar nuestras actitudes y los juicios que hacemos.
Mi Maestra un día me dijo:
Las personas que están felices porque han alcanzado conquistas profesionales, o porque han comprado algo nuevo, y se encuentran, de esta forma, reconocidas, se equivocan mucho. Son felices los que se aceptan, los que no demuestran, no se inhiben, no atacan, no hacen para demostrar, pero siempre están haciendo. No juzgan, ahí no pierden. No tienen miedo, pero son prudentes. Tienen grandes conquistas, pero humildad para lidiar con ellas.
Mira: Una planta sin abono, crece, da flores y hasta semillas.
Una planta abonada crece fuerte, da muchas flores y semillas que germinan más rápido. Igual que el ser humano, aquel que sólo reclama, no quiere aprender, cree que el otro no le ayuda… éste es igual a la planta sin abono.
Aquel que acepta equivocarse, extrae de cada error una lección; el que observa se disciplina, tiene persistencia… ese es igual a la planta abonada…
Mi maestra nunca me enseñó que con el miedo al mal se evoluciona. Siempre prestando atención a nuestros errores, no repitiéndolos y aprendiendo también con los errores de los demás.
Mejor así, ¿no?
Saul Brandalise Jr. é colaborador do Site, autor do livro: O Despertar da Consciência da editora Theus, onde mostra através das narrativas de suas experiências como extrair lições de vida e entusiasmo de cada obstáculo que se encontra ao longo de uma vida. Email: [email protected] Visite o Site do Autor