Yo, sí, ¡muchas veces! Todos habéis oído hablar de los vampiros, aquellas criaturas nocturnas que llegan astutamente para sorber la sangre a un animal o incluso a una persona, y que han generado el mito de la figura del Conde Drácula. Pues bien, nosotros también somos muchas veces víctimas de vampiros. Algunos de nosotros, (esa es la misión de los colaboradores del STUM), procuramos ayudar a los demás, aliviándoles los dolores, dándoles consejos. Recibimos diariamente muchos mensajes de ayuda, que intentamos, con nuestra mejor voluntad, satisfacer de la mejor manera. Y muchas veces, al final del día, nos sentimos cansados, como que vaciados de nuestra energía vital. Pasamos tanto tiempo donándonos a los demás, que nos vaciamos, por no haber tenido tiempo de reponer las energías.
Ese fenómeno nos sucede a todos, en mayor o menor grado. Todos nosotros hemos tenido la experiencia de un amigo que ha venido a quejarse de un problema, de una desgracia. Los que somos más espiritualizados, nos ponemos prontamente en disposición de ayudar, compadeciéndonos del dolor del amigo. Pero ¿pensamos, al menos por un momento, si nuestra ayuda estará realmente haciendo un bien a ese amigo? Debemos recordar algunos puntos importantes: primero, que compartir el problema del otro no quiere decir modificar a la persona o su manera de actuar o pensar. De ese modo, al dar un consejo, debemos tener en cuenta el respeto. Respeto por la personalidad del otro, respeto por sus sentimientos y respeto por su manera de obrar. Si la persona se encuentra en un lío porque ha obrado de una forma que consideramos desacertada, ¡no debemos levantar el dedo en ristre para acusarla de haberse equivocado! Esto haría más mal que bien. Es muy importante mantenerse sensibles a su sentimiento, de manera que le ayudemos a superar el momento difícil. Sin embargo no necesitamos, y no debemos, envolvernos demasiado. No necesitamos arreglar a nadie ¡y tampoco podemos!
Muchas veces el dolor y el sufrimiento son necesarios para que la persona pase por el proceso de maduración espiritual. Y cada alma tiene su propio proceso. Sin ese sufrimiento la persona no estará apta para ‘recibir la Luz’. Un famoso rabino explica que “Todo dolor deriva del deseo de recibir para nuestro Ego solamente. Por el contrario, todo sentimiento de plenitud proviene del deseo de abrir camino para el Alma”. Por esa razón, cuando alguien te llama, desesperado, pidiendo ayuda, acuérdate de que su Ego necesita de ese dolor a fin de que la Luz se pueda revelar a través del alma.
Aquel que recibe el pedido de socorro debe, sí, encaminar al amigo, tomarlo de la mano, señalarle el buen camino y aliviar, si posible, su dolor, ¡pero no debe de manera ninguna cargar con el fardo del otro! ¡Tampoco debemos simplemente volver la espalda y dejar que el otro sufra, con la disculpa de que el ‘sufrimiento le hará bien’! No me comprendan mal. Debemos ser sinceros en nuestra intención de ayudar, pero hemos de procurar averiguar si esa persona no estará aprovechándose de nosotros, vampirizando nuestra energía y nuestras fuerzas espirituales. ¡A veces, un “no” ayuda más a la persona que un “sí”!
Si somos condescendientes estaremos maltratándonos a nosotros mismos, en el afán de ayudar al otro. Muchas veces aquel que vampiriza ni siquiera se da cuenta de lo que hace, y probablemente no tenga esa intención, al menos de manera consciente. Pero el que se deja vampirizar conscientemente está prestando un flaco servicio a sí propio y al otro. Por ello, siempre que recibamos un pedido de ayuda, debemos preguntarnos: “¿Estoy realmente ayudando a esa persona a superar su problema o estoy causándole un daño, aunque inconscientemente?” Ayudar a una persona es hacer que ella sea pro-activa en la acción de la ayuda y evitar que reciba la ayuda de manera pasiva. ¡Recuerda que nadie cargó con la cruz del Cristo hasta el Calvario! La llevó Él solo, aunque en algún momento de su camino hubiese recibido ayuda de un hombro amigo. Si una persona ‘descarga’ su cruz sobre los hombros de otra, está creando una negatividad para ambos. Estará bloqueando su Luz.
Te das cuenta de si una persona está siendo ayudada o no, cuando ella, al oír tu sugerencia, argumenta contigo e intenta decirte que eres tú el equivocado. Si el otro no está abierto a escuchar, no habrá receptividad para la Luz que tú quieres compartir. Otra manera de juzgar si debemos ayudar a alguien o no, es percibir si esa persona que nos pide ayuda lo hace hablando mal de otra persona que no ha querido ayudarla. Enciende la señal de alerta: ¡esa persona probablemente va de amigo en amigo pidiendo ayuda, hasta que encuentre un hombro para descargar su cruz!
Lo mejor que puedes hacer para ayudar es pedirle que analice la situación ‘desde el lado de fuera’ como espectador de su propia vida. Ayúdale a que identifique la situación y la causa de aquella situación difícil. Entonces, gentilmente guía su reflexión hasta que él mismo identifique la cura necesaria para resolver el problema. De esa forma, estarás ayudando a tu amigo, y, al mismo tiempo, podrás guardar para ti toda tu energía intacta, pues tú, sólo tú, debes usarla.
Muchas veces oigo en mi consultorio la siguiente pregunta: “¿Puedes darme la solución para superar este período difícil?” “No”, respondo yo, “Puedo solamente, al analizar tu momento astral, indicarte el camino. ¡Tú eres el que tendrá que recorrerlo! Busca dentro de ti mismo los recursos necesarios y encontrarás la solución para avanzar, siempre dentro del camino correcto. Con la ayuda de Dios llegarás al fin victorioso”.
Entonces, amigos, ¡no os dejéis vampirizar! Cuántas veces dejamos nuestros quehaceres para ayudar a un amigo necesitado y por esa razón tenemos, después, que correr para recuperar aquel tiempo perdido. ¡Al fin, incluso en la Biblia está escrito: “No tiréis vuestras perlas a los cerdos”! Lo cual quiere decir: ¡hay que saber discernir a quién se extiende la mano!
Decíos a vosotros mismos: “Reconozco la chispa divina en todas las personas. Su verdadera esencia está presente en mi corazón. Comparto su dolor y percibo en ellas la repercusión de cada palabra mía o de cada acto. Sé que puedo ayudar y sabré hacerlo con sabiduría y discernimiento”.
¡Buena semana a todos, y escribid para compartir conmigo vuestras experiencias!